Edith Piaf, una leyenda de la música francesa (Foto Archivo)

EFE

Al son melancólico del acordeón, un tradicional «bistrot» parisino, consagrado al recuerdo de la canción francesa popular, revive el espíritu musical del barrio de Belleville, en cuyas calles comenzó la leyenda de Edith Piaf.

«La calle de Belleville en París estaba repleta de bares populares y pequeños teatros cuando Piaf comenzó a cantar junto con muchos otros artistas callejeros», explica a Efe Joseph Pantaleon, propietario de esta taberna-museo.

«Le Vieux Belleville» organiza cada martes una velada dedicada a Edith Piaf que recrea el ambiente popular de los barrios obreros de los años 1920, con la misma vocación nostálgica del filme «Medianoche en París» de Woody Allen.

La principal arteria del barrio es parte importante de la biografía de Piaf, como apunta la placa del número 72 donde se lee que «en los peldaños de esta casa» nació la gran artista, aunque su partida de nacimiento ubica su alumbramiento en un hospital cercano.

Esta anécdota es parte del mito de Edith Giovanna Gassion, que, antes de ser rebautizada como «la môme» (muchacha) «Piaf», compartía con los transeúntes su portentosa voz en las entonces adoquinadas vías de Belleville, junto al cabaré Folies.

Malène Lamarque, que interpreta a Piaf en «Le Vieux Belleville», asegura que para los franceses esta cantante es tan importante «como la Torre Eiffel» y destaca, más allá de su música, su historia «trágica y profunda».

El objetivo de estas veladas es que renazca el antiguo Belleville con «canciones que están en la memoria colectiva de los franceses, desde la Revolución Francesa hasta Edith Piaf y Charles Aznavour», indica el propietario.

Este hostelero, al igual que Piaf, nació y creció en el barrio obrero de Belleville y confiesa que su «bistrot», que recibe alrededor de 60.000 visitas al mes, «es más una historia sentimental que profesional».

Su padre, un emigrante italiano que llegó a París en los años 1950, trabajó como camarero muchos años en «Le vieux Belleville», donde se sintió siempre bien acogido, y por ello idealizaba regentarlo durante su jubilación.

Desafortunadamente falleció poco antes de poder cumplir su sueño, así que Pantaleon, como homenaje póstumo, decidió comprar el «bistrot» a finales de los años 1980 y revitalizarlo.

Reconoce que hacer venir turistas a un barrio con fama de problemático fue «un importante desafío», por lo que se esforzó en reinventar el local a base de acordeón y tradiciones.

Manteles de cuadros rojos y un sencillo menú, plasmado en una pizarra que se desplaza de mesa en mesa, es la humilde propuesta de «Le Vieux Belleville», que a muchos extranjeros, a juicio de Pantaleon, recuerda «al París de los documentales».

«Vais a participar con nosotros», advierte al principio del espectáculo el acordeonista, Michel Refutin, mientras comienza a distribuir las letras de las canciones, para que nadie pueda alegar falta de conocimiento.

Tras doce años tocando en «el único restaurante en el que todavía se interpreta la canción francesa», admite que la intervención del público nunca defrauda porque enseguida se sumergen en «el ambiente festivo del París de otro tiempo».

En las paredes se refleja la inspiración también museística del entorno con una pequeña exposición de recuerdos y cuadros elaborados por un artista local, que también acude regularmente al restaurante para retratar a sus clientes.

«París no es solo Montmartre», defiende Pantaleon, que cree que la colina de Belleville en la que se asienta su local, que cuenta con vistas panorámicas de la ciudad, conserva aún la autenticidad perdida en otros lugares más turísticos.

El viaje en el tiempo acaba a medianoche -a diferencia de la película de Allen, que era cuando comenzaba el embrujo-, no obstante es suficiente para que los asistentes califiquen la «soirée» de inolvidable y prometan volver al Belleville musical de los años 1920.




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