Luis Alejandro
Borrero || lborrero@el-carabobeno.com

Hace
seis años que Blanca Chirivella atiende a
la paciente que hoy defiende. Esa mujer sufre de Artritis Reumatoide (AR): una
enfermedad autoinmunitaria de
las articulaciones. Significa que su sistema inmunológico ataca por error al
tejido sano.  La patología es crónica y progresiva, conllevando al dolor,
invalidez e invasión de órganos.

De no ser por lo que desencadenó, el caso no le sería extraño a Chirivella. La
doctora ostenta 36 años
ejerciendo la medicina. De ellos, 30 ha sido reumatólogo. Como especialista se dedica a diagnosticar y tratar
problemas del aparato locomotor. Además fue jefa del servicio de esa área
durante años en la Ciudad Hospitalaria Enrique Tejera, el hospital más
importante de Carabobo.

La paciente, cuya integridad ha sido protegida, había sido
tratada con normalidad. Estudios señalan que la AR no tiene cura. Pero con tratamiento se
le puede dar mejor calidad de vida a quien la padece.   

El teléfono de la doctora sonó. La voz le resultó familiar: no
es un acento venezolano. “¿Qué pasó, por qué no has venido a ponerte el
medicamento?”, preguntó Chirivella. La respuesta le sorprendió. “Doctora, me mandaron a
llevar mi pasaporte y visa, que estuviera al día para podérmelo entregar”.

Pasaron los días y no aparecía la paciente, de nacionalidad
colombiana, con 14 años viviendo en Venezuela y con cédula de extranjero
reconocida por el Estado. La reumatólogo decidió
llamarla esta vez.

-No me entregaron el medicamento porque no soy venezolana,
doctora.

-Pero por qué, si tú fuiste a demostrar que tus papeles estaban
en regla, replicó.

-Sí, pero me dijeron que las normas habían cambiado. No me lo
darían por no ser venezolana, contestó la paciente.

Ambas se sobrepusieron a la indignación de la respuesta que a la
colombiana le dieron en el Instituto Venezolano de Seguros Sociales (IVSS), en Caracas. La mujer adolorida hizo un esfuerzo titánico y
reunió los 14 mil bolívares (1,8 salarios mínimos) para comprar el primer mes
del medicamento: Humira, una vacuna biológica de anticuerpos monoclonales.

El segundo mes lo pagó Chirivella. La ‘muchacha’, como le describe en entrevista
exclusiva, al parecer vive en las parcelas de El Socorro, una zona deprimida socioeconómicamente a unos 13,44 kilómetros al suroeste de
Valencia. “¿Te imaginas pagar 14 mil bolívares mensual por un tratamiento?”.

Otro paciente: un peruano. Lleva seis años en Venezuela, también
con documentación en regla. Chirivella le apodó
‘El Cometa’, porque estaba perdido de las consultas. “Bueno doctora, no había
venido porque yo tampoco he podido ponerme la Humira”. Él sufre de Espondilitis Anquilosante, parecida a la AR, pero que ataca principalmente
la columna vertebral.


EL PROCESO

El compuesto activo de la Humira se llama Adalimumab. Como
disminuye la capacidad del organismo para combatir infecciones (y evitar que el
sistema se ataque a sí mismo), es de prescripción cuidadosa. El afectado tiene
que incluso firmar un poder en el que asume los posibles efectos secundarios de
contraer una grave infección.

Un informe médico debe ser elaborado por el especialista
tratante. Se llena una ficha con los datos del paciente, diagnóstico,
medicamentos, dosis y resultados de exámenes de laboratorio. A ello se le añade
copia de la cédula y una carta de residencia del Consejo Comunal.  La
carpeta termina gruesa.

Hay pacientes que Chirivella trata que
sí son venezolanos. A algunos también se les ha restringido la entrega de Humira. Las
autoridades han aducido que no llenan los criterios. Esta es la primera vez, en
la carrera de la reumatólogo, que a un enfermo le dicen ‘no’ y como excusa le ponen
su lugar de nacimiento.

Cuando el señor peruano pidió una razón, obtuvo la misma
respuesta: “No eres venezolano”. En ninguno de los dos casos hubo una
explicación oficial. Ni cartas, ni documentos.  Fue lo que les dijeron los
funcionarios en la capital, citó Chirivella.

¿LEGAL O NO?

Cuando la vida está en juego no importa qué dice un documento de
identidad. La Organización de las Naciones Unidas (ONU), en su
declaración universal, suscribe que toda persona tiene derecho a la salud y
bienestar: artículo 25. Venezuela firmó esa declaración que dicta normas supra
constitucionales.

El análisis corresponde al doctor Gustavo Sosa Izaguirre. El
abogado constitucionalista y
presidente de la Cámara de Comercio de Carabobo califica
sin vacilaciones los métodos utilizados por el Ejecutivo para la asignación de
medicamentos: “Algo propio del modelo castro-comunista”.

Dentro de zonas en conflicto, como la franja entre Israel y Gaza, hay planes de atención para
extranjeros. El Estado Palestino cancela una cobertura financiera para sus
ciudadanos que deseen o tengan que atenderse en alguno de los nueve hospitales
judíos. En España los no nacionalizados pueden
ser recibidos en salas de emergencia y optar por tratamientos, pero no reciben
Tarjeta Sanitaria. 

En Venezuela se instaura un modelo que busca copiar lo que desde
hace 50 años realiza Cuba. El sistema impuesto obliga al paciente a hacer colas
frente a supermercados y a
los enfermos les restringe el derecho a la salud. El profesor detalló que la
muerte de personas a consecuencia de políticas nefastas, opinó.


TENSIÓN DIPLOMÁTICA

Está dicho hasta el cansancio que venezolanos y colombianos son
hermanos. La frontera que divide a los dos países es la más activa del
hemisferio. El año pasado acumuló dos mil 25 millones de dólares en intercambio
comercial. Solo los límites entre de Estados Unidos y México se consideran más
activos.

Un alto funcionario diplomático discutió en exclusiva la
situación. Aseguró que el Estado venezolano estaría obligado a proveer de
derechos fundamentales a cualquier extranjero con su documentación en regla.
Pidió proteger su identidad para no ocasionar tensión entre ambos países. El
Gobierno podría observar como injerencista cualquier
señalamiento.

Chirivella le comentó a El Carabobeño que próximamente se dirigiría a
la Defensoría del Pueblo en Carabobo. Allí espera obtener al menos una explicación. El dolor
de sus enfermos persiste. El socialismo, calificado por sus altos dirigentes
como humanista, sigue sin darles respuesta.




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