(Foto: Archivo El Carabobeño)

Luis Alejandro Borrero | @LABC7

lborrero@el-carabobeno.com

La hija de Zenaida Delgado reposaba de pie en los brazos de uno de sus familiares. Juntos esperaban debajo de una palmera. La joven lucía desgastada de tanto llanto. Las lágrimas aún no se le secaban del rostro por el dolor de tener que esperar por un cupo teniendo 40 semanas de embarazo. En el hospital Dr. José María Vargas, mejor conocido como la Maternidad del Sur de Carabobo no hay espacio para las parturientas. “Ayer hubo dos que tuvieron que dar a luz en un banquito en la emergencia”, dijo la señora.

Con seis centímetros de dilatación la hija de Zenaida no había sido ingresada. La razón era indignante para la mujer que estaba por ser abuela: no hay insumos suficientes. Llegaron el lunes a las 8:00 p.m. y 19 horas y media después aún no había cupo en el hospital donde se atiende 70% de los nacimientos en el estado que, para 2016, es el tercero con más población de Venezuela, según el Instituto Nacional de Estadística.

La exigencia fue insólita para Delgado. Fueron atendidas la noche del lunes por un médico que no vaciló en enumerar los requisitos, cuenta la mujer a El Carabobeño. 15 guantes, ocho soluciones fisiológicas, tres kits de sutura e incluso la indumentaria desechable de los médicos. Sin eso no había ingreso para su hija. Delgado tuvo que salir corriendo, aunque reconoció que se fue como pudo de su trabajo al enterarse que su hija había comenzado trabajo de parto. “Yo me vine sin un medio en el bolsillo. Pero aquí hay que parir los insumos —literalmente—, para que atiendan un paciente”.

La mujer ha gastado más de 30 mil bolívares en una noche. “Ahora tengo que salir a la calle a buscar los kits de monos para los médicos porque no pensé que me los iban a pedir”. Nada está al alcance porque no son implementos que puedan conseguirse en una farmacia en un país que alcanzó 85% de escasez de medicamentos, según la Federación Farmacéutica Venezolana. “Tengo que traerles una farmacia prácticamente”. Pero no significa que acudiendo al mercado negro no se pueda solucionar.

Al frente de la maternidad hay quioscos. Allí se hace reventa de los productos médicos. Las empanadas y cafés parecen una fachada para el verdadero negocio. Allí un kit de suturas cuesta dos mil 500 bolívares. “Y eso que le lloré a la mujer, porque me lo vendía en tres mil”. El par de guantes está en 800 bolívares. Delgado compró cinco porque no tenía otra opción. “Eso no lo controla nadie ¿Puede alguien explicar de dónde lo sacan? ¿Por qué no hay en la Maternidad y ellos sí tienen? ¿Dónde está el negocio?” expresó con angustia.

El Gobierno está jugando con la vida de las personas, opinó la mujer. “Es demasiado riesgo el que corren las mujeres y los bebés”. Delgado pidió al gobernador Francisco Ameliach que haga esfuerzos por dotar la maternidad. Y un esfuerzo todavía más grande por acabar la reventa afuera del centro de salud.

En la sala de partos persiste la insalubridad. Delgado contó que las moscas son visitantes frecuentes en la Unidad de Cuidados Intensivos. Los niños parecen estar en un asador por el intenso calor, ejemplificó. No hay aire acondicionado en algunas zonas de la maternidad. “El descuido es total. Esta maternidad no está preparada para atender emergencias”.

A las 9:13 p.m. del martes el peregrinaje no había terminado. La hija de Zenaida había superado las 24 horas en trabajo de parto. Pero aún no había sido ingresada. Horas antes, en la tarde, el colapso de la maternidad hizo que los doctores enviaran a la parturienta a la Ciudad Hospitalaria Henrique Tejera (CHET), donde luego de unas horas fue remitida de nuevo a la Maternidad del Sur. “Nos devolvieron de la CHET porque eso está peor allá”. La preocupación crecía. “Aquí estamos otra vez”. Sin los monos desechables para los doctores, su ingreso aún no era seguro. La rabia, el sufrimiento y las lágrimas, por el contrario, sí están garantizadas para quienes dan a luz en Carabobo y no tienen recursos.




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