Nuevo Herald

María Aguirre, una anciana de 76 años, aguardaba en la
mañana del viernes junto a otras 5,000 personas a que abrieran la entrada del
mercado popular en Sabaneta, donde el régimen bolivariano tenían previsto
realizar “una megajornada social” de alimentación para paliar los agudos
problemas de desabastecimiento que enfrenta la llanera localidad del estado
Barinas.

Pero cuando finalmente abrieron las rejas, la ansiedad
represada hizo erupción.

La multitud corrió hacia la entrada, temiendo todos que solo
los primeros tendrían acceso a los poco que estaría disponible. En medio de la
desesperación, pocos notaron que la anciana había caído al piso. Aguirre murió
aplastada, mientras que otras 75 personas resultaron heridas en la estampida
humana y en los posteriores intentos de la Guardia Nacional por controlar a la
multitud que intentaba ingresar a la fuerza.

Tragedias como éstas se han vuelto comunes en Venezuela, en
momentos en que el colapso del modelo petropopulista del chavismo ha derivado
en una crisis de desabastecimiento sin precedentes. Es una situación que se
está convirtiendo en un grave problema de estabilidad para el gobernante
Nicolás Maduro, quien esta semana inició una nueva gira por China y Vietnam en
busca de dinero fresco para alejar al cada vez más cercano espectro de la
hambruna en un país que se precia de contar con las mayores reservas petroleras
del mundo.

Los expertos señalan que Maduro necesita urgentemetne
conseguir financiamiento por $26,000 millones, $5,000 millones de inmediato
para evitar que la ya muy precaria situación de desabastecimiento se le salga
de las manos al gobernante bolivariano. Pero los prospectos de conseguir ayuda
actualmente lucen remotos ante las arruinadas condiciones en que se encuentran
las finanzas venezolanas.

“Ya Venezuela no tiene garantías que brindar para obtener
financiamiento. Todas las fuentes de repago están copadas”, advirtió desde
Caracas el columnista David Moran. “Y sin eso no luce posible que los chinos
accedan a poner más dinero en Venezuela”.

En intentos anteriores de conseguir dinero fresco, Maduro
había ofrecido colocar en garantía parte de las cada vez menores reservas de
oro, explicó Morán, ingeniero y profesor universitario de Planificación
Estratégica.

“Les había ofrecido oro, pero no se lo aceptaron porque ante
la caída de los precios del oro, sabían que era una garantía que se estaba
devaluando”, señaló.

Y los derechos especiales de giro [reservas guardadas en el
Fondo Monetario Internacional], ya los sacó, y le queda un flujo petrolero que
ya está muy comprometido”, no solo porque es requerido para sostener la
economía venezolana, sino porque volúmenes substanciales de futura producción
ya han sido vendidos anticipadamente a India y a la propia China, explicó.

Además de ello, el régimen ya endeudó a su unidad petrolera
estadounidense Citgo, hasta el extremo de que el valor de los pasivos de la
compañía podrían estar en este momento superando el de los activos.

“Es difícil ver a los chinos aportando los montos que están
siendo requeridos en las actuales circunstancias. Ni siquiera $2,000 o $3,000
millones lucen posibles”, señaló.

Maduro, sin embargo, parece pensar distinto.

Maduro llegó el domingo a Vietnam, en una escala de dos días
antes de retomar su viaje hacia China. Desde Caracas, fuentes oficiales citadas
por la agencia Efe dijeron que Maduro aspira firmar nuevos acuerdos económicos
y de cooperación, pero no adelantaron el alcance de los mismos.

Maduro emprendió el viaje, con una comitiva de más de 100
personas, en medio de proyecciones de que los ya desesperantes índices de
escasez por los que atraviesa el país podrían empeorar sustancialmente en las
próximas semanas, a medida que las pocas empresas que aún producen en el país
comiencen a suspender indefinidamente sus operaciones ante la falta de materias
primas importadas.

Los problemas de desabastecimiento, provocados por el
colapso del modelo petropopulista aplicado por el chavismo, se han acentuado
ante la caída en los últimos meses de los precios del petróleo, producto que
genera cerca del 95 por ciento de los dólares que ingresan al país.

La cesta venezolana de crudo, que hace un año se encontraba
por encima de $95 el barril, cerró el viernes en $36.48.

Y la situación luce aún más preocupante para el próximo año,
al no distiguirse posibilidades de mejora del deprimido mercado petrolero
mundial, dijo desde Caracas Orlando Ochoa, profesor de Economía de la Universidad
Católica Andrés Bello.

“Es evidente que no hay forma de cubrir para el 2016 las
cuentas de importaciones básicas y de servicio de la deuda”, advirtió Ochoa, al
señalar que esa es una de las razones por las cuales el régimen de Maduro ha
estado tratando de convencer a China de que le preste nuevamente cerca de
$11,000 millones que Venezuela ya canceló de un préstamo de $20,000 millones
adquirido en el 2010.

“Entiendo que de ese préstamo ya se ha pagado algo más de la
mitad, y que el gobierno ha estado pidiendo que le vuelvan a prestar ese monto.
Pero el gobierno chino ha sido renuente”, explicó, antes de añadir que es muy
posible que Maduro se esté dirigiendo nuevamente a Pekín para insistir en el
tema.

“El gran temor de esto, son las garantías que Maduro puede
ofrecer en desesperación”, alertó Ochoa. “Cuando un gobierno está desesperado
por las finanzas, puede terminar regalándolo todo para conseguir unos pocos
centavos”.

Puede que ese tipo de operaciones, de realizarse sin
emprender un cambio radical en la conducción de la economía venezolana, sea pan
para hoy y hambre para mañana, pero la situación en la calle ya se está
tornando insostenible para millones de venezolanos.

La crisis es particularmente difícil para los mayores de
edad, quienes como Aguirre, se ven obligados a salir de sus casas, en un
peregrinaje angustiante y recurrente, para tratar de conseguir comida.

“Es para estar en la casa cuidando a los nietos y
descansando como Dios manda, no para pasar la vejez metida en una cola”, dijo
Petra Brito, de 60 años, desde Barquisimeto, en declaraciones para el portal El
Informador.

En vez de ello, Brito está condenada a pasar todos los días
haciendo cola –con un sol inclemente y bajo la ocasional lluvia– para alimentar
a su familia, en vista de que sus hijos no pueden porque no pueden faltar a sus
empleos.




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