(Foto El Carabobeño)

Dhameliz Díaz || ddiaz@el-carabobeno.com

Ubicados equidistantes entre el poder de fuego de los cuerpos de seguridad del estado [léase tanquetas de la Guardia Nacional, miembros de la Policía Nacional Bolivariana, vestidos de civil que pueden ser o no ser] y los manifestantes encapuchados enfrentados en un combate asimétrico, los periodistas registraban los acontecimientos desde las 7 de esa mañana, día inicial del Mundial de Fútbol, por esa zona identificada como Palma Real en Mañongo, en la Gran Valencia.

Víctor Almarza, periodista de la página web de El Carabobeño, tenía un «arma mortal»: su cámara Canon T3i para hacer video. El reportero gráfico de la misma casa editora, Kevin Barrios, una cámara Nikon D-90. Los periodistas de Mundo Noticias, Global Noticias y el equipo de un diario regional -a mayor distancia para evitar a los encapuchados- registraban los acontecimientos en pleno desarrollo. Un piquete de la policía y dos tanquetas comenzaron a avanzar para aplastar la manifestación. El teniente coronel destacado por su animadversión contra los periodistas, con la prepotencia que le da poseer las armas, se burlaba y decía “una aquí pal Facebook”.

Abrieron fuego, primero con bombas lacrimógenas. Era menester apartarlos para poder reprimir a fondo sin el testimonio de las gráficas y video. Luego fueron las ráfagas de perdigones y… metras.

Tres alcanzaron a Víctor. Uno le dio en el pectoral izquierdo, otro en la cintura a nivel del estómago y un tercero, en el nudillo de la mano izquierda. A Kevin fue una metra en la pierna y un perdigón en la cintura. Aun con la orden impartida de que se retiraran del lugar para ser relevados, permanecieron hasta finalizada la refriega pasado el mediodía. Defendían su derecho a informar sobre los acontecimientos. “¡No podía creer la premeditación del ataque! En mi mente tenía el descaro del policía, llegarme así directo y disparar… Sentí como rebotaron los perdigones, sobre todo el que me pegó en el pecho. Por una fracción de segundos me quedé impactado, desconcertado. El que más me dolió fue el de la mano. Entonces me volteé considerando que me podían volver a disparar, retrocedí unos cinco pasos, no más, mientras que sacudía la mano herida procurando que pasara el ardor. Debía resguardarme, pensé. Segundos nada más, porque sentí una rabia tan grande; me di vuelta hacia el quiosco atravesado en medio de la avenida que servía de resguardo a los manifestante.Levanté la cámara en señal de que me mantenía firme, seguí grabando. Traté de enfocar al funcionario agresor, me costó mucho porque me temblaban las manos. Estaba sangrando, pedí ayuda para que me auxiliaran”. ¿Te sentiste como un objetivo de guerra? «No tengo claro que es un objetivo de guerra», responde Víctor Almarza, joven periodista que al final del año pasado recibió su título de comunicador social, mención audiovisual. «Pero sí fue una acción premeditada para que nos retiráramos del lugar donde se podían captar muy bien, las acciones de ambos bandos. Las fuerzas de seguridad no disimulan, te insultan, te amenazan».

¿Por qué te quedaste cubriendo la pauta? «No quería perder la oportunidad de grabar las imágenes para hacer un buen reporte audiovisual. Nosotros somos neutrales. Nos ubicarnos estratégicamente para trabajar mejor, sin correr riesgos innecesarios. Estamos claros que los cuerpos de seguridad del Estado usan bombas lacrimógenas y perdigones proporcionalmente para retomar el control del orden público, pero no a diestra y siniestra, ni mucho menos metras en lugar de perdigones o armas de fuego. Los periodistas somos una piedrita en el zapato para evitar el abuso de autoridad. ¿Sabes qué pasó al final? Cuando ya nos estábamos retirando entraron motorizados de la Policía de Carabobo deteniendo a cualquiera. Pretendieron llevarse a un joven que, acompañado de una muchacha que le abría la puerta de uno de los edificios intentaba salir de la zona, porque la calle estaba quieta. Los periodistas de Notitarde y El Carabobeño al percatarnos de lo que pretendían, los rodeamos con las cámaras para registrar lo que estaba sucediendo logrando que dejaran al chamo en paz. Considero que la presencia periodística muchas veces puede evitar abusos de autoridad».

Ese día, Andrews Abreu, fotógrafo, también llevó lo suyo por tratar de resguardarse del bombardeo de gases al tiempo que precisaba de dónde salían las detonaciones de armas de fuego que se escuchaban. Se resbaló y cayó. “Me sentí en la mira. Primero nos lanzaron “bombas trifásicas” [cartuchos de tres con un solo disparo] para que no pudiéramos tomar las fotos, pero como siempre me ajusto bien la máscara antigás puedo tomarlas sin ver por el visor”.

Ante la arremetida, el grupo de periodistas se dividió. Unos corrieron hacia la trinchera de los manifestantes y otros hacia la policía creyendo que estarían resguardados porque portaban sus identificaciones. A Kevin lo “capturaron” junto a cuatro fotoperiodistas más. En medio de insultos y acusaciones de guarimberos pretendieron arrebatarles las cámaras para sacarle la tarjeta, pero al resistirse, los obligaron a mostrar todo el material fotográfico. Les ordenaron apagar los celulares y les quitaron las credenciales. Un guardia grabó en video, los rostros de todos y los liberaron al terminar la reyerta.

Con la metra en la mano como evidencia de guerra, Kevin mostró a sus compañeros asombrados, el proyectil que le había pegado en la pierna, agradeciendo a Dios que no se la habían disparado a la cara.

IPYS, el Instituo Prensa y Sociedad, lleva contabilizadas 174 violaciones a la libertad de expresión en Venezuela entre el 1° de enero y el 30 de mayo de 2014. El número de casos incluyen agresiones, ataques a medios, limitaciones de acceso a la información pública, establecimiento de normas que dificultan la libertad de expresión, acciones legales, uso abusivo del poder estatal, censura previa, censura interna, censura indirecta e impunidad. «Estas categorías responden a nuestro listado de monitoreo e investigación en libertad de expresión y el derecho a la información» explica Marianela Balbi, periodista quien lleva la tinta en la sangre, aunque ahora se ubica en la defensa de la libertad de expresión no desde las trincheras del periodismo impreso, sino como directora de esta ONG que precisa las estrategias desarrolladas desde el poder para imponer la hegemonía comunicacional: una sola versión de los acontecimientos.

Febrero fue el mes con mayores incidentes, 66, en este 2014. En marzo se registraron 41 y en abril, 37. Tres meses con altos índices de conflictividad sociopolítica y protestas constantes.

Carabobo se consolidó como el tercer estado con mayores registros de agresiones contra medios de comunicación y periodistas, antecedido por el Área Metropolitana de Caracas y el estado Bolívar.

Somos un blanco fácil

Heberlizeth González tiene dos años de graduada aunque cuatro, en el ejercicio de la fuente de sucesos, como pasante desde que estaba en el diario La Calle. «Me he sentido como un objetivo de guerra de los guardias nacionales. Somos un blanco fácil: ellos ven a los periodistas, tratan de impedir nuestra labor con agresiones, intentando acallarnos».

Pero no lo lograron ese 26 de febrero, cuando la «Catira» se quitó su casco de Guardia del Pueblo para agredir a Marvinia Jiménez en el bulevar de La Isabelica. Las gráficas de Wilfredo Hernández, el fotógrafo de El Carabobeño que acompañaba a Heberlizeth recorrieron el mundo, convirtiéndose en noticia internacional la represión ejercida por los cuerpos de seguridad del Estado contra las manifestaciones estudiantiles. «Nuestro trabajo es dar a conocer los acontecimientos. Agrediéndonos no nos callarán, dice sin titubeos, quien lleva contabilizado, tres ataques con bombas lacrimógenas durante las manifestaciones en estos meses. «Habían cinco tanquetas en ese sector. Lanzaban las bombas hacia donde estábamos nosotros para que nos fuéramos. Wilfredo veía hacia un lado y yo al otro, nos avisábamos y nos tirábamos al piso. ¡Nos acribillaron con bombas lacrimógenas! Ellos disparaban desde adentro de las tanquetas. Cuando ocurrió lo de Marvinia sentí una impotencia horrible. Vi cómo la agredían sin poder hacer nada; como periodistas no podíamos intervenir. Estaba la prensa como testigo, pero no se detuvieron. Wilfredo los retrató y sus fotos fueron un boom. Sin opinar, describí la secuencia de los acontecimientos en el contexto en el que se produjeron, para que los lectores con todos los elementos desnudaran la situación tal cual se produjo».

¿No te da miedo? Tienes una bebita… «Sí, pero al llegar a los disturbios identifico donde podría resguardarme. ¿Cómo te preparas? «Al salir nos ponernos los chalecos. No pesan mucho, pero si los usamos todo el día, al final de la tarde te duelen los hombros. El ejercicio periodístico con un chaleco antibalas hace que te canses más». ¿Usas máscara? Siento que me asfixio, prefiero aguantar los gases. Por eso me dicen que soy una guerrera, pero será la costumbre de soportar esos gases».

– Nuestro compromiso es con la veracidad por eso es fundamental confirmar la fuente. Ahora circulan muchas informaciones por las redes sociales, pero es la responsabilidad de los periodistas verificarlas, contrastarlas con diferentes puntos de vista, lo que se logra estando presentes en el sitio, escuchando a los involucrados.

Elevado riesgo

Siempre es un riesgo mandar a los periodistas a la calle, pero ahora se ha elevado a la enésima potencia. La preocupación es de la gerente general del diario El Carabobeño, Carmen Grillet, además jefe de Recursos Humanos. Distingue el ejercicio periodístico durante un conflicto bélico, “el corresponsal de guerra está amparado por el Convenio de Ginebra. En el artículo 79, protocolo 1, establece que portando su credencial que lo identifica como periodista y al medio puede ejercer sus funciones sin ser atacado. Derecho que se desconoce cuando se cubre una manifestación, los periodistas, sobre todos los reporteros gráficos, se convierten en un blanco de ataque porque su presencia es muy notoria.

Hoy en día los periodistas no pueden cubrir una pauta hostil sin llevar casco, máscara y chalecos antibalas. Y últimamente se ha agregado un protector en los genitales como usan los peloteros para los varones

– En toda empresa a la gerencia de recursos humanos le corresponde aislar del riesgo a todos sus trabajadores por sus funciones, aunque en el ejercicio periodístico no se logra completamente porque les quedan al descubierto zonas del cuerpo como la cara, piernas…

En el artículo 1948 de la Declaración de Derechos Humanos de la ONU se establece el derecho de investigar, redactar opiniones e información y difundirlas sin limitaciones a la libertad de expresión. “Si se lanzan bombas lacrimógenas a los periodistas que claramente están identificados y les disparan perdigonazos mientras están cubriendo manifestaciones, se está obstaculizando y limitando la libertad de expresión, un derecho universal.

Cuando el periodista muestra inseguridad y nerviosismo la recomendación es no asignarle la cobertura de una pauta hostil. Lo recomendable es que tenga cierta experiencia y trabaje la información en función de su resguardo

En 2011 presentó su tesis “El Ejercicio del Periodismo como Profesión de Alto Riesgo Laboral en Venezuela”, investigación de campo de tres años. “En ese momento –a partir de 2008- el riesgo mayor era la agresión física por parte de seguidores del oficialismo en oficinas públicas o eventos del Gobierno. Con el paso de tiempo han cambiado las motivaciones, ahora las agresiones está siendo marcadas por los órganos de seguridad del Estado y el hostigamiento judicial.

Estar en condiciones

Cero temor, angustia o desasosiego. Ahora un periodista debe tener nervios de acero, inteligencia emocional para ejercer en estos tiempos de turbulencia política. Debe ser evaluado psicológicamente antes de ingresar y determinarse su capacidad de enfrentar las circunstancias adversas al ejercicio profesional y bajo presión, exámenes que no eran necesarios.

La movilización y desplazamiento de los periodistas es otro asunto que cuidar, especialmente dónde debe ubicarse el conductor del vehículo e identificar la zona por donde puedan ser evacuados de la manera más expedita.

El nuevo equipo de trabajo:

– Chaleco antibalas, un costo de Bs 4.724,65. ? Máscara antigas con su filtro: Bs 7.186,80.

– Casco antimotín: Bs 6.288,45. [Requisición VGC/CVNI/0154/2014]

Equipar a los periodistas para su seguridad exige el cumplimiento de un riguroso protocolo que comienza con la solicitud de requisición a Cavin en la cual se explica detalladamente el uso de los equipos y obtener la autorización de la compra. Se crea una normativa interna para el control y entrega del equipo de protección personal que solo puede ser usado en el cumplimiento de la pauta. No puede ser llevado para la casa.

Se calcula que se debe tener un número de equipos de protección personal equivalente al 50% de la nómina de periodistas.




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