400mil personas consiguen su sustento sin una compañía. (Foto Andrews Abreu)
Dayrí Blanco
Yoselin Sánchez abandonó su habitual rutina por una nueva e impredecible cotidianidad. Dejó a un lado su sueldo seguro cada quincena. Se arriesgó a quedarse sin los beneficios de seguridad social. Pensó únicamente en su bolsillo y en la manera de hacerlo más amigable con la inflación. Pasó de la formalidad a la informalidad. Ahora gana más pero no goza de estabilidad laboral.
No fue una decisión fácil. Tenía más de ocho años siendo parte de una reconocida agencia de viajes de la ciudad. Ya habían reducido personal en dos oportunidades en menos de un año. La crisis económica así lo obligó. Sin recibir los mismos ingresos por concepto de comisiones ante la nula venta de boletos por su poca disponibilidad, decidió hace seis meses dedicarse a tiempo completo a la repostería. En sus tiempos libres hacía diferentes tipos de dulces, que le dejaban en una semana más ganancias de lo que le depositaban en una quincena por concepto de nómina.
Su historia no es inédita. Se replica en muchas otras como en la de Octavio Pérez, quien con su título de relacionista industrial ya tiene más de dos años instalado con su esposa en su local de venta de comida rápida. En ninguna oficina trabajando ocho horas al día ganaría lo que percibe haciendo perros calientes y hamburguesas. Lo mismo piensa Argenis García, quien a menos de tres semestres de culminar su carrera de ingeniero prefirió unirse al negocio familiar de venta de chichas.
