EFE

La presidenta de Brasil, Dilma Rousseff, admitió que la crisis en que se ha sumergido la economía del país se mantendrá en 2016 y lo atribuyó a las turbulencias globales, de las cuales dijo que se desconoce cómo podrán evolucionar.

«Espero una situación mejor» para el año próximo, pero «no hay cómo garantizar que la situación será maravillosa, porque no será así», dijo la mandataria, quien reconoció que Brasil «va a seguir teniendo muchas dificultades».

Según Rousseff, aún «no se sabe cuál será la repercusión de todo lo que está ocurriendo en la economía internacional» y, en especial, de las turbulencias que afectan a China, que se ha convertido en el principal destino de las exportaciones brasileñas.

En una entrevista con radios del estado de Sao Paulo, Rousseff indicó que la economía brasileña, que está al borde de una recesión y que este año cerrará con una contracción de al menos un 1,5 %, de acuerdo con datos oficiales, «requerirá mucho cuidado» en 2016.

Sin embargo, se manifestó esperanzada en que el plan de ajuste fiscal que ha adoptado su Gobierno, que incluye un fuerte recorte del gasto público y un aumento de la recaudación tributaria, ayudará a minimizar el impacto externo en la economía nacional.

«Las medidas comenzaron a ser implantadas y no tenemos cómo estar peor en el futuro», aseguró la mandataria, quien sostuvo que, pese a la prolongación de la crisis en la economía de Brasil, «tampoco será la dificultad extrema que muchos pronostican».

Según analistas del mercado financiero, la economía brasileña se encogerá este año casi un 2 % y esa tendencia se mantendrá en 2016, para cuando se prevé que se contraiga otro 0,24 %, en un escenario de fuerte presión inflacionaria y aumento del desempleo.

Rousseff criticó el «pesimismo» que los mercados tienen respecto al futuro del país, aunque dijo «comprender» la insatisfacción de la sociedad, pues «las personas siempre quieren que todo sea resuelto inmediatamente».

No obstante, apuntó que «cuando uno tiene dificultades, las tiene que enfrentar y solo el tiempo ayuda a superarlas».

La delicada situación económica y el impacto de un escándalo de corrupción en la estatal Petrobras, en el que está implicado medio centenar de políticos, en su mayoría de la base oficialista, han arañado la imagen de Rousseff, quien fue reelegida el año pasado pero cuya tasa de aprobación ha caído a mínimos históricos del 8 %.

Como consecuencia de ese clima económico y político, la oposición ha convocado a multitudinarias protestas, como las que el pasado 16 de agosto llevaron a la calle a casi un millón de personas que exigieron la renuncia o destitución de la mandataria.




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