No hay un retrato igual a otro en la iconografía del Libertador

Fabio Solano || solanofabio@hotmail.com

“Bolívar nunca tuvo tiempo para posar ante un pintor. Dicen que el retrato más parecido a la realidad, dicho por el mismo en carta a su hermana María Antonia, fue realizado por un pintor peruano llamado Gil de Castro. Lo que pasa es que a Bolívar se le ha despojado de humanidad. Es verdad que hizo lo que hizo, liberó a toda la América del Sur, derrotó los ejércitos imperiales, combatió a sangrientos y crueles enemigos como Boves o Monteverde. También es cierto y tiene gran valor la creación de la Gran Colombia, pero igualmente en 1826 se convirtió en dictador. Nadie le quita lo hecho a Bolívar, pero hay que estar claros. Simón Bolívar era un hombre como todos nosotros. Era bajo, 1,66 metros de estatura, delgado, con piernas combadas de tanto andar a caballo. Calculan que recorrió 90 mil kilómetros a lomo de bestia, en su accionar indetenible. Tenía férrea voluntad cuando iba tras un objetivo y no paraba hasta lograrlo, o ser derrotado.

Igual tuvo intensos momentos depresivos y que se sepa dos veces se le supo al borde del suicidio. En sus facciones, se traslucía su estado de ánimo. Unas veces alegre, contando chistes y chascarrillos, otras melancólico y las más, muy irritable. En sus ojos se reflejaba su estado de ánimo y, por eso, sus retratos son disímiles. 

“Veamos ahora, varias descripciones de algunos que lo conocieron y de otros que no, pero que intentaron transmitir lo que oyeron. Todos, según el cristal con que se mire: El cura realista José Torres y Peña lo describe de oídas en 1816 como “…mozo con aspecto feroz, amulatado, de pelo negro, y muy castaño el bozo…” Páez en su autobiografía dice: “…un metro sesenta y siete centímetros. Hombros angostos, piernas y brazos delgados. Rostro feo, largo y moreno. Cejas espesas y ojos negros… el general es todo menudo y nervioso… se mueve de un lado a otro, con la cabeza siempre alzada y alerta las grandes orejas”. O’Leary en 1818 decía que Bolívar “tenía el pecho angosto y el cuerpo delgado, las piernas sobre todo. La piel morena y algo áspera… su aspecto cuando estaba de buen humor era apacible, pero terrible cuando irritado: el cambio era increíble”. 

De las descripciones detractoras, tenemos la del periódico “El Atalaya” de Bogotá, fechado en 26 de septiembre de 1828: “Este hombre con una fisonomía atrevida, de ojos agatados y relumbrones, rostro seco y amarillento, cutis áspero, pelo pajizo y crespo…”. Y el coronel Hippisley, quien vino con un grupo de húsares en 1818 y creó tantos problemas que tuvo que ser expulsado, escribió: “Bolívar es hombre de mezquina apariencia, a quien le darían 50 años de edad y no cuenta con más de 38. Tiene cinco pies, seis pulgadas de estatura, es flaco y pálido; el rostro alargado ofrece todos los síntomas de la inquietud, la ansiedad y hasta podría agregarse del desaliento y la desesperación”.

“El escritor Francisco Herrera Luque parece dar en el clavo cuando señala los intensos y diferentes estados emocionales reflejados en Bolívar. Dice el historiador que no causaba buena impresión, se movía todo el tiempo, excesivamente nervioso e impaciente. “Sus ojos renegridos saltaban constantemente de un lado a otro, dando el efecto de no prestarle atención a su interlocutor… si alguna opinión discrepaba de la suya, la rechazaba áspero y violento…”. Es claro que un hombre con este temperamento inquieto e irritable, inmerso en grandes problemas políticos, que cuando no estaba dirigiendo batallas viajaba largas distancias a caballo, no tenía tiempo para quedarse quieto, ni para posar ante un retratista. 

“Bueno, estimados alumnos, terminó la conferencia por hoy. Para mañana, la prueba estará basada en el dibujo que ustedes realicen del rostro de Bolívar, un cuerpo entero del Libertador y una semblanza física escrita”.

Y dando fin a su clase de dibujo, el profesor, un hombre grueso, con grandes lentes de concha, intentó acomodar los libros mencionados en su disertación. Luego sacó un pañuelo para pasarlo por el sudoroso y rojizo rostro. “Caramba, hablar de la imagen del Libertador siempre es difícil. No hay nada definido con certeza. Es que el hombre se movía mucho”. 




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