EFE

La actriz venezolana Samantha Castillo, nominada a mejor
actriz en los Premios Platino del Cine Iberoamericano por la película
«Pelo Malo», cree que el trabajo ante la cámara le ha brindado una
experiencia interpretativa fascinante porque es «como lanzarte al vacío
sin saber adonde vas».

En el caso de «Pelo Malo», una de las favoritas a
los Platino, con 8 nominaciones -entre ellas a mejor película, dirección, guión
y actriz-, asegura que vivió una «experiencia extraordinaria desde todo
punto de vista».

«Un muy buen guión, un excelente compañero de reparto
como Samuel Lange, una gran directora y un gran personaje, que te exige
quitarte prejuicios, desbaratarte», afirmó la actriz en una entrevista con
Efe en su casa de Caracas.

Para Castillo, que llevaba 16 años haciendo teatro y se
estrenó en la gran pantalla de la mano de la premiada película venezolana,
«el vértigo que tiene el cine es fascinante» por el trabajo con el
instante, con «esa creación en el aquí y el ahora, que no sabes adónde te
va a llevar».

«Hay un perfil, hay algo que estudias y trabajas, para
después llegar al set y zas, improvisar. Por mucho que lo hayas estudiado y
ensayado, el día que llegas allí no sabes qué va a pasar, y eso es maravilloso,
¿quién no quiere vivir esa adrenalina? yo quiero vivirla toda mi vida hasta que
me muera», dice.

Castillo interpreta en «Pelo Malo» (Concha de Oro
en el Festival de San Sebastián en 2013) a Marta, una madre de los suburbios
pobres de Caracas, que se muestra extremadamente dura con su hijo Junior, al
que ni siquiera le permite el contacto físico y a quien ve frágil para sobrevivir
en su sórdido entorno.

«Fui tratando de ver cómo iba entrando yo en esos
zapatos y cómo mi alma iba encontrando a esa mujer, cómo iba yo encontrando
esos pedazos de mi alma dura, de oscuridad dentro de mí, de aspereza, de
rechazar, de juzgar al otro, que es tu hijo. Esos espacios en los que, por lo
general, nosotros no queremos ver», explica.

La actriz considera que la vida le exige a Marta ser tan dura
porque «en la caja de herramientas con la que ella viene hay poquitas y
muy básicas» y la única manera que conoce de criar a su hijo para que
pueda defenderse ante la hostilidad que les rodea es intentar enderezarlo.

El film recibió varios premios internacionales pero no tuvo
el mismo éxito en Venezuela.

«A la gente no le gusta tanto ver sus propias miserias.
No nos gusta mirarnos en el espejo. En Venezuela estamos viviendo una
circunstancia en la que nos cuesta mucho escucharnos, mirarnos a los ojos,
entender al otro, ponernos en sus zapatos y la película hace que te mires a ti
mismo», señala.

En su opinión, lo peor de la crisis que atraviesa su país es
«lo mucho que ha afectado emocionalmente a la conducta de los
venezolanos».

«La violencia no es solamente el hampa, la tenemos como
interna, contra nosotros y contra el otro, cualquiera que sea ese otro. También
está la violencia cotidiana de gestos pequeños, que hemos ido acumulando y que
nos ha ido restando alegría, restando la posibilidad de vernos a nosotros
mismos y de ver al otro, de entendernos y aceptarnos», explica.

En este sentido, cree que la sociedad venezolana, si se
pudiera definir en la fase del crecimiento humano, se encontraría como en la
adolescencia, «como un hijo adolescente de padre rico que, de pronto, se
fue».

«El hijo está como perdido buscando al padre, sin
entenderse, sin entender lo que pasa y hay mucha rabia y emoción, mucho dolor y
sufrimiento. Pero nada es eterno, los adolescentes crecen y seguramente este
ciclo nos va a dejar grandes aprendizajes», asegura.

Lo que sí ve «muy importante» es el gran empuje
del cine venezolano en los últimos años, con varias producciones de éxito
nacional e internacional como «Azul y no tan rosa», que se hizo con
el Goya a la Mejor Película Iberoamericana en 2014.

«Se empiezan a hacer películas donde se hacen preguntas
distintas, eso también tiene que ver con lo que estamos viviendo. Es imposible
que lo que está ocurriendo no le dé que pensar a un artista, eso nos
mueve», destaca.

Samantha Castillo vive la nominación a los premios Platino
-en la que competirá con intérpretes como Geraldine Chaplin, a la que ha
«admirado durante muchísimo tiempo»- con agradecimiento y como
«una celebración» porque «son cosas maravillosas que pasan en la
vida».

«Es muy lindo que los Platino tengan tanta importancia,
que se invierta tanto esfuerzo para dar reconocimientos a artistas
iberoamericanos, le hacia falta a nuestro cine».

El 18 de julio en Marbella (sur de España) se conocerán los
ganadores de esta segunda edición de los Platino y para que la actriz
venezolana se haga con uno tendrá que derrotar a Chaplin, la argentina Érica
Rivas, la chilena Paulina García, la cubana Laura de la Uz y la brasileña
Leandra Leal.




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