Paolo Montanari Tigri || p.montanaritigri@fastwebnet.it
Después de que en noviembre de 1989 se cayera el tristemente famoso muro de Berlín, símbolo de la dictadura comunista en Europa, tengo la impresión de que, luego del encuentro entre Raúl Castro y el Presidente Obama y de la reciente visita del Papa Francisco a la isla caribeña, se acaba de caer también el “muro de Cuba”, ultimo baluarte del marxismo-leninismo en el mundo occidental. Claro está que este muro no es como aquella muralla de concreto levantada por los rusos a comienzo de los años sesenta y que se había convertido en el más grande oprobio del mundo contemporáneo- No, ese “muro” de Cuba que acaba de caerse era un muro imaginario, hecho de silencio y de falsos consentimientos, de una circunstancial y vulgarmente interesada solidaridad por parte de una izquierda mundial que había visto en la revolución castrista y en su sangriento y totalitario régimen, la utópica posibilidad de exportar la revolución comunista en América Latina.
Ese “muro” que acaba de caerse es un muro de falaces anuencias de tácitas conformidades hacia los abusos y los atropellos de la dictadura castrista en contra de la dignidad y de los derechos humanos de millones de cubanos, de esa dictadura que Chávez primero y su delfín Maduro luego, pretendían imponer en nuestra Venezuela. Y a tumbarlo ha sido la misma falsa y fraudulenta dictadura castrista que con su ilusoria y quebrada revolución solo ha producido privación de libertad, racionamiento, hambre, pobreza y miseria. En el mundo occidental y en pleno siglo XXI es inaceptable un sistema político que no respete al hombre, a sus derechos básicos, y lo incomprensibile no es tanto el hecho de que haya gobernantes que defiendan eso, sino que haya gente que los sigue apoyando. Qué triste!