Serra tenía escoltas de la Policía de Caracas y de la Guardia Nacional Bolivarina. (Foto EFE)

Felícita Blanco

Seis hombres habrían participado en el homicidio del diputado Robert Serra (27) y de su asistente María Herrera, hecho ocurrido la noche del miércoles en la residencia del parlamentario del Psuv electo por la parroquia 23 de Enero, una vivienda de dos niveles ubicada entre Santa Isabel y Nazareno, en La Pastora, parroquia ubicada al noroeste de Caracas.

Extraoficialmente se supo que la policía científica colectó una serie de evidencias de interés criminalístico que están siendo analizadas, como también los videos de las cámaras de seguridad que serán determinantes para la identificación de los homicidas.

Los delincuentes, cuatro con ropas informales y dos vestidos de blanco, como santeros, llegaron en un carro Toyota Corolla y una moto, aproximadamente a las 8 de la noche. A María Herrera la sometieron en la planta baja del inmueble y a Serra en el segundo piso. Una fuente reveló que le dieron más de 30 puñaladas y otra indica que fueron 18, pero se supo que presentó la mayor parte de estas heridas en el pecho, ocasionadas con un objeto filoso de punta aguda. Al diputado lo ataron y amordazaron con tirro y también lo golpearon. Su asistente habría recibido 5 heridas.

De acuerdo con las experticias realizadas por el Cicpc, del inmueble sustrajeron dos fusiles de asalto (un R15 y un M16), municiones y dinero. Estas armas habrían sido dejadas por los escoltas al terminar su guardia. No descartan que el robo de dinero tuviera como fin despistar a los investigadores y existen elementos que hacen presumir que los responsables son allegados de las víctimas.

Serra llegó a su vivienda aproximadamente a las 7:30 de la noche. Contaba con escoltas de la Policía de Caracas y de la Guardia Nacional. Sus guardaespaldas lo acompañaron hasta la puerta y el doble crimen habría ocurrido pasadas las 9 de la noche. Uno de sus asistentes llegó y encontró los cadáveres. Otra fuente dijo que fue un familiar.

Los cuerpos de Serra y Herrera fueron llevados a la morgue a la medianoche y ayer a las 8:55 de la mañana los retiraron en dos camionetas negras, tipo Van, que partieron escoltadas por funcionarios de la Policía de Caracas a bordo de motos y carros, encabezadas por el director, comisario Robinson Navarro.

No se observó a ningún familiar de las víctimas, pero sí funcionarios de organismos del Estado. Los cuerpos fueron llevados a la funeraria Vallés, para ser preparados antes del velatorio en capilla ardiente que estaba pautado en la Asamblea Nacional.

En la morgue estuvo Mariebel Armas, asistente del diputado, quien se encontraba muy consternada. Ella había hablado con Serra esa noche, poco antes del hecho.

El ministro del Interior, Justicia y Paz, general Miguel Rodríguez Torres ofreció una rueda de prensa en la que no permitió preguntas, y se limitó dar una escueta declaración.

Dijo que el crimen fue “intencional, planificado y organizado”, y pidió confianza en las investigaciones que adelanta el Cicpc, organismo que seguramente llegará a los responsables.

Le envió un mensaje a la oposición, para que no conviertan este caso en “un show mediático”.

Dos Escoltas

Dos escoltas de Robert Serra fueron asesinados en un lapso de un año. La madrugada del 5 de julio de 2011 mataron a Roberto Celis Sousa De Abreu (25) para robarle la moto cuando fue a Carapita a llevar a una amiga. Vivía en Altavista. Y aunque Serra acudió ese día a la morgue y negó que hubieran asesinado a su escolta, el padre (Celestino Rodríguez) y la esposa Ruth de Sousa, sostuvieron indignados que el joven tenía un año laborando con el parlamentario.

El 24 de julio de 2012 hallaron el cadáver de Alexis Barreto Venezuela, detective del Cicpc, en el cerro El Ávila, por la subida de Cotiza, con un tiro en la nuca. Estaba en comisión de servicio en la Asamblea Nacional y custodiaba a Serra.

Su madre Irene Venezuela dio unas declaraciones meses más tarde, exigiendo justicia, y dijo que su corazón de madre le hacía sospechar del entorno de su hijo, de su ambiente de trabajo.

El joven policía había salido de su casa el día anterior y esa noche no llegó a dormir. Estaba aseado, solo tenía sucias las rodillas porque fue arrodillado al ser ajusticiado. No le robaron el arma, ni el dinero ni los documentos. Piensa que alguien de confianza lo llevó hasta el cerro El Ávila.




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