EFE


Ahora, para certificar la misión, que fue puntualmente analizada y registrada
por una notaria, resta que un comité del Guinness World Records viaje a Uruguay para tomar constancia de la proeza.


Todo comenzó cuando el sindicato de la empresa hidroeléctrica estatal le
propuso hacer tamaña cantidad de filetes para el menú de una asamblea y decidió
que la palabra imposible no iba con ella.

«En realidad yo enseguida dije ‘sí claro’ y el presidente del sindicato me
preguntó tres veces si estaba segura. Yo me animo, lo hago y puedo», contó
hoy Silvana a Efe.

Así que no había que dejar pasar la oportunidad y lo que empezó como una
«broma» de su hija -que se apuntara al Guinness- acabó siendo
realidad.

«Entramos en la página y nos anotamos. Miramos y no había nadie que lo
hubiera hecho», confiesa la chef, dueña de una rotisería (negocio de
comida preparada) en la ciudad de Canelones, al sur de Uruguay.

En total, 260 kilos de carne de vacuno, mil huevos, 250 kilos de pan rallado,
400 litros de aceite y 2,5 kilos de sal, pero también 1.500 panes tipo
«tortuga», 12 cajones de lechugas y 800 tomates, ya que las
milanesas, en este caso, iban suculentamente acompañadas y dispuestas para ser
saboreadas en 1.500 bandejitas.

Si bien hace dos años que está al frente de su negocio, con el que hace
servicios de catering, y «toda la vida» se dedicó a vender comida
desde su casa, nunca se había propuesto cumplir una hazaña de este calibre.

«Nos dijeron (desde Guinness) que no había récord de esa cantidad de
milanesas ni al pan», cuenta quien asegura que «se anotó por
anotarse», ya que se trataba «más un reto personal» que hacer el
récord.

Solo en gastos de ingredientes, 76.000 pesos (unos 2.700 dólares) quedaron en
el camino, aunque el sindicato le adelantó parte del coste por sus servicios
para poder hacer frente a los gastos.

El primer problema llegó cuando su camioneta no daba de sí para transportar los
ingredientes, por lo que tuvo que contratar otra mayor para trasladarlos desde
las tiendas hasta su cocina, que en pocas horas se convirtió en una particular
factoría de milanesas, un tipo de producto muy consumido en Uruguay.

«Fueron muchas horas de trabajo sin parar. Arrancamos un lunes a las 19 horas
y terminamos el jueves a las 5,30, cuando salimos a entregar las milanesas.
Tuve la ayuda de dos amigas, de mi madre y mi suegra. Las teníamos alejadas (a
estas dos últimas) por las dudas», dice entre risas, algo que no faltó ni
un solo minuto durante la aventura, que tuvo lugar a mediados de julio.

Así, mientras sus ayudantas se organizaban en turnos, ella no dejó de estar con
las manos en la masa, sin dormir, durante las casi tres jornadas que se alargó
el reto, mientras se alimentaban a base de pizzas, chocolate o pastas de té,
pero sin probar ni una sola de las protagonistas por excelencia.

«Milanesa no quería nadie. Estábamos anonadadas del olor a frito»,
asevera Silvana, quien dice encantarle las milanesas, aunque con la idea de que
por un tiempo… solo las comerá de pollo.

Con la misión cumplida, ahora espera ansiosa que el comité de Guinness llegue a
Canelones, tal y como le comunicaron que ocurriría.

«Guardamos las boletas, los recibos, todo lo que certifica la compra y lo
que hay que esperar es que vengan», añade con la vista puesta en que toda
salga como se espera y sea una mujer de récord.

De momento, las alrededor de 200 milanesas que sobraron del encuentro sindical
se donaron a una escuela pública, algo que encendió su emoción y le hizo pensar
que con Guinness o sin él, el reto «valió la pena».




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