Venta de pollo colapsó supermercado en Valencia. (Foto Andrews Abreu)

Dayrí Blanco

Dos caras distintas dejó ver la misma crisis este lunes. Fue un contraste de realidades matizado por la escasez y el desabastecimiento. De un lado supermercados de cadenas privadas sin productos de primera necesidad para ofrecer lucieron vacíos, las colas no fueron parte de su rutina de inicio de semana, y por el otro, establecimientos de la red Bicentenario se mostraron repletos de clientes ansiosos por comprar pollo.

Pese a la programación de atención por terminal de número de cédula de lunes a domingo, el colapso del primer piso del centro comercial donde se encuentra el Bicentenario de la avenida Bolívar Norte no pudo evitarse. El espacio se hizo insuficiente para la cantidad de consumidores que se pelearon por no quedarse sin meter en su carrito de comprar las dos piezas de pollo a 35 bolívares cada kilo que le permitían pagar a cada uno. Entre anaqueles vacíos se exhibía aceite de soya a 43 bolívares el litro, y leche en polvo en 70 el kilo.

Funcionarios de la Policía Nacional Bolivariana optaron por cerrar las puertas del lugar durante 45 minutos, tiempo en el que se descongestionó el área mientras el resto de los establecimientos del sitio dejaron de atender clientes. La medida se tomó justo cerca del mediodía. Quienes se disponían a almorzar en los restaurantes de la feria tuvieron que cambiar sus planes, no los dejaron entrar. Igual pasó con otros que iban hacer trámites bancarios o el pago de servicios telefónicos.

Matilde Orellano, encargada de una tienda de ropa para damas, no titubeó al reclamarle a uno de los uniformados. Para ella, desde que el Gobierno tomó al antiguo Éxito las ventas en todos los negocios del centro comercial han caído en 90%. Pidió que se reanude la atención masiva de clientes del supermercado en un acceso alterno para evitar que sigan siendo afectados.

En el establecimiento de El Trigal la variedad de productos disponibles era mayor. Había café, azúcar y harina de maíz. Desde la autopista se podía ver la gran cantidad de personas que esperaba bajo el sol.

En el resto de los supermercados de la región el panorama era otro, totalmente distinto al registrado durante el fin de semana. Sin colas y con las exhibiciones llenas de refrescos, cavas, implementos de cocina y galletas, de forma intermitente vendieron algunos de los productos escasos de la cesta básica.

En un establecimiento de la avenida Bolívar en menos de una hora se vendió el despacho de pañales que llegó, en otro muy cerca en el mismo tiempo se agotó el papel higiénico. En El Bosque y Prebo se vendió café y harina de maíz amarilla sin mayores contratiempos, igual que en Mañongo donde los clientes pudieron comprar sin cola margarina, harina de maíz y detergente. En la Candelaria, los supermercados no tenían inventario de los rubros más escasos.

En Bejuma las filas son un hábito

Bejuma no se salva de las largas colas que se forman en los principales supermercados desde mediados de diciembre y se han formado colas caóticas en las afueras de los comercios, en su mayoría de asiáticos, en la avenida Bolívar y la calle Heres.

Antonio Khoury, miembro del Consejo Comunal del Centro, pidió a los habitantes del occidente que respeten a los residentes al momento de formar las colas. “No vengan para acá a hacer lo que quieran, ni a querer venir a destruir las instalaciones de los mercados, a cuenta de que también la están pasando mal donde viven”.

Aragüeños se mantienen en cola

Hay que levantarse temprano. No saben cuánto pueda durar un día colmado de filas para adquirir productos. Luis Montilla no tiene opción: cuatro niñas le esperan en casa. Prende su moto y junto con su esposa comienza la travesía de sobrevivir en la Venezuela de la escasez.

A las 8 a.m. llegan al primer comercio. Preguntan qué hay, o qué van a sacar a la venta. Lo que escuchan les sirve y los hace quedarse en la fila: jabón y pañales. En su brazo izquierdo tenía un número hecho con marcador: era el 535 de la fila. “Estamos fatigados, cansados, todo el día en cola”.

Los del Gobierno piensan que es mentira. La realidad es bastante cruda. En ocasiones dejan de comer para adquirir productos escasos. “Mi esposa ha perdido unos kilos, nuestros familiares nos han dicho que está muy flaca”.

Tiene que venir un país mejor. “¿Cuál es la ‘Revolución Bonita’ si estamos peor que antes?” Montilla no cree en guerras económicas. ¿Puede entonces una cúpula de empresarios más que el Presidente? Ese no fue el país por el que votó en abril de 2013. No es esta la Venezuela que imaginaba cuando puso su dedo arriba y a la izquierda.

Con información de María Verónica Molina y Luis Borrero



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