La mayoría de las personas no compra por los altos precios. (Foto Andrews Abreu)

Dayrí Blanco / Litzy Sánz Nava

Este año todo cambió. Ya ni el horario de trabajo es el mismo. Felipe Durán ahora duerme un poco más. En años anteriores llegaba a las 4 a.m., se apuraba en armar todo y a las 6 a.m. ya estaba listo para atender a los primeros clientes. Pero esta temporada ha sido diferente. Con tener la exhibición preparada a las 8 a.m. es suficiente. Las ventas han caído bruscamente. En 10 años que tiene vendiendo franelas para caballeros en el centro de Valencia, este ha sido el peor de todos.

A menos de dos semanas de la Navidad las calles de ese concurrido lugar no lucen repletas como era costumbre. La típica congestión vehicular está ausente, así como lo están los clientes que compran. La mayoría solo observa, pregunta y se va. La prioridad se le está dando a los juguetes. María de los Ángeles Pacheco optó por seguir la tradición del Niño Jesús. Sus dos hijos tendrán regalos, pero no zapatos nuevos. Su presupuesto no alcanzó para eso.

Los altos precios sumados al bajo poder adquisitivo han sido el detonante de esta situación. Una camisa que hace un año Durán vendía en 250 bolívares, hoy la ofrece en 700. Se trata de un incremento de más de 150% que ha provocado que la actividad comercial haya caído en la misma medida.

En las tiendas dedicadas a la comercialización de telas esta crisis se ha hecho sentir con fuerza. Era usual que para esta fecha ver sus espacios colmados de personas. Pero este año, según contó Eustaquio Lovera, encargado de un negocio del ramo, pocas familias redecoraron sus casas con el cambio de cortinas y mantelería. La mercancía alusiva a la Navidad está prácticamente intacta. Es poco lo que se ha vendido.

La organización de los comerciantes informales ha imperado. Pocos de ellos muestran de forma visible el carnet entregado por la alcaldía que los acredita para estar en el sitio, pero se han mantenido en su lugar. Solo en algunas calles como la Urdaneta se rebasó el límite de espacio otorgado, y con mucho esfuerzo y precaución únicamente vehículos pequeños pueden transitar. Problemas de inventario no tienen. Una gran variedad de ropa es exhibida en diferentes tallas, colores para niños y adultos.

De la seguridad se quejan clientes, buhoneros y comerciantes formales. Poco patrullaje policial se observa. Solo en algunos puntos específicos con en el boulevard de la Constitución hay de forma permanente dos motorizados instalados. Otro problema que deben sortear es el mal estado de calles como la 24 de junio. Huecos, aguas negras y hasta alcantarillas levantadas están presentes.

Porteños sortean dificultades para mantener tradiciones

Ante la proximidad de las fiestas decembrinas, en Puerto Cabello las familias inician las compras requeridas para el disfrute de estas fechas.

El principal reto son los estrenos de los niños. Para este 2014, el monto a invertir supera los dos salarios mínimos, que se ubica en cuatro mil 883 bolívares. La inversión ameritó de más recursos que los disponibles por el pago de utilidades o aguinaldos.

Las compras comenzaron en mi casa en octubre. Aún así nos falta uno de los muchachos, precisó María Rodríguez, ama de casa de Santa Cruz.

Mientras los compradores quedaron impactados por lo que marcaban las etiquetas, los comerciantes señalaron que el aumento viene desde los proveedores quienes, a su vez, atribuyen a la escasez estos significativos aumentos.

En medio de esta adjudicación de responsabilidades, los consumidores se ven obligados a pasearse de un lado al otro en su cacería por las mejores ofertas.

La queja es válida. Un pantalón jeans de dama no se consigue por menos de mil 500 bolívares. Sin los accesorios y la blusa. Un calzado para niño puede llegar hasta los dos mil bolívares.

Grisel Nava, contadora público y ama de casa, condenó que el incremento en ropa y calzado supere el 500%. La gente está haciendo lo justo para no perder la tradición pero no es fácil.




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