Que  interrumpan la electricidad por más de tres o cuatro horas diarias en los distintos estados del país,  que los apagones eléctricos son más constantes que las cadenas de radio y televisión de Nicolás Maduro,  que un 80 por ciento de venezolanos ya no come tres veces al día, que no se consigan medicinas ni productos alimenticios y  que las encontradas en farmacias y supermercados o automercados son inaccesible por sus altos precios, ya no es novedad. No es ya noticia. Tampoco un invento o una estrategia para tumbar al gobierno revolucionario.

Es peor que eso. Es una realidad espeluznante que aleja diariamente a las familias venezolanas de su merecido bienestar. Es una ruin verdad que agobia y produce desasosiego, mientras amenaza con producir  en cada uno de las personas que aún viven en esta tierra  la implosión mental. La locura. La paranoia, porque la comida no es lo único que falta en el hogar. También está presente en cada noche el insomnio. El cansancio físico y mental,  no sólo por la espera de la llegada del agua a las tuberías, sino por el estar alertas para apagar y desenchufar los aparatos eléctricos cada vez que los técnicos de Corpoelec dejen a oscuras a los miles de hogares de Venezuela y demuestran que ni la meritocracia ni el talento  gerencian esa empresa eléctrica, que la inversión en el sector es totalmente nula y que los sabotajes y la culpabilidad de las iguanas en las fallas eléctricas es un cuento a través del cual los oficialistas no asumen su responsabilidad y el nefasto manejo de esa empresa, la cual en otrora, con sus distintos nombres estatales, era sinónimo  de efectividad, responsabilidad en el suministro eléctrico .

Así como Corpoelec, Cantv ya no es eficiente ni eficaz en el servicio de las telecomunicaciones. En muchos hogares, la línea de su teléfono fijo está muerta y no hay técnico que la reviva, pues el abandono arropó el sistema comunicacional, en conjunto con el robo de la fibra óptica y los cables por  bandas organizadas, que no han sido  desmanteladas, pese a los distintos operativos de seguridad implantados desde la asunción del poder del actual Jefe del Estado. En CANTV no hay capacidad para solucionar, en 72 horas,  los problemas de comunicación como ocurría en la otrora  llamada Cuarta República. Para lo que si hay  tiempo es para advertir al afectado  su deber de continuar pagando al día  las facturas  emitidas por esta dependencia pública, para poder garantizar que la línea telefónica no sea transferida a otro cliente.  Negocio, ventajismo o desidia?

La falta de efectivo es otra calamidad. Algo inédito en el país y un problema de grandes dimensiones, con consecuencias graves en el comercio, el transporte y  en la  misma cotidianidad. Es  una estocada final  para sepultar de una vez por todas al tan golpeado sector comercial e informal. Para paralizar el transporte público y someter a sus usuarios a mayores torturas que las recibidas en las colas para comprar cualquier alimento. Es como querer doblegar al venezolano para que aprenda a vivir en el estiércol social y se convierta en un parásito del gobierno, un ser totalmente dependiente de las dadivas gubernamentales y apoyador irrestricto de las políticas populistas y efectistas.

Son 19 años labrando en pos de la destrucción de la nación. Por eso no se inmutan ante su gran obra. No se conmueven ante la muerte del niño por desnutrición ni del neonato fallecido, a causa del apagón que dejó sin funcionar el pulmón artificial donde estaba conectado y dependía su vida.  Al contrario, se contentan de ver los resultados exitosos en cada desastre presente.  Los revolucionarios y orquestadores del Socialismo del Siglo XXI están satisfechos de ver como Venezuela poco a poco está quedando en la ruina y en como sus hijos huyen del yugo del autoritarismo,  del  hambre, del desempleo y de una bala que pudiera acabar con su vida o la vida de un familiar sí se atreven a revelarse a las atrocidades del gobierno de Nicolás Maduro y los miembros de su gabinete.

PDVSA ya no tiene prestancia nacional ni internacional por la calidad de su gestión.  Se esfumo la meritocracia habida durante la democracia. Ahora es del pueblo y no es de nadie. No tiene dolientes. Por eso, hoy no  está en capacidad de actuar como la promotora del desarrolla nacional. La convirtieron en  una estructura hueca, politizada e ideologizada, constituida por  un personal que no cuenta en su haber laboral  con  los conocimientos teóricos y técnicos  requeridos para enfrentar la explotación y producción de petróleo. Los incendios continuos en los distintos complejos de refinería  muestran que sus trabajadores no tienen la experiencia ni la pericia de quienes laboraron allí hasta  que el presidente Hugo Chávez Frías los botó por protagonizar, en 2002, un paro petrolero con el fin de frenar la amenaza del gobierno bolivariano de destruir los estatutos de la empresa con la partidización de sus procesos. La venganza del comandante cifró la liquidación de esos profesionales del petróleo, a quienes acusó de parar la industria para lograr su dimisión. Dimisión no alcanzada por la visión autoritaria y no democrática del Jefe del Estado ya fallecido.

Hay hambre. No sólo por falta de alimentos, sino por la carencia del amor y el cobijo de los  hijos que han asesinado brutalmente por simplemente  salir a la calle a exigir  ya basta de tanta inconstitucionalidad  o porque  se han ido hacia otros países para lograr sueños inalcanzables en su  terruño natal, pues hoy  lo más importante en su tierra ya no es el desarrollo humano y social, sino la implantación de un Estado Comunal, en el cual estorban tanto la propiedad privada, como  las libertades públicas, al igual que el merendar o el desayunar pan tostado con mermelada o un buen cereal, con leche de calidad y frutas abundantes.

La Venezuela actual no se cansa de llorar. Tampoco sus habitantes, porque hay muerte por inanición y falta de medicamentos.   El cansancio en el mirar y el caminar igual se observa. No hay felicidad. Menos esperanzas ni deseos de soportar más la calamidad que implica vivir en la revolución bolivariana. Sólo abunda la inercia gubernamental.   En tanto, se multiplica  la propaganda política que sigue vendiendo a Hugo Chávez como el salvador de la patria, aunque sea el gestor de este gran declave económico, político y social. Igual, la otra, la propaganda oficial que muestra a Nicolás Maduro como el ungido por Chávez para seguir su legado, el cual no es otro que la destrucción de los principios democráticos de Venezuela y la imposición del comunismo. Una propaganda que resalta al carnet de la patria como el instrumento de identidad garante del bienestar social. No obstante, desde hace más de ocho meses no llega la caja ni la bolsa del Clap y la gente no haya que comprar con una pensión que ahora se ubica en los 549 mil 646 bolívares y un sueldo nominal  que realmente es el que vale por tener incidencia en los pasivos laborales, utilidades y vacaciones, de 392 mil 645 bolívares, más una cesta ticket que alcanzan los 915 mil bolívares, mientras la canasta básica familiar mensual se ubicó en aproximadamente 26 millones de bolívares.

El carnet de la patria per se, no paga nada. Solo es el mecanismo más expedito para instaurar  el control social y para aplicar el apartheid político a los venezolanos. Es una forma fácil que tienen los funcionarios del gobierno de  saber a quienes pueden obligar a votar por sus representantes en cuanta elección programen las rectoras del Consejo Nacional Electoral de manera legal e ilegal, así como de asistir a los actos y arengas políticas. Así que esos bonos otorgados a las mujeres embarazadas y demás personas tienen un trasfondo macabro, un fin maquiavélico para alcanzar fines políticos no deseados por el 83 por ciento de la población, como es que el presidente Nicolás Maduro no sea reelegido en los próximos comicios presidenciales. No es una ofrenda al necesitado ni una  solución económica para acabar con su pobreza. Es la forma más idónea de manipulación y dominio político.  Es un dispositivo con el cual el venezolano que lo tiene se convertirá en un rehén de las pretensiones de Nicolás Maduro y todos quienes le acompañan en ese ensayo y error que se llama Socialismo del Siglo XXI, o lo que es igual, como afirmó Fidel Castro, el Comunismo.

 

 

 

 

 




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