”… Están perdiendo sus esperanzas y olvidando a sus sueños. Así es como la Nada se vuelve más fuerte ¿Por qué? -Porque el humano sin esperanzas es fácil de controlar y aquel que tenga el control, tendrá el Poder… ”. Michael Ende “La Historia sin Fin”

Decía Antonio Gramsci, una de las figuras más importantes del pensamiento marxista, que las crisis son esos momentos en los que lo viejo no acaba de morir, lo nuevo no acaba de nacer, son momentos de claroscuro donde pueden renacer monstruos. Situaciones como las éstas son las que provocan la ansiedad y la incertidumbre, la desesperanza y hasta un sentimiento de culpa que puede llegar a perturbar nuestra voluntad.

Por allá, en 1989, cuando se desmoronaba el “socialismo real” en Europa del Este, él para ese entonces director de Planeamiento de Política del Departamento de Estado de Estados Unidos, Francis Fukuyama, publicó un polémico libro titulado “El fin de la Historia y el último hombre”, en el cual sostenía en una controvertida tesis del fin de la Historia, pensando que sería la teoría dominante en los años venideros. Sin embargo, lo parcial de su visión ha hecho que, con el paso del tiempo, ésta sea tenida como una teoría poco acertada y poco aceptada por los historiadores contemporáneos. El error de Fukuyama consistió ante todo en suponer que esos dos mundos, el de la libertad y el de la historia, seguirían vías alejadas entre sí, con un escaso grado de interacción.

Proponía la sustitución de una política basada en ideas por otra fundada en la gestión técnica de la realidad. Recordemos que cuando eso pasaba, acá en nuestro país “bajaron los cerros”… Pero ésa es otra historia… concatenada con ésta.

La realidad de las ideologías no es que desaparezcan con el paso del tiempo, sino que se han desprestigiado a causa de la degeneración de las ideas, o por la evidente concepción de la política como un simple ejercicio del poder, sin metas, propósitos o ideales más allá de la única perpetuación en el poder; lo que ha acarreado cansancio, mediocridad, poca participación y hasta flojera mental. A veces son, precisamente los ideales por los cuales mueren las personas, los que les imposibilitan vivir y trabajar juntos. La mayoría de los venezolanos no tenemos hoy una ideología política en la cual creer, un proyecto de progreso social en el cual participar, ni siquiera nos han dejado un lejano horizonte para mirar. Entonces el sentimiento que predomina es el de la impotencia. Nos sentimos impotentes frente a lo que ocurre en el país. Pero, todos los venezolanos de buena voluntad y sanos principios sabemos que no podemos conformarnos con lo que lo que hoy se nos presenta como país; sabemos que hay opciones distintas para superar las crisis por las que estamos pasando No queremos conformarnos con lo que lo que hoy se nos presenta como país; sabemos que hay opciones distintas para superar las crisis por las que estamos pasando.

Ante la falta de una opción ideológica o de liderazgos extraviados, la única alternativa es tomar el partido por la defensa de nuestros derechos, que ya han sido bastante golpeados; ante la impotencia debemos armarnos, además de consignas y pancartas, con una firme moral del deber: que cada cual haga de su oficio, de su estudio, de su trabajo, de su labor, de su calle, un arma cargada de esperanza y compromiso, de temple y perseverancia, que son las verdaderas municiones para la dura pelea de defender el porvenir de nuestros hijos.

Debemos armarnos también contra el fatalismo o la indiferencia, y no se plantea el asumir falsos idealismos que nos impidan la comprensión eficiente del juego social, económico y político del país que hoy tenemos, sino de no sumarnos al derrotismo y a la indiferencia frente a lo que estamos viviendo.
Consideramos necesario recordarlo: el recorrido del camino que ha emprendido la mayoría de los ciudadanos no consiste en una carrera de rapidez, sino de resistencia. Si hemos tropezado una vez más muy cerca de la meta, tengámosle sólo miedo a darnos por vencidos.

Y mucho cuidado con confundir la anestesia con la esperanza.




Estimado lector: El Diario El Carabobeño es defensor de los valores democráticos y de la comunicación libre y plural, por lo que los invitamos a emitir sus comentarios con respeto. No está permitida la publicación de mensajes violentos, ofensivos, difamatorios o que infrinjan lo estipulado en el artículo 27 de la Ley de Responsabilidad en Radio, TV y Medios Electrónicos. Nos reservamos el derecho a eliminar los mensajes que incumplan esta normativa y serán suprimidos del portal los contenidos que violen la Constitución y las leyes.