trancazo
(Foto Dayrí Blanco)
Dhameliz Díaz

Mejor regrésese…

– Pero debo ir a El Carabobeño soy… (Me interrumpió)

– Sé quién es usted. En Naguanagua ya hay saqueos, informó el señor con el rostro descubierto quien aconsejaba no intentar atravesar por la acera la barricada formal levantada frente a la Torre Strato en la avenida Bolívar Norte, a una cuadra de la Redoma de Guaparo.

Tenaz me resistía a dar marcha atrás.

– Resguárdese, me ordenó. “Estamos esperando instrucciones, ojalá el Ministro de la Defensa anuncié que el Presidente renunció y sale del país”.

¿Por qué cree que eso sucederá?

Descalifiqué la fuerza que podían tener las acciones que mantenían trancado el Norte de Valencia pasado el mediodía del 2 de mayo. “En el barrio Mañonguito están alborotados, distribuyéndose los comercios que saquearán”.

¿Una advertencia?, ¿A quién obedecen esos comandos?

– A esa altura del recorrido, desde el Centro Comercial Shopping Center en Prebo, las características de la tranca habían cambiado sustancialmente.

Mañonguito y saqueos. Dos palabras que obligaban a retroceder sin más demora y retomar el rumbo por la Calle de los Colegios, hasta llegar a la Redoma de Guaparo y desde allí a Mañongo.

A las 2:30 de la tarde, el norte de la ciudad de Valencia permanecía bloqueado, esto incluía las avenidas Fernando Figueredo y Andrés Eloy Blanco, las que se comunican con sectores de Prebo, Santa Cecilia, Agua Blanca y Los Nísperos.

No había manera de sortear los obstáculos que permitieran llegar hasta la avenida Bolívar Norte o el Paseo Cabriales para atravesar la Autopista del Este, ni a ninguno de los distribuidores entre los municipio Valencia y Naguanagua.

Tampoco podía conectar con El Viñedo para llegar a la Redoma de Guaparo. Era una multitud acatando el llamado de la Mesa de la Unidad Democrática a realizar una tranca con tiempo determinado: de 7:00 a 9:00 am.

Los manifestantes eran vecinos determinados, entre jóvenes y de la tercera edad, que improvisaron barricadas de palos, cintas, escombros, piedras. Pero lograron el cometido. Yo debía intentar llegar hasta el diario El Carabobeño. Y pensé: ¿El salvoconducto? El carnet de la empresa editora. “Soy periodista” decía desde la ventanilla del vehículo mostrando la identificación.

Tres señoras apostadas en una de las tres barricadas frente al Centro Comercial Shopping Center me indicaron cómo subir la acera, pasar al borde de un poste de luz y bajar por una de las calles hacia la Cruz Roja, desde dónde esperanzada podría atravesar la Avenida Bolívar hasta alcanzar el Paseo Cabriales. Otra barricada.

Una abuela de unos 70 años, sentada con su paraguas para resguardarse del sol observaba pasar el vehículo entre la acera y una pequeña brecha del pavimento sin obstáculos.

Otra anciana “guardiana” en una de esas esquinas de la urbanización Las Acacias que desembocan frente al Parque Negra Hipólita, portaba un cartel: “Estamos construyendo a Venezuela”.

En el empalme con el distribuidor de El Trigal, los encapuchados tenían el control. La negociación no funcionó: “Si te dejamos pasar, los otros carros que están estacionados-señaló 4 vehículos- querrán hacer lo mismo y no podemos permitirlo.

Devolverme hasta la avenida Bolívar era la opción más indicada, que a esa hora se llenaba de hombres y mujeres a pie, intentando llegar a sus hogares.

De la Cedeño hacia la avenida Bolívar Sur la situación era distinta. Los comercios del centro permanecían abiertos.

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Mientras, el Ministro de la Defensa anunciaba la feria de alimentos que pondría en marcha para abastecer a Venezuela.

 

 

 




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