En nuestro poderoso órgano cerebral permanece activa una concentración de energías anímicas (psíquicas), responsables de que seamos lo que somos y de que hagamos lo que hacemos: ¡Son energías responsables de todo! En la persona que disfrute un buen estado de salud física y mental, los altibajos que le afectan son ocasionales, y generalmente de escasas repercusiones, porque sus condiciones vitales le favorecen. ¿Por qué, entonces, en ocasiones perdemos de vista y dejamos fuera de control a ese elemento de poder, la “fuerza de voluntad”, cuando más la necesitamos?

No es extraño que comencemos activos, decididos, optimistas un proyecto, y ya “embarcados” y “navegando” en él, sentimos una acumulativa debilidad anímica, hasta perder mucho o el total de esas ganas que nos estimulaban en los comienzos. Las explicaciones a esta situación tan común son amplias y con gran variedad de estimaciones; desde las lógicas y “respetables”, hasta las mágicas, sin sentido, absurdas y especulativas… El vigoroso poeta francés, Víctor Hugo, opinó sobre este asunto, cuando con precisión oportuna dijo que “a nadie le faltan fuerzas; y lo que a muchos le falta es voluntad”. Quizás Víctor Hugo se refería a algunas de esas personas, en particular, y hacia ellos se dirigía en su comentario…

Hay aspectos que al analizarles con detalles, pueden darnos pautas sobre qué es lo que pueda ocurrirnos cuando entramos en una situación con tanta desmotivación, y nos explica además por qué nos cuesta tanto retomar y llevar adelante un proyecto, ni alcanzar a terminarlo como lo habíamos planificado desde un emocionante principio. Un primer elemento presente, creciente, y que no cesa de persistir sobre nosotros, es la aparición del exceso de autocontrol. Quizás todo esto nos parezca un absurdo o un contrasentido, porque siempre hemos creído que la falta de voluntad no tiene que ver, justamente, con el control que le prestemos a lo que hacemos. En otras palabras, parece ser algo de sentido común pensar que ¡mientras más control, mejor! ¡Pero, no es así!

Sin embargo, los especialistas dicen que todo esto se explica por la confusión generada, en nosotros, por una especie de “juego de equilibrio”. El hecho es que la voluntad no es una capacidad o energía que se considere inagotable, ni que esté siempre lista para ayudarnos. Al contrario, nuestra voluntad es limitada, y debemos mantenernos “dosificándola” con mucha habilidad, lógica y sentido, mientras nos encontremos en todo tipo de actividad. ¡Los seres humanos somos vulnerables a caer con facilidad en ciertas tentaciones, aun cuando más nos controlemos!

Un ejemplo sencillo de comprender es lo que ocurre con quienes llevan una dieta alimenticia estricta, cuando tienen un “desliz” o “descuido”, ocasionado por alguna tentación o interferencia, y durante breves minutos o segundos abandonan pensar en los efectos del estricto régimen de dieta. Ocurre, entonces, que aceleran la conducta contraria: ¡meterse un gozoso “atracón” de comida! En ese brevísimo tiempo, el pensamiento se aparta de la secuencia de actividad, de pensamientos y objetivos que traía, y pasa a otra breve, totalmente desligada de la premeditada.

Por esto es que el exceso de “fuerza de voluntad” puede convertirse en un enemigo y desorientación intermitente para el logro de objetivos… No nos “obliguemos”, entonces, a emprender lo que no nos agrada, porque puede ocurrir que se nos haga más poderosa la tentación de hacer cualquier otra cosa, aun cuando nos engañemos bajo la creencia de que somos personas activas, controladas y hacendosas. ¡Al “obligarnos” a emprender una actividad, aun cuando no nos agrade, también nos obligamos a abandonar la que sí nos guste! Generamos un fuerte conflicto y una agotadora situación conflictiva, plena del agobiante estrés que nosotros mismos hemos creado. ¿Cómo explicar esto en términos simples? ¡Sencillamente: lo que en apariencia es lo que nos agrada, es lo que no nos agrada!

El cansancio es otro factor con gran poder de deterioro en nuestra actividad física y psíquica, por lo cual debemos tenerlo en cuenta para el control de nuestros esquemas de administración de la voluntad. El cansancio tiene en la base el mismo poder de distracción que los elementos de distracción. La falta de sueño es notoria y aniquiladora en los momentos de extrema carencia. Nos hace propensos a claudicar o hacernos irresponsables, ante una fuerza tan agotadora que puede ganarnos sin previo aviso.

La ansiedad y las preocupaciones, por mayor que sea nuestro interés por lo que hagamos, pueden interferir, sin advertencias, cualquier programación de descanso que proyectemos. ¡Sin excepción! ¡El cansancio prolongado, tarde o temprano nos pasa factura! Todo proyecto ambicioso y bien proyectado debe contemplar, paralelo a los costos básicos de ejecución, los costos de inversión que correspondan a la recuperación e instantes de “recarga” del sueño fisiológico, y de los tiempos nutritivos de la tranquilidad programada… ¡Son gastos de inversión!

Si pensamos en un proyecto ambicioso, y alcanzar sanos las metas diseñadas, debemos dejar aclarada la cantidad y calidad de horas necesarias conque daremos satisfacción a las necesidades de nuestro organismo físico y mental; esto es, proyectar el nivel de recarga completo y de calidad.




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