Adiós abonados

40 años como abonado. Así demuestra Francisco Flores su afición al bate y la pelota, tradición que ha inculcado a su familia, como lo hicieron con él desde los cinco años.

Su historia no ha tenido un final feliz. Desde la temporada 2016-2017 la crisis económica le impide pagar los abonos de él, su esposa y sus hijas, dos beisbolistas de pura cepa. Hoy, al triplicarse los costos, está resignado al sillón de su casa, donde verá los partidos por televisión con los suyos y, si acaso, uno que otro amigo.

Acudir al José Bernardo Pérez o a cualquier otro estadio no es solo sentarse en la butaca y ver al Magallanes enfrentarse a los Leones del Caracas. Hay más gastos, que van desde el estacionamiento, hasta lo que se consume: Tequeños, cerveza, pepitos de pernil, tostones, refrescos, entre otros. Es una inversión que un abonado debe repetir en cada partido.»Uno no va al estadio a tomar agua, uno va allá a consumir y ahora hay que llevar una millonada para quedar satisfecho».

Flores recuerda que el penúltimo abono que compró le costó ocho mil bolívares y el siguiente, 24 mil. En la temporada 2016- 2017 el valor fue 124 mil bolívares. En el 2015, los gastos por partido eran de 10 mil bolívares, ahora  los calcula en unos 200 mil para complacer a toda la familia.

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Familia separada

Flores, un magallanero de tradición y por convicción, celebrará en su casa los 100 años del equipo que inició su recorrido por los océanos del béisbol 1917. No se siente tan afectado como sus hijas, pues mantiene la satisfacción de haber disfrutado como abonado por 40 años consecutivos.

Su familia sí resiente la crisis. El grupo de diferentes edades que antes se reunía cada año a hablar y a compartir la pasión del béisbol está disperso. Unos se fueron del país y otros no tienen cómo pagar las entradas.

Esa ausencia se volvió visible en las gradas desde 2016, pese a las decenas de promociones que invitaban a los aficionados a los estadios: Entradas gratis para los niños, 2×1, 3×1, cerveza gratis. Fueron variadas las ideas que, al final, no surtieron el efecto deseado. Las pantallas de televisión difundieron la notoria ausencia de fanaticada en las gradas, aún con las comodidades ofrecidas y que en el caso de los abonados eran más: «No hay que hacer colas, tienes tu puesto asegurado, puedes llegar temprano y ver a los equipos entrenar o llegar cinco minutos antes de que empiece el partido».

Esos lujos se vuelven un privilegio para los que tienen suficientes ingresos mensuales. “Antes cualquiera que ahorraba dinero podía ser abonado, pero ahora es otra historia”. Flores no se considera de clase acomodada, pero si una persona trabajadora que se daba sus gustos y el béisbol, indudablemente, era uno de ellos.

Inolvidables

Su jugador preferido es Luis «Camaleón» García, fallecido en el 2014 y quien fue uno de los mejores tercera base de la historia del baseball venezolano. A este ícono lo acompañan, en sus preferencias, Damaso Blanco y Gustavo Gil.

Muchas son las historias que rondan la memoria de Flores y una que se atreve a compartir la califica como “viejita”, porque ocurrió hace mucho tiempo. Era una Serie del Caribe disputada en  Caracas. La Nave Turca se enfrentaba a Puerto Rico y llevaban la victoria, mientras pichaba el zuliano Ramón Monzant, quien llevaba a sus rivales en cero, mientras el gringo Willie Mays, tenía 20 turnos al bate sin hit y le metió uno a Monzant que fue un “home run” que todavía están buscando la pelota porque al parecer cayó en un camión de basura.

Como esa, hay otras jugadas que son imposibles de olvidar: La atrapada de Melvin Mora en el center field en la temporada del 93-94 en la que Magallanes estaba decidido a ganarle al Caracas, a estas se suman las increíbles jugadas de Álvaro Espinoza y Edgardo Alfonso, durante distintos partidos que no precisa.

Un jugador de campo

Por muchos años Francisco Flores vivió la pasión de ser beisbolista, eso ocurrió tres décadas atrás, en el Ital Neón de Valencia, de ahí migró al Colegio Don Bosco, después saltó al Santa Rosa, pero los mejores momentos los experimentó con los Cóndores de Bejuma. Ahí vivió gratas experiencias tanto en la serie juvenil como en la adulta, en donde lograría el triunfo en el campeonato de Transporte Universitario del año 1972,. Sus rivales fueron la Universidad de Carabobo, Transportes Panamericanos y otros dos equipos que ya no recuerda.

En esos días se desempeñó como tercera base y ve las diferencias del deporte de su época con el de ahora. Hay más infraestructuras y espacios en el que desenvolverse. Esos cambios marcan la evolución del béisbol en Venezuela,  que a su juicio inició desde el Patón Carrasquel, el primer criollo en ser grandes ligas.

Este logro llevó a las escuelas deportivas a prepararse y a formar un futuro que en la actualidad ve un poco tambaleante, por la crisis económica que puso en el olvido a muchos campos administrados por grandes ligas.

Pasión inmortal

Hay experiencias como abono en las que los eternos rivales tienen un lugar especial, más de una vez le tocó compartir asiento con un caraquista y eso iniciaba la disputa de quién le ganaría a quién y luego quién debería quitarse la camisa tras la derrota, porque seguro le caería una ronda de chalequeos.

Un factor que también influye en su decisión de no comprar abonados es la incógnita de no saber quién va jugar “Tú te metes en un abono caro y luego ves jugar a un montón de personas que ya deberían estar en retiro y ya los grandes ligas no van a hacerlo y hay otros novatos que no tienen permiso de venir al país”

Flores atribuye a la crisis económica el fin de una tradición de más de 40 años, pero no de una pasión que se vive en las calles y en el día a día. El valor de una entrada lo alejará del estadio, pero no del béisbol. “Esa emoción viaja con uno, siempre habrá un lugar donde expresar el sentimiento beisbolista”.

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