Jesús de Nazaret no se dejó intimidar por los condicionamientos de su tiempo. Los hombres habían interpretado la Palabra de Dios, la del Antiguo Testamento, para el bien de la comunidad y el crecimiento espiritual del Pueblo de Dios. Pero algunas indicaciones y ordenanzas parecían no adecuadas para relacionarse con Dios y el prójimo. Jesús, incluso, denuncia la hipocresía de muchas de esas leyes. En el texto del evangelista Mateo se citan algunos pasajes del Pentateuco. Lo que debe tener en cuenta el cristiano es que el Maestro es el verdadero intérprete de la Sagrada Escritura. Él pasa de un Testamento a otro con una novedad que trae frescura y radicalidad de cara a Dios y en favor de los hombres, ejerciendo misericordia y mucho amor para los más pobres y desvalidos.

se respetaba literalmente; aquello que era substraído, era repuesto de la misma manera

La primera cita, conocida como la ley del talión, el ojo por ojo, se toma de Ex 21,24, Lev 24,20 y Dt 19,21. El comportamiento ante esta “ley” se respetaba literalmente; aquello que era substraído, era repuesto de la misma manera. En ocasiones, un daño procurado, generaba otro “daño” en compensación para volver a procurar la paz entre las partes; pero esa fue la solución acordada convencionalmente entre los hombres. Tal vez Dios tenía en mente otro modo de proceder, para crear una verdadera situación de paz y alegría. Y así hizo Jesús. Él propone, ante la ley del talión, que no se resista ante el mal, antes bien, ante una cachetada, se debe ofrecer la otra, y ante la petición de otorgar la túnica, se debe dejar también el manto, es decir, más de lo que pidieron. Si alguien necesita una ayuda, con generosidad, se puede ofrecer más de aquello que se pidió. Si la invitación es la de caminar una milla, pues se duplica la distancia. A quien pida, hay que darle; a quien quite prestado, no se le debe dar la espalda.

Ante la praxis, por cierto, muy aceptada, de amar al prójimo y odiar al enemigo, Jesús propone amar a los enemigos y rezar por los perseguidores. Si el hombre de hoy acogiera esta máxima, sería más feliz y se evitarían tantos conflictos bélicos. Jesús presenta el amor a todos por igual, para que seamos considerados hijos del Padre celestial, el mismo que hace salir su sol sobre malos y buenos, y hace llover sobre justos e injustos.

Otra propuesta de Jesús que va en la misma línea, hace referencia al amar a los que nos aman: ¿qué recompensa tiene eso? ¿Acaso así no se comportan también los publicanos? Si se saluda a los hermanos, ¿qué hay de particular en todo aquello? Así se comportan los que no tienen fe. En fin, la sugerencia es directa y clara. Se trata de ser perfectos como el Padre celestial lo es. Él cree en nosotros y tiene confianza en que podemos llegar a las altas cumbres de la santidad.




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