Un grupo de trabajadores de la empresa de cauchos Alice Firestone protestó para exigir que el patrono cumpla la providencia emanada por la inspectoría del trabajo en la que obliga a la compañía a reenganchar al personal que sacó bajo la figura de «permiso».

Armando Guillén trabajó durante 34 años como operador. El explicó que tienen 24 meses fuera, luchando en la inspectoría. «Después de 2 años el ente nos dio la providencia a nuestro favor».

Según detalló, la providencia establece que la empresa debe reincorporarlos, pagarles salarios caídos y todos los beneficios, pero la empresa quiere imponer sus condiciones. «Nos están llamando de 5 en 5, y el representante dice que nos va a reintegrar pero que no nos deben nada, que vamos a empezar como nuevos y que perdimos todos nuestros años y beneficios que teníamos».

Guillén detalló que pertenece al grupo de 252 trabajadores de Alice Firestone que fue enviado a sus hogares en abril de 2019 y que desde diciembre del 2020 espera junto a otras personas el acatamiento de la providencia por parte de la empresa.

El trabajador aseguró que la empresa está produciendo cauchos agrícolas y exportando neumáticos para motos. «La producción nacional por muy mala que esté se vende».

Celis Argüelles, montacarguista con 37 años en la empresa, relató que que desde la unión de Bridgestone Firestone comenzó la baja en la productividad de la compañía. «Mientras estuvimos con la transnacional Firestone la producción nunca bajó de unos  9 mil cauchos, incluso se llegó a un récord de 12 mil diarios. Cuando vendió a Bridgestone a los 3 años comenzó la merma a 6 mil o 7 mil cauchos».

Pedro Álvarez, empleado con 27 años en la industria, contó que no cuentan ni siquiera con HCM, recordó que con el salario que tenían anteriormente podían comprarse una nevera en una semana. «En un año te comprabas un carro. Podías adquirir una casa planificándote, y ahorita ni siquiera una harina».

Álvarez pertenece al grupo de alrededor de 80 trabajadores que salió por motivo de la pandemia de la COVID-19, aunque aseguró que varios de sus compañeros abandonaron la lucha y se fueron porque no aguantaron la presión. «Nos estaban pagando salario mínimo».

La producción de cauchos, al menos para el momento de la suspensión del grupo de trabajadores en el año 2019, estaba entre 800 y 1.500 diarios.




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