El periodista Alfredo Fermín. (Foto Archivo)

Ya se cumplió un año de aquel triste día en que nuestro amado amigo Alfredo Fermín se fue al encuentro del señor. El 16 de junio de 2020 se apagó la luz de uno de los mejores periodistas que ha tenido el estado, y que trabajó por más de 40 años en El Carabobeño.

Ocurrió en plena pandemia, lo que limitó los deseos de llorar abrazados por su partida.

Excelente como periodista, pues manejaba a la perfección varias fuentes. Política, cultura, iglesia, sociales y los toros conformaron su pasión al momento de escribir. Por su puesto, eso incluía su famosa columna dominical Hoy y Después en Valencia, desde donde defendía los valores e intereses de la ciudad que lo vio crecer como profesional.

Sus constantes viajes a Europa y parte de Asia permitieron que ampliara sus conocimientos sobre diversos temas, sobre todo del área cultural. Aunque por su sencillez no se jactaba de ello.

Pero lo que más destacaba de Alfredo era su forma de ser. Solidario como ninguno. Trataba de la misma forma tanto al que tenía dinero, como al más humilde, por eso supo ganarse la admiración y el cariño de un buen número de personas.

Como es de imaginarse, las críticas que hacía en sus escritos no siempre eran del agrado de todos. Por eso, sin saberlo, también se ganó algunas enemistades, aunque no guardaba rencor a ninguno. Cuando se enteraba que alguien hablaba mal de él, solo decía “Que broma”.

Pero afortunadamente fueron más sus amigos. Por eso cuando se enfermó, sus más allegados estuvieron siempre con él. Freddy Medina, Darsy Alvarado y Carolina González, de El Carabobeño, nunca tuvieron reparos en ir a su casa a ayudarlo en lo que podían.

Pero el vecino de cubículo se fue muy rápido. Le faltaron muchos cuentos por contar, muchos momentos que disfrutar con sus amigos en El Carabobeño, su segunda casa.

Seguro le hubiese gustado reseñar todos los acontecimientos relativos a la beatificación del doctor José Gregorio Hernández, de quien, al igual que la virgen del Socorro, era devoto.

A un año de su partida su recuerdo duele, sobre todo si se visita el periódico y se ve su cubículo con casi todo lo que dejó, como esperando su regreso.

exposicion de arte italiana DE GIOOTTO A CARAVAGGIO
Fermín siempre amó el arte. (Foto archivo El Carabobeño)

OTROS AMIGOS

Entre sus grandes amigos hay muchos testimonios de su trabajo, de personajes como José Napoleón Oropeza, Alecia Franco, Rubén Limas y Mariana Bencomo. Consuelo González, su gran amiga, también falleció el año pasado.

 

JOSE NAPOLEON OROPEZA: Alfredo Fermín un árbol de luz

Luego de permanecer cincuenta años entre nosotros, quienes tuvimos la suerte de convivir con él alguna vez en los espacios de El Carabobeño, Universidad de Carabobo y Ateneo de Valencia, ( las tres puertas por las cuales se entraba a Valencia, según recalcaba, de manera enfática nuestro segundo cronista de la ciudad, el inolvidable escritor don Alfonso Marín), el reconocido y muy apreciado periodista Alfredo Fermín se marchó de la ciudad que tanto amaba, hace exactamente un año, hoy 16 de junio de 2021.

Fermín había arribado a Valencia en el año 1971, luego de haber cumplido su labor como periodista en Maracay, donde, recién graduado como Licenciado en Comunicación Social con honores en la UCV, ejerció  su oficio de periodista corresponsal del Diario El Carabobeño en esa ciudad, en la cual, además de cumplir con todas las labores que exigía el ejercicio de la profesión, comenzó a estudiar, con entusiasmo y afán, los lenguajes del arte. Asistía a charlas en la Escuela de Arte “Rafael Monasterios” y a todas las actividades que, en aquellos días, se llevaban a cabo en la Casa de la Cultura de Maracay.

Una vez que se produjo su traslado a Valencia y se le encargó cubrir la fuente de política, Fermín empezaría a desarrollar una actividad, sin precedentes, en los predios periodísticos de nuestra ciudad.

No sólo registraba las actividades que se cumplían en la Asamblea Legislativa, la Gobernación del Estado y en el Concejo Municipal, sino que, igualmente, acompañado siempre por los reporteros gráficos Clemente Espinoza, Carlos Briceño o Andrés Galindo, el flamante redactor político de El Carabobeño se ocupaba, igualmente, de asistir y de cubrir las actividades de creación y difusión de las actividades artísticas y de promoción cultural que se llevaban a cabo en los predios del Ateneo de Valencia y de la Universidad de Carabobo.

Tras sus vinculaciones con el Ateneo de Valencia, fue designado como miembro de la Comisión de Artes Plásticas de esta institución, actividad que cumpliría con denuedo, con vocación de servicio, erigiéndose como un firme defensor de esta institución y de dos de sus actividades fundamentales: el Salón “Arturo Michelena” y la Bienal de Literatura “José Rafael Pocaterra”.

Tras esa labor de periodista cumplida en ambas fuentes, la política y la cultural, nació su memorable columna Hoy y después en Valencia, a través de la cual, a manera de un foco de luz, presentaba inquietudes pertinentes, no sólo sobre el  funcionamiento de  las instituciones que promovían la cultura y las artes sino que, señalaba, advertía, con claridad y firmeza, sobre situaciones que considerase nocivas a la ciudad.

Como lo fueron sus campañas en defensa del patrimonio arquitectónico de Valencia, de su conservación y cuidado permanente, así como reclamos públicos a gobernantes de turno, cuando consideraba que el deberera apoyar a las instituciones culturales.

O en la oportunidad que se estaban cometiendo afrentas contra el patrimonio público, como ocurrió con la cruenta toma del Ateneo de Valencia, institución privada de servicio público, sostenido a través de varias décadas, desde su fundación el 25 de febrero de 1936.

Sus años de permanencia en la ciudad de Paris, visitando museos, asistiendo a talleres de arte y de literatura en La Sorbona, quizá, constituyeron el más grande acicate para su formación en el área de la información y comunicación de eventos culturales.

Pero mucho antes, ya en nuestro querido periodista, en su alma, por sus venas, circulaba la sangre y la savia de un árbol que fue creciendo, a la par de las instituciones a las que tanto amó: El Carabobeño y su amado y respetado Ateneo de  Valencia.

En ambas instituciones su figura fue creciendo, de manera lenta, pero, firme, indetenible, como lo hacen los árboles. Como ellos, Alfredo Fermín dejó a su paso por esta ciudad una estela de luz nacida de sus ramas, de su tronco. De una palabra precisa, luminosa, como si estuviera repitiendo, reinventando, a cada paso por las calles de nuestra ciudad, el sacudón, lento, callado de las hojas de un árbol clavado entre cielo y tierra para siempre. Un árbol eterno, como sus hojas, sus raíces, su tronco, sembrado, para siempre, en el corazón de esta ciudad.

En uno de los conciertos en su honor.

ALECIA FRANCO: Todo un caballero respetuoso

Alfredo Fermín González era un hombre de postín, educado, fino y observador como ninguno. Fue aceptado por la sociedad valenciana, que dicen que es muy cerrada, porque era un hombre cabal, un caballero y tenía don de gente. Supo codearse con todos, desde la gente más humilde, hasta la más encopetada, porque se ponía a la altura de quien lo necesitara; así fuera para hacer una entrevista de un personaje folklórico hasta reseñar una gran cena que cumplía con todo el protocolo social.

Hay tanto que hablar de Alfredo me faltaría tiempo y espacio, pero no puedo dejar de mencionar lo que era como amigo. Un ser excepcional, pendiente de cada persona que le había demostrado cariño y amistad, era de esos seres agradecido que sabía el día de tu cumpleaños, los nombres de tus hijos y de tus nietos, los eventos que pudieran pasar en tu vida, tanto buenos como malos y allí estaba él, felicitándote,  dándote consejos o consolándote si era necesario.

Era un hombre que le apasionaba la belleza y sabía disfrutarla, tanto en las obras de arte, como en la buena  música y el canto. Igualmente admiraba la belleza femenina y se enorgullecía de la mujer valenciana, como se vestía, como se comportaba y como lucía siempre bella.

Igualmente se daba cuenta de lo feo y de mal gusto y no lo soportaba, diciendo: «aunque la mona se vista de seda…..mona se queda».

De verdad que era una delicia estar con Alfredo en una reunión, en un brindis institucional,  una fiesta  o una recepción de gala; poseía un humor fascinante, sacaba un chiste de cualquier cosa.

Pero a la hora de escribir una reseña social, era el mejor y más respetado, porque tenía un sexto sentido y un olfato periodístico que no lo ganaba nadie.

Yo mantuve con Alfredo una amistad de más de 50  años y nunca tuvimos ninguna discordia; era muy familiar y amó muchísimo a su familia, a pesar de que no tuvo la suerte de disfrutarla; pero sus verdaderos amigos, éramos más que familia.

Es grato recordar entre ellos a mi amada amiga Consuelo González Cortes, con quien hacíamos un trio perfecto; estuvimos trabajando juntos cada fin de año por más de tres décadas en la página Eventos y su Gente, que publicaba El Carabobeño todos los 31 de Diciembre.

También estábamos juntos en el Ateneo de Valencia, en la Sociedad Amigos de Valencia, en las obras que presentaran en el  Teatro Municipal, del cual fue presidente, en cualquier sarao, con periodistas y amigos.

Últimamente también estuvimos Alfredo y yo en el Hotel Hesperia en la Comisión de Cultura, él como miembro de su junta directiva y yo de apoyo en los actos protocolares que organizara esta estupenda organización, que vino a llenar los últimos años de gran alegría y gozo.

Allí en el Hesperia fueron sus más sonados homenajes, como la celebración del Doctorado Honoris Causa de la UC y el más cercano un concierto de la Orquesta Filarmónica de Carabobo en su honor y la celebración de la Orden “Alfredo Fermín” del Colegio Nacional de Periodistas de Carabobo, en su única clase.

Falleció el periodista Alfredo Fermín González
Alfredo Fermin, Foto cortesía Juan Carlos Hernandez

Así como única fue la vida de este gran ser humano, que nació, vivió y murió un día como hoy, 16 de Junio de 2020, con la misma humildad de siempre, pero con una grandeza de alma que supo calar en todos los corazones de los valencianos que tuvimos la suerte de conocerlo.

No podemos olvidar que fue íntimo amigo de la Iglesia católica y amante de la Virgen del Socorro. Tuvo una gran amistad con monseñor Reinaldo Del Prette, arzobispo de Valencia y con el padre Pedro Freitas, párroco de la Catedral; ellos eran sus confidentes y sabía describir con el léxico adecuado cada ceremonial religioso.

Devoto por muchos años de la Virgen del Socorro. (foto El Carabobeño)

 

RUBEN LIMAS: Alfredo fue ícono del periodismo escrito

Conocí a Alfredo Fermín por allá, al final del Siglo XX, año 98. AD tomaba la decisión de quitarle el apoyo al caudillo Alfaro Ucero y se producía la intervención del Comité Ejecutivo Seccional del Estado Carabobo, designando  las nuevas autoridades de la región, y yo,  asumía el cargo de secretario político del CES.

Él llegó a la rueda de prensa que se dio en la sede de la avenida Lara cruce con Branger y allí lo conocí. Era un hombre de caminar tranquilo y pausado, excelente observador, lo que lo hacía un buen crítico.

Maestro de pluma ágil, corazón gigante e incomparable. Su vida fue la historia de su pasión: hacer periodismo y educar a las nuevas generaciones de periodistas, su amor por el arte y su eterna preocupación por la cultura.

Hicimos una buena amistad, luego con el tiempo se convertiría en mi paciente hasta sus últimos momentos.

Su entrevistas siempre fueron muy objetivas, estudioso incansable del periodismo. Todo un caballero del periodismo, compartí con el dos angustias: la situación crítica que tomó el periodismo y la crisis del Diario el Carabobeño, y su otra preocupación la toma del Ateneo de Valencia, le angustiaba a donde iría a parar todas las obras de arte que allí se encuentran…

Fuimos buenos amigos, me respetó como médico y político, y yo a él como excelente icono del periodismo escrito.

 

MARIANA BENCOMO: Fue mi gran amigo

Yo conocía a Alfredo en 1993 en la sede de El Carabobeño en la Soublette. Yo estaba recién graduada de periodista y a pesar de nuestra diferencia de edad, conversando coincidimos en muchas cosas.

El era amante del cine y me enseñó mucho de ese tema. Compartimos muchas vivencias en el Cine Patio Trigal, con su amigo Daniel Labarca, quien era el director.

Alfredo era el único valenciano que yo conocía que había ido a la Bienal de Venecia, y producto de su insistencia yo voy a esa bienal cada dos años. También me inspiró para visitar la documenta de Kassel, (una de las exposiciones de arte contemporáneo más importante del mundo) y fui en una oportunidad, pero espero volver algún día.

Siempre defensor del Ateneo de Valencia. (foto cortesía)

 

A él le gustaba la ópera y la música clásica en general, lo que lo llevó a tener un programa bellísimo en la radio. Era un periodista de renacimiento porque podía cubrir un evento social y lo hacía excelente, al igual que ocurría con una corrida de toros.

También era experto en la fuente política y en cultura, lo cual hacía de maravilla porque le encantaba. Pocos periodistas tenían tanta intuición como él para captar un hecho noticioso. Era un instinto natural que tenía y que gracias a El Carabobeño pudo desarrollar.

En su momento fue el periodista más respetado de la ciudad, y me siento privilegiada de haber compartido con él muchos momentos hermosos. Tanto mi esposo Gonzalo como yo, lo admirábamos como periodista. Para mí fue alguien inolvidable.




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