Concentración Fuerte Paramacay / Luis Cabrera, 2019 / Fotografía digital

Por: Luis Cabrera / @salteveneno

El pasado 6 de mayo se celebró el Día Nacional del Reportero Gráfico, en conmemoración al 76 aniversario de la fundación del Círculo de Reporteros Gráficos de Venezuela. Esta fecha es propicia para hacer algunas reflexiones sobre los retos que tiene por delante este gremio de la imagen.

El punto de partida se resume en reconocer dónde estamos parados y el momento en que estamos viviendo porque, precisamente, nos encontramos en ese punto de inflexión de lo que representa el nuevo paradigma comunicacional, sesgada por realidades tan crudas como la franca desaparición de los medios impresos, por solo mencionar una.

Más allá de lo que representó la pandemia, hay que reconocer que estamos en una vorágine mucho más dinámica e inmediata, lo que ha trastocado duramente los flujogramas de procesos. Hay mucha competencia, sobre todo en cuanto a la manera cómo se comparte la imagen fotográfica en canales de alcance masivo como las redes sociales.

El primer reto a cuestas es ese conflicto de identidad: ¿Qué somos, fotoperiodistas, reporteros gráficos o fotógrafos de prensa? De entrada, parecen sinónimos pero no es así. Etimológicamente, las definiciones son diferentes. Por otro lado, los términos investigar, informar e imagen, son los pilares de nuestro oficio, pero en la práctica, en especial en el diarismo, la labor del fotógrafo se ha resumido a hacer una síntesis visual del hecho noticioso en una sola imagen.

Ahora bien, en las plataformas virtuales, nos encontramos con trabajos fotográficos que vagamente intentan justificar la imagen, el fotógrafo permanece anclado al texto para poder explicar pero no hay una investigación, mucho menos esperemos una reflexión transferible al espectador.

Eso es difícil diferenciarlo cuando la formación es completamente empírica o fundamentada solo en la práctica a modo de ensayo y error. El fotoperiodista requiere una formación académica, sustentada en un diseño curricular que contemple desde teorías sobre la construcción y lectura de la imagen, orígenes y evolución de los procesos fotográficos hasta prácticas de campo.

Lamentablemente, no existe una escuela de fotoperiodismo en Venezuela. La gran mayoría de los reporteros gráficos ha aprendido a ser fotógrafo y después se involucra en el mundo de la prensa, es decir, sale a “patear calle” y a aprender el oficio sobre la marcha. Una labor noble que ha dejado grandes maestros, sin embargo, de cara a la demanda de las nuevas dinámicas comunicacionales y la demanda de información (inmediatez), la formación académica se hace inexorable.

Como gremio estamos en capacidad de plantear un pensum de estudio, la base de formación de nuevas generaciones, la experiencia nos faculta para hacerlo y, por supuesto, adaptarnos a lo que estamos planteando. Porque sí, tenemos dolencias en cuanto a pensar la imagen.

Uno de los ídolos del fotoperiodismo es Robert Capa, autor de la célebre cita: “Si tus fotografías no son lo suficientemente buenas es porque no estás lo suficientemente cerca”. Esto no solo se refiere a la proximidad física, sino también a qué tan conectado estás con lo que se está fotografiando. Dicho de otro modo, el fotógrafo tiene que involucrarse con la noticia para sacarle provecho. Mientras más alejado (desconectado) se esté del hecho, el resultado será una vaga referencia visual, el reflejo de un reflejo.

Ciertamente, no podemos dejar la inseguridad, bien sea por delincuencia o por ataques a los medios, la falta de movilización por la falta de gasolina, entre otros problemas incluidos en el abanico de variables que no permiten un desenvolvimiento seguro de este oficio.

Uno de los retos más dañinos es precisamente la falta de interacción entre fotoperiodistas. No hay espacios de discusión donde dar a conocer sus logros, debilidades y oportunidades laborales. Carecemos de espacios expositivos y concursos arbitrados, donde el fotoperiodista tenga la oportunidad de mostrar sus trabajos, ya sea en físico o a través de una vitrina cultural y reciba el reconocimiento de sus pares y de la sociedad por su labor. Estamos ausentes de la academia, como espacios para promover los trabajos de investigación, individuales o grupales; escribir sobre fotografía y fotoperiodismo para cuestionar los paradigmas o establecerlos si no están planteados aún; y para generar un diseño curricular.

Un último, pero no menos importante reto, es la nueva estética presente en premios como el World Press Photo y Pulitzer, donde los nominados han presentado propuestas algo alejadas de lo que conocíamos como fotoperiodismo: Hay puestas en escena, retratos construidos. ¿Esta es acaso la nueva estética del fotoperiodismo? Una reflexión válida que contrasta con lo que ya manejamos. ¿Debemos acercarnos a esa estética esperando ser más atractivos a mercados foráneos o nos mantenemos con nuestras concepciones heredadas? Es una decisión individual. Pero si queremos enviar trabajos al exterior con un jurado que tiene otra mirada ante la fotografía, hay que tener en cuenta estos planteamientos o es muy probable que quedemos fuera del concurso.

No hay mucho para celebrar pero sí que reflexionar sobre hacia dónde queremos conducir al gremio de reporteros gráficos frente a este tablero de retos que tenemos por delante.




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