Violencia censurable / Luis Cabrera, 2015 / Fotografía digital

A propósito del Día Internacional de la Mujer, conviene hablar de ellas como protagonistas de varios escenarios de interés periodístico y el manejo de la imagen para reflejar ese contexto que, en el caso de Venezuela, según datos de la ONU, figura entre los 15 países con mayor número de feminicidios desde hace varios años. Tan solo en enero de 2020, se registraron extraoficialmente 34 presuntos homicidios de este tipo.

Sin duda, son cifras alarmantes, desalentadoras. Cada víctima se convirtió en un número estadístico, en una nota de sucesos, y en algunos casos, en una imagen fotográfica que viajó a través de las redes sociales para darle un rostro más a un problema que se agudiza. El debate está en cómo deben los profesionales de la fotografía manejar esa información visual en los medios y redes sociales. ¿Entra en discusión la ética?

Hasta ahora la situación ha sido así: En algunos casos la fotografía que acompaña a la nota es solo referencial porque muestra el rostro de la víctima en vida, en otros casos, esa imagen es explícita del hecho fatídico que devengó en su muerte. Silenciosa y en reposo, en medio de una escena dantesca que describe el horror que vivió justo antes de fallecer.

Al respecto, Johana Pérez Daza, periodista, investigadora, docente universitaria de comunicación, fotografía y relaciones internacionales describe: “La imagen nos interpela por lo que vemos y por lo que sentimos, tendiendo amplios puentes comunicativos”.

Este es el tipo de fotografía reaviva el debate sobre hasta qué punto es permisible o necesario ilustrar al espectador sobre el hecho violento, dónde impera el respeto a la víctima y sus deudos.

Para Susan Sontag “las fotos brutales exigen una brutalidad previa que es necesario conocer, con la que es necesario encararse, una sociedad democrática debe someterse a este tipo de ejercicios, si no se convierte, en cierto sentido en una sociedad cómplice de la brutalidad”.

Sontag plantea un argumento sólido que justifica por qué mostrar imágenes explícitas de hechos violentos. ¿Es quizá un argumento donde el morbo no tiene cabida? Lo cierto es que, privarnos de conocer cuánta violencia nos rodea, no nos exime de vivirla en carne propia, ni evita que las estadísticas se reviertan.

Por otro lado, cada sociedad con sus códigos, leyes e idiosincrasia, limitan el uso de este tipo de planteamiento como el expuesto por Sontag por considerarlos “liberales”. El respeto a los dolientes y la memoria de la víctima tienen peso dentro de nuestra sociedad y eso hay que tenerlo siempre presente.

Mostrar o no mostrar imágenes explícitas de hechos violentos. Este debate nunca va a acabar, ambas posiciones tienen en su misma medida argumentos válidos y flaquezas.

Un aporte de la fotografía al manejo de estos casos de violencia, es la investigación a posteriori, porque el problema de las muertes violentas va más allá del hecho en sí;  es también su ausencia en el entorno, el dolor de sus seres queridos y la causa de su muerte. De ahí que, los trabajos fotográficos de investigación logran ampliar no solo la noticia, sino el impacto que deja en cada familia.

Conviene recordar un ensayo fotográfico que realizó Luis Cobelo titulado “Ausencias” donde muestra los espacios del hogar y pertenencias de algunas víctimas de hechos violentos, así como el rostro de quienes sufren su partida.

Si bien, este tipo de trabajos  no genera el mismo impacto que la foto del suceso en sí (bordeando la delgada línea que las separa del sensacionalismo), no es menos cierto que sensibilizan al espectador con una violencia implícita y silente.

Sontag nos obliga a reflexionar cuando afirma de una manera sagaz y lúgubre que todas las fotografías son memento mori.

En todo caso, tenemos mucho por hacer, desde la educación, desde el hogar. Ser la voz de las mujeres que han sido blanco fácil de agresiones para que hechos como esos no se repitan. No es la lucha de un sector o movimiento social, es una lucha de todos.

Por: Luis Cabrera / @salteveneno




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