Por: Luis Cabrera / @salteveneno
La fotografía estenopeica es entendida por algunos como la génesis de la fotografía, es la expresión más cercana a la cámara oscura. La avalancha tecnológica ha ido relegando a la cámara estenopeica a un espacio sombrío, donde solo unos pocos románticos se reencuentran con ella.
Sin embargo, esta técnica por demás interesante, está tomando un nuevo aire en una coyuntura pandémica, e impulsada por su némesis: las redes sociales. Este empuje, a través de las propuestas de artistas y fotógrafos que retoman la fotografía estenopeica (y otras técnicas alternativas), es quizás consecuencia de la misma hipervisibilidad de la imagen a través del entorno digital. El creador de la imagen, se ha sentido motivado de tener mayor participación a lo largo del hecho fotográfico y no delegar tanto del mismo en el dispositivo electrónico de captura.
Entre lo poco que se ha escrito sobre esta técnica y la carrera tecnológica en el área fotográfica, quizás se generó un binomio que condenó a la estenopeica a convertirse en una especie de género fotográfico “de culto” – si es que lo podemos definir como un género per se – con una difusión escasa y silenciosa.
Parafraseando algunas reflexiones realizadas por Fernando Castro Flórez durante el seminario “Hacernos pensar nuestro tiempo. Arte contemporáneo en nuestra época” – en el marco del programa Crear el Futuro, auspiciado por Trasnocho Cultural, la Sala TAC y la Embajada de España en Venezuela, y la Agencia Española de Cooperación Internacional para el Desarrollo (AECID) – encontramos algunos paradigmas en curso del arte contemporáneo donde la fotografía estenopeica encuentra un espacio, un halo que eleva el papel de la estenopeica en este momento:
• La reterritorialización identitaria y la desterritorialización tecnológica, es decir, esa búsqueda del autor por su impronta a través de una menor dependencia de los medios tecnológicos. La carrera tecnológica no se detiene, y muchos son los artistas que no se pueden mantener a la par por limitaciones presupuestarias. ¿Debe detenerse su producción artística por estas limitaciones? Sería insensato. La búsqueda de técnicas accesibles y que permitan generar una impronta (autoral) se hace necesario y justificado.
• La cámara estenopeica se convierte en sí, en una fuente nootrópica, estimulante cognitivo, los sentidos se avocan al hecho fotográfico, el proceso por demás artesanal, demanda una atención especial por parte del autor, involucrándolo íntimamente con cada imagen.
• En la actualidad, el báculo está en manos del discurso de la producción – o creación – y no es más que la dominancia de los procesos, esa necesidad artística que se reconozca la complejidad y belleza no solo de la obra, sino del proceso en sí. Sin duda, lo experimentamos a través de la estenopeica.
• La invitación a la performatividad, donde la subjetividad se hiperactiva. La obtención de la obra no solo depende de un clic y unos retoques, la participación directa e íntima del fotógrafo en cada etapa del proceso, hacen que haya una carga subjetiva que impregna el resultado.
• El slow culture, nos permite tomarnos el tiempo para pensar, crear, reflexionar, y no estar sometidos bajo el fuete de la inmediatez, con su carácter efímero. Desacelerar los procesos, y que ello nos permita generar mejores obras, con mejor contenido.
Pareciera entonces que los fotógrafos estenopeicos no son solo unos románticos, sino unos contestatarios, artistas que desde sus humildes trincheras contribuyen a construir las bases de nuevos paradigmas del arte contemporáneo. Pero no todo puede quedar en este punto, hay que pasar el testigo, la docencia es parte de nuestra responsabilidad social y cultural.
