Mensaje ambiguo / Luis Cabrera, 2017 / Fotografía digital

En la vorágine de las redes sociales, donde todo sucede al instante, hemos visto el
surgimiento de una nueva “especie” de fotografía periodística, desarrollada por
profesionales y aficionados, con criterios diversos y la aparente intención única de
informar al momento.

No es mucho lo que se ha teorizado sobre la fotografía periodística en los últimos
decenios, mucho menos desde la aparición de las redes sociales y su gran impacto en
el modo en que viajan las imágenes, a las que vemos ancladas a un texto explicativo
porque, aparentemente, sin éste estarían a la deriva.

Roland Barthes, nuestro maître à penser (“maestro del pensamiento”), definía al texto
que acompaña a la imagen como un mensaje parásito destinado a connotar la
fotografía, es decir, un mensaje secundario. Claro está, no podemos omitir la brecha
generacional entre este pensador y nosotros porque es palpable, sobre todo teniendo
en cuenta que la dinámica de las plataformas digitales es más rápida, inmediata y, si se
quiere violenta, en comparación con la que vivió este autor en su momento.

A pesar de lo anterior, la premisa de Barthes sigue vigente, el texto se convierte en un
“mal necesario” para evaluar la autenticidad del mensaje a través de las redes sociales,
dado el volumen de información que reciben los usuarios y a la evidente intención de

algunos malintencionados que apuestan a la desinformación y sensacionalismo solo
para ganar seguidores.

Una mirada mucho más contemporánea, como la del maestro Wilson Prada, plantea la
problematización de la fotografía periodística y su relación con el mensaje escrito: “Una
fotografía periodística no es entonces una ilustración del texto, ni pretende ocupar el
lugar de éste, más bien se presenta como un texto visual de alta complejidad en torno
al cual se teoriza bastante”.

A pesar de que la fotografía no es una representación literal de los hechos, así la
procesan las masas, porque la realidad resulta tan inmanejable que solo se logra
digerir a través de la distancia que ofrecen las imágenes.

Este principio se sustenta en la interpretación de la crítica de arte Anne Tronche en
relación a nuestro momento histórico. Ella sostiene que, “lo que define a nuestra
modernidad más reciente es a menudo una imagen que afirma ser la imagen de una
imagen”. Y en este plano cibernético donde se consumen fotografías vorazmente, éstas
se convierten en una segunda realidad, en un plano paralelo.

¿Se ha perdido sensibilidad ante la realidad? ¿Se vive a través de las imágenes (como
re-presentación)? Las fotografías son entonces una ventana que si bien llevan un
mensaje (fidedigno o no), también establecen una marcada distancia entre el hecho y
el espectador, por lo que se cumple la premisa de estar entretenido: “no sentir
demasiado”.

Pareciera incluso que el espectador prefiere esta distancia segura que le ofrece la
fotografía, para no darle espacio a las grandes pasiones, incluso si lo que ve son
grandes desgracias. Así, cuando se espera el horror, deja de ser cruel.

Entre tanto, continuamos absortos en las redes sociales, como aquellos ciudadanos de
los que hablaba Séneca, sentados en el circo o en el teatro, divirtiéndonos, ignorantes
de que nuestras casas acaban de arder en un incendio.

Por: Luis Cabrera / @salteveneno




Estimado lector: El Diario El Carabobeño es defensor de los valores democráticos y de la comunicación libre y plural, por lo que los invitamos a emitir sus comentarios con respeto. No está permitida la publicación de mensajes violentos, ofensivos, difamatorios o que infrinjan lo estipulado en el artículo 27 de la Ley de Responsabilidad en Radio, TV y Medios Electrónicos. Nos reservamos el derecho a eliminar los mensajes que incumplan esta normativa y serán suprimidos del portal los contenidos que violen la Constitución y las leyes.