(EFE)

Sentado en una hamaca colgada en los soportes de un rancho de madera, un anciano de la etnia Emberá de Panamá mira un horizonte que no le es muy agradable: la modernidad se ha colado en las costumbres de sus hijos, quienes poco a poco han cambiado su lengua al español y su forma de vestir tradicional.

En ese armazón con forma circular elaborado con la planta espavé, construido sobre pilotes a una altura de 2 metros sobre el nivel del suelo y solo abrigado por un techo cónico de hojas de palma, Julio Wainora parece temer lo peor, que desaparezca por completo el legado de sus antepasados.

«Ya los jóvenes no quieren hablar el idioma emberá, siento que estamos detrás de una cultura ajena, están olvidando la nuestra», expresó a Efe este indígena de la comunidad panameña de Ipetí Chocó, cerca de la frontera con Colombia.

Mientras enseñaba una casa de concreto construida por un programa gubernamental, Wainora aseguró que en ella solo viven sus hijos y nietos, acostumbrados a otra forma de vida más moderna con gustos de música y ropa diferentes a los ancestrales.

«Estoy acostumbrado a vivir así en mi rancho, aunque mi familia insiste en que me vaya con ellos. Ese lugar -dice señalando la casa de concreto- me da mucho calor y prefiero mi tambo (vivienda), aquí estoy más seguro, no hace tanto ruido cuando llueve y es fresco» dijo el hombre, que vive con su mujer.

Víctimas de un desalojo forzoso 

La presidenta del Congreso General Emberá de Alto Bayano de Panamá, Sara Omi, dijo en una entrevista a Efe que el asentamiento actual no es un lugar ancestralmente ocupado, sino que llegaron allí tras un desalojo forzoso para la construcción de una hidroeléctrica en el río Bayano.

Contó que este cambio supuso una barrera fuerte porque se dejaron lugares sagrados y otros elementos tradicionales.

«Hoy en día no se le da el valor a los saberes tradicionales como el tema de salud, otro son la de nuestras pinturas en los cuerpos, que representan nuestra cosmogonía», expresó muy preocupada.

La máxima autoridad del territorio de Ipetí señala que el paso hacia la modernidad tiene algunos aspectos negativos que afectan a su economía basada en el turismo, puesto que la posibilidad de llegar a sus territorios y encontrar una barriada moderna y otra tradicional aleja a los visitantes.

«Nuestro territorio comprende 3.194 hectáreas, tituladas bajo el concepto de propiedad colectiva, un 50 por ciento es bosque y la población es de casi 900 personas, todos tienen el deseo de tener una casa tradicional, pero tampoco hay suficientes recursos o los materiales se encuentran muy lejos», explicó Omi.

Trabajan ara recuperar su identidad

La líder resaltó que trabajan para recuperar su identidad, para lo que se ejecutan diversas iniciativas, desde educación para codificar la enseñanza en el idioma originario, proyectos de artesanías entre las mujeres y la proyección de las tradiciones ancestrales con eventos comunitarios.

El investigador social Gilberto Toro explicó a Efe que el cambio en las comunidades indígenas lo resienten más las personas de 70 y 80 años, frente a los jóvenes que buscan avanzar en el mundo de la tecnología.

«La práctica es lo que se respeta, y es ahí donde están los valores, aunque los indígenas, tanto de Panamá como del resto del continente, ven como amenaza la introducción de ciertos tipos de modernidad», subrayó.

Actualmente en Panamá a pesar de la cercanía que tienen los pueblos indígenas con la capital, estos se encuentran abandonados y enfrentan situaciones de pobreza, sobre todo comarcas y las tierras colectivas.

«Lo que vemos es que la actual generación también busca aprender y convivir con lo tecnológico sin tener que poner en peligro su cultura, pero hay otros que prefieren lo moderno», señaló el sociólogo.

Toro coincide con Omi en que la cultura es un atractivo turístico que puede ser explotado, manejando lo tradicional y lo moderno de forma conveniente.

Pero asegura que en otras etnias ven la invasión de turistas como un peligro, porque contaminan a los niños en su forma de vestir y hablar, pero lo aceptan con sabiduría porque saben que su tiempo ya pasó.

En Panamá existen cerca de 400.000 indígenas, que representan alrededor del 11 por ciento de la población total y que se agrupan en 7 etnias principales: Emberá, Wounaan, Guna, Ngäbe, Buglé, Naso y Bri-Bri.

Aunque el país centroamericano es uno de los que más crece de la región, la situación de los indígenas es precaria: la pobreza afecta al 96,7 por ciento de las personas y la desnutrición crónica al 72 por ciento de los niños menores de 5 años, de acuerdo a la última encuesta oficial. EFE




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