Más de 70 mil ciudadanos venezolanos entran y salen de Colombia por el Puente Internacional Simón Bolívar y de ellos, 5% lo hace para no regresar a su país.

Así, cada vez los venezolanos se encuentran cada vez más aislados. Y de acuerdo con Christian Krüger Sarmiento, director general de Migración Colombia, indicó que al menos 4 millones de personas han salido de Venezuela bajo las presidencias de Hugo Chávez y del actual presidente, Nicolás Maduro.

En vista de esto, cada vez son más los venezolanos que ven a sus seres queridos sellar su pasaporte sin esperanza de volver.

Lino Jiménez, transportista particular, en un trabajo para El Nacional, narró que es tan agobiante el sentimiento de soledad que cualquier atisbo de similitud, con las situaciones que antes formaban parte de su cotidianidad, le traen recuerdos difíciles de digerir.

“Yo creo que no hay palabras. Cómo describir esta soledad, esta cosa tan fea que yo he vivido después de tanto tiempo de casado, 30 años, y de la noche a la mañana yo me quedé sin nada, sin familia”, dijo Jiménez en un trabajo publicado en El Nacional Web.

Hace dos años partió su hija mayor, un año después su hijo y esposa. Ahora sus hijos le envían remesas, mientras buscan la manera de compartir de nuevo un “buenos días”.

“Yo en la casa lo que hago es deprimirme porque no tengo a mis seres queridos, ando sin ánimos, salgo a trabajar sin ánimos, como sin ánimo un día sí y un día no. Esas son cosas que en verdad le pegan muchísimo a uno”, expresó el transportista conteniendo las lágrimas.

De la misma manera, Daniel Piñango, empresario y padre de cuatro hijos, se haya sin parientes directos a quienes transmitirle las experiencias y vivencias que ha adquirido después de tantos viajes por la tierra tricolor.

El empresario vislumbró que la soledad se siente más pesada en la espalda que las piernas de sus hijos cuando los paseaba en sus hombros.

“Es tan bravo que cuando tú sales vas a ver que quedan unos grupos aquí y otros allá, tú estás en los dos lados. Quieres estar allá porque está tu familia, pero quieres estar aquí porque es tu tierra”, expresó el empresario mientras buscaba palabras para transmitir la encrucijada en la que se encuentra.

Detalló que son muchas las noches que los ojos no descansan por la incertidumbre, preguntándose: “¿Dónde están? ¿Qué están haciendo? ¿Hice bien al apoyarlos?”

“Pero a lo mejor, analizando la situación ahorita y comparándola con el sacrificio, tenía que hacerlo… a pesar del dolor, en ese momento fue la decisión correcta. ¡Aunque me duela! ¡Aunque los haya perdido!”, reflexionó el solitario padre.

Sanar las cicatrices

La psicóloga Gabriela Romero explicó que el duelo migratorio es de los más difíciles de afrontar. Es una pérdida real y se debe sobrellevar consciente de que es posible no volver a ver a esa persona.

“Se termina convirtiendo en un duelo que tiene muchas variables y es multiproblemático, haciendo que la vivencia del duelo sea mucho más dolorosa”, indicó Romero.

Es una situación desconsoladora porque no hay un cierre. “Mantienes el vínculo a distancia, es distinto a un duelo de muerte y un duelo material”.

La doctora hace énfasis en que para sobrellevar estas circunstancias es vital mantenerse ocupado y acudir a terapia.

“Buscar otras actividades que complementen estos espacios vacíos, que muchas veces quedan cuando se va un miembro de la familia (…) y acudir a terapia para que te ayude a procesar el duelo”, señaló la experta de manera concluyente.

Existe una frase de Lucio Anneo Séneca, un filósofo, político, orador y escritor romano, que bien se asemeja a la realidad actual: “Muy sentida es la muerte cuando el padre queda vivo”.

Poniendo la frase en contexto, esta expresión ejemplifica la dureza que pueden sentir las personas que han visto cambiar su vida, de una manera abrupta, por eventos más allá de su control.

En este país habitan más de 30 millones de personas, según el último censo del Instituto Nacional de Estadísticas, y tenemos más cosas en común que la angustia y la tristeza.

En tiempos de desesperanza, la historia ha demostrado que los seres humanos se juntan y apoyan mientras esperan por la luna que ilumine la noche oscura.




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