Felipe González y Antonio Ecarri. (Cortesía)

Antonio Ecarri, embajador por Venezuela en España, plantea que la democracia necesita un nuevo impulso, un nuevo relato, que se afinque en el fortalecimiento de sus instituciones, cambiando el modelo de una administración clientelar y burocrática, propia de comienzos del siglo XX.

Así lo dio conocer en su discurso de apertura del Foro online: Hacia un Nuevo Relato de la Democracia en América Latina, junto con el comisionado presidencial de Relaciones Exteriores Julio Borges, ambos designados por el presidente interino Juan Guaidó.

Tras dar la bienvenida al ex presidente del gobierno español Felipe González, como su primer invitado, junto al presidente encargado de Venezuela Juan Guaidó Márquez, sostiene que, este debe ser el norte de un Estado que contribuya a la construcción de ese nuevo relato, fortaleciendo su legitimidad y preservando la vieja, pero vigente.

Concepción de Montesquieu de la separación de poderes, que sirva de contrapesos necesarios para evitar nuevas fórmulas totalitarias en este siglo, conculcando la libertad.

El abogado y político venezolano, destaca que este nuevo modelo de administración, digital e inteligente, debe contrar con elementos integrantes de dicha política: la transparencia, la rendición de cuentas, la accesibilidad, la participación y la colaboración vertical y horizontal.

El profesor Antonio Ecarri, nombrado por la Asamblea Nacional el 19 de febrero de 2019. También es diputado suplente, plantea como la base del problema a debatir: la democracia es el sistema anhelado por los ciudadanos, generando progreso y bienestar al que Sir Winston Churchill, con su fina ironía característica, definía: “como el peor de los sistemas, excepción hecha de todos los demás”.

No obstante, hoy se cuestiona su desempeño desde dos puntos de vista diametralmente opuestos: unos, que plantean propuestas serias, para su progresiva perfectibilidad, en debates supranacionales y foros académicos.

Mientras tanto, otros lo cuestionan todo, para desestabilizarlo, destruirlo y sobre sus cenizas construir un Estado autoritario, totalitario y autocrático.

Trataron de hacerlo al principio, en los años 60 del siglo pasado, con la insurgencia guerrillera que fracasó estruendosamente, gracias a que fueron derrotados, política y militarmente, por los demócratas del continente americano liderados por Rómulo Betancourt.

Ahora, le dieron una vuelta de 180 grados al suiche de la dialéctica y salen al ruedo electoral, con planteamientos supuestamente democráticos, pero profundamente populistas para acabar con la democracia.

En los primeros momentos de auge, de esas propuestas populistas, fue seducido gran parte de los pueblos latinoamericanos con la denominada democracia participativa y, que, sin darse cuenta muchos de los nuestros, era la antítesis de la libertad, propuestas que eran solo para justificar reelecciones indefinidas, creando caudillos predestinados que generaron crisis humanitarias complejas, como ocurre en Cuba, Nicaragua y Venezuela.

Este tipo de crisis han sido de tal magnitud que, en el caso de Venezuela, es tan escandaloso, que a un país que le ingresaron en los últimos 20 años de régimen chavista: 2 billones 500.000 millones de dólares, es decir, varios Planes Marshall con que se reconstruyó toda Europa a final de la II Guerra, hoy tenemos una nación con la más grande diáspora que se conozca en el mundo de más de 5 millones de compatriotas, sin una guerra o una epidemia de por medio y se destruyó lo construido en democracia: la industria petrolera, la industria eléctrica, las empresas básicas y hemos terminado siendo un Estado fallido.

Nuestras democracias, debemos admitirlo, han sucumbido a serias crisis de gobernabilidad, que terminan generando estados débiles, con poca capacidad de dar respuesta, y en muchos casos degenerando en estados fallidos. Ahora, los demócratas estamos llamados a crear y consolidar las instituciones que le deben servir de sustento a las necesidades de una nueva sociedad dentro de esta aldea global.

Finalmente Antonio Ecarri concluye que un nuevo planteamiento debe girar sobre una democracia más humana, más sensible frente a los grandes retos sociales del siglo.

«Hoy la mejor política social que puede acompañar a la Democracia es la educación. Sin ella, nuestros pueblos seguirán siendo presa fácil del populismo y la demagogia de los victimarios de la libertad», concretó.

 




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