Historia y Tradición

Por su ubicación geográfica, Curazao está apegada por diversos motivos a nuestro país. Descubierta en 1500 por Alonso de Ojeda, Américo Vespucio y Juan de la Cosa, bautizada «la isla de los gigantes», debido a la estatura de sus pobladores. A partir de 1780, se inició un importante intercambio comercial con el añil, cacao y frutas, en trueque con quesos y mercancías holandesas. Curazao era visitada con frecuencia por el Zambo José Leonardo Chirino y su amo José Tellería, dueño de tierras en la serranía coriana; Chirino oía hablar de los postulados de la revolución francesa de libertad, igualdad y fraternidad, que lo inspirarían en sus futuros propósitos.

De Curazao se dirigieron hacia Coro los negros «loangos», llegados del reino del Congo, algunos de ellos acompañaron a Chirino en la lucha originada por el cobro de impuestos. El 13 de septiembre de 1797, en La Guaira se encontraban paseando procedentes de Curazao tres esclavos de la servidumbre de Francisco Diego Hernández, mientras éste se encontraba realizando diligencias en Caracas. Ellos cantaban inocentemente La Marsellesa, el himno de Francia, magnificando los postulados revolucionarios, que al ser oídos por las autoridades las motivó a multar a Don Domingo con mil pesos y el compromiso de no volver a traer estos mulatos a Venezuela. Los realistas colocaron carteles que prohibían entonar coplas y canciones por considerarlas contrarias a las buenas costumbres.

La heroína curazoleña Doña Isabel Gómez, madre del futuro general en jefe Manuel Piar, estuvo comprometida en el movimiento precursor de Gual y España, encargada de distribuir panfletos en La Guaira; al ser expulsada brindó alojamiento en Curazao a los involucrados en este movimiento incluyendo a los españoles Juan Bautista Picornell, Manuel Cortes Campomanes, Sebastián Andrés y José Lax. La Junta Suprema surgida el 19 de abril de 1810, envió a Curazao a los ilustres próceres Mariano Montilla y Vicente Salias para informar sobre los últimos sucesos y procurar apoyo. Perdida la Primera República con la Capitulación firmada por Miranda y Monteverde el 25 de julio de 1812, nuestro Precursor pensaba dirigirse a Curazao a fin de coordinar un nuevo intento emancipador.

Bolívar con mejor suerte y gracias a un pasaporte facilitado por Francisco Iturbe, pudo dirigirse el 27 de agosto a Curazao, recibiendo hospedaje por parte de Abraham de Meza, permaneciendo dos meses antes de emprender su viaje a Cartagena. Curazao les tendió la mano a muchos venezolanos que buscaban amparo temporal, hasta tanto las condiciones permitieran el regreso y continuar el afán de cambiar el sistema político en Venezuela; María Antonia y Juana, hermanas del Libertador, huyendo del temible Boves en 1814, recibieron las atenciones en la generosa isla por parte de Mordehay Ricardo, dueño de la residencia «Octagón», hoy museo particular de un hotel.

En Curazao vieron la luz de la vida, el Almirante Luis Brión (1782-1821), Primer marino en alcanzar el más alto grado militar de la Armada, fundador del Almirantazgo y de la Infantería de Marina, el ilustre prócer Manuel Piar (1774-1817), «libertador de Guayana», de los pocos paladines que podía ejecutar exitosamente operaciones terrestres y marinas. Ambos con el más alto grado militar, de los cuales solo once oficiales lo alcanzaron en la Venezuela heroica. Don Joseph Curiel se presentó en Angostura en 1818, ofreciendo el aporte de los sefarditas curazoleños en beneficio de la causa redentora. El «siempre leal» Urdaneta consiguió hospitalidad en Curazao durante año y medio a partir del 7 de junio de 1831, sin poder permanecer, ni en la Nueva Granada, ni en Venezuela por su afinidad al Libertador.

Es un acto de justicia mencionar otros dignos curazoleños sefarditas que brindaron su presencia, apoyo invalorable y desprendimiento en beneficio de la independencia: General Juan Isaac De Sola (1795-1858), se encontraba en Angostura en 1819, escribió en el Correo del Orinoco, participó en la Batalla de Carabobo, recibió el Escudo de los Vencedores en Carabobo y el Busto del Libertador; en 1835 fue subjefe del estado mayor de Páez. En Valencia fue editor y dueño de la Gaceta de Carabobo, fundó igualmente el semanario «el Patriota» editando 62 ejemplares; es de los fundadores de la Sociedad Bolivariana de Carabobo en 1843. En Caracas participó a finales de 1842 en la recepción de los venerados restos del «Padre de la Patria».

Julián Castro lo asciende en 1858 a general de brigada, Teniente coronel Benjamín Henríquez, nacido en 1784, se destaca como oficial de caballería en la Campaña Admirable, estará participando en la Expedición de los Cayos de San Luis, la cual zarpó de Haití en 1816. El Libertador lo había encomendado a Curazao en busca de apoyo logístico y de voluntarios, en 1820 se trasladó a Bogotá donde fallece. Otro curazoleño voluntario fue el capitán Samuel Henríquez, incorporado en la caballería republicana, logrando por méritos sus merecidos ascensos. David Castillo Montefiore fue un importante financista para los republicanos, apoyo entregado a través de Brión. Los restos del preclaro general barinés Pedro Briceño Méndez se encuentran desde 1836 en Curazao. El 27 de enero de 1989, el gobierno de Venezuela en agradecimiento a los invalorables apoyos a la gesta emancipadora ofrecidos por Curazao emitió tres estampillas recordatorias.

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