Manifestation de soutien au président bolivien Evo Morales, le 29 octobre à La Paz. AFP

De un lado, mineros con uniforme, campesinas con faldas tradicionales y banderas andinas. Del otro, opositores con ropa occidental alzando el estandarte tricolor nacional: dos identidades visuales se enfrentan en la crisis política que sacude Bolivia.

En la avenida Prado, la principal de La Paz, miles de mineros con casco y zapatos de seguridad lanzan petardos en su marcha. Constituyen una base de apoyo crucial para el presidente Evo Morales, reelegido para un cuarto mandato en unas cuestionadas elecciones.

«Los mineros siempre nos hemos caracterizado, y el guardatojo (casco) es símbolo de los mineros, por defender nuestro proceso de cambio», dice a la AFP Benedicto Patriz Abaleta, del pueblo de Coro Coro, cerca de La Paz.

Marcela Maman viste una «pollera», una falda ancha tradicional, de color turquesa y un sombrero sobre sus largas trenzas castañas.

Esta treintañera de la provincia oriental de Eliodoro Camacho golpea el pavimento porque «los racistas no quieren respetar nuestro voto». ¿Su pollera? «es nuestra cultura, nuestras costumbres. Evo es el único presidente que nos defendió, pues siempre hemos sido discriminados».

En la marcha, se ven telas de aguayo brillantes hechas con lana tradicional, y whipalas, las banderas multicolores de los nativos andinos que Evo Morales introdujo como símbolo nacional en 2009.

«Somos pueblos indígenas, originarios, tenemos muchas hermanas, muchas vestimentas, muchas culturas; yo soy quechua, (hay) muchas aymaras, muchas guaraníes», dice Segundina Flores, quien encabeza una confederación de campesinas.

Todos indígenas

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La ropa es parte de «nuestros orígenes, nuestra tradición, los ponchos, los chipotes (látigos), (son) vestimenta de los tatarabuelos. Es importante mostrarnos como campesinos indígenas o interculturales», afirma el campesino Severino Copocalle Tito, de la región de Potosí (suroeste).

Por la noche, en el otro extremo de la misma avenida, opositores organizan un concierto de ollas. La multitud es amarilla, verde y roja, pues los manifestantes están cubiertos con la bandera tricolor nacional.

Para la estudiante Laura Severiche, «la bandera boliviana no tiene ningún color político, es de todos los bolivianos, sin ninguna clase social o cultural».

«Todos somos indígenas, todos pertenecemos a los pueblos originarios». Para Severiche no la vestimenta dicta quién es indígena. «Llevamos la sangre indígena, yo soy indígena», dice.

«El verde para la vegetación, el amarillo el mineral y el rojo la sangre que nuestros héroes han vertido en tiempos de guerra», describe Orlando López, de 49 años, con un gorro en la cabeza.

«El proceso iniciado en 2006 por Evo Morales estaba dirigido a refundar el país, con una nueva Constitución que graba en el mármol que Bolivia tiene muchas naciones y lo ilustra el mosaico de la whipala. Al contrario, la oposición, al utilizar una bandera normal, busca decir que se debe dar vuelta la página», dice Gaspard Estrada, especialista en América Latina del Instituto de Estudios Políticos de París.

«Victimización»

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Morales, primer indígena aymara en gobernar Bolivia, es un expastor de llamas de 60 años y uno de los últimos representantes del «Socialismo del siglo XXI».

El exlíder de los productores de coca nunca usa corbata y prefiere camisas y chaquetas con motivos andinos en un país donde más del 60% de la población es indígena.

«El carácter singular del gobierno de Evo Morales es su base social polimorfa, con grupos estructurados muy poderosos: campesinos de coca, una parte del servicio público y mineros. La oposición tiene un movimiento menos organizado, proveniente de una nueva clase media decepcionada por Morales, de los cuales algunos simbolizan una élite blanca occidentalizada”, indica Gaspard Estrada.

«El discurso del MAS (el Movimiento al Socialismo de Morales) se está esforzando con todas sus fuerzas por destacar estas diferencias, con una victimización de los sectores, como los mineros, los indígenas, los campesinos, para convocar y evocar estos sectores frente a la clase media, a los hijitos de papá», dice la politóloga boliviana María Teresa Zegada.

«Es una visión maniqueísta, reforzada por el discurso del MAS. El otro campo está tratando de romper ese discurso» porque «no es una división tan real. Los indígenas están en los dos lados, por ejemplo», concluye. AFP




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