Una vez que llegamos al mundo, salimos de la comodidad del útero de nuestra madre. Llegamos a un mundo nuevo lleno de muchos retos, el principal de ellos: Afrontar una nueva forma de alimentarnos. Dentro del útero materno tenemos todos los beneficios que nuestro pequeño cuerpo necesita para alcanzar un desarrollo fetal y un nacimiento exitoso, el cual es medido a través de la talla y el peso.

Por simple instinto de supervivencia, el bebé toma una serie de acciones que denotan que tiene hambre y necesita ser alimentado, tales como el llanto y la irritabilidad. Ahora bien, a medida de que ha ido avanzando el mundo y en pleno desarrollo del siglo XXI, se han ido incrementando el uso de los sistemas artificiales, las maquinas computadoras etc. En este sentido la lactancia materna no se ha visto excluida de estos cambios importantes.

En nuestros antepasados podemos notar que los seres humanos de hace más de 200 años atrás, tenían una alimentación que consistía en lactancia materna y dieta filamentosa y granulosa. Esto favorecía a los seres humanos de esa época, un desarrollo bucomaxilofacial y dentomaxilar de una forma adecuada, tenían maxilares más anchos y de longitud adecuada en sentido vertical. El beneficio se denotaba en una cara más esbelta y bien desarrollada. Además, un acomodo idóneo de los dientes en las maxilas de forma alineada y dentro del arco mandibular y maxilar.

En este siglo, la lactancia materna ha sido sustituida por los biberones y por las fórmulas. De alguna forma, ha venido a suplir la alimentación natural madre-hijo, pero esta implementación de alimentos artificiales trae consecuencias nefastas: El niño no adquiere sus vacunas de forma natural la cual ocurre cuando este es amamantado y las inmonoglobulinas como la IGA y IGE, el omega 3 ácidos grasos y muchos nutrientes más que pasan a través de la leche materna al sistema inmunológico del niño.

No solo esto es una consecuencia de sustituir la lactancia materna por alimentación artificial. También a nivel del complejo bucal y maxilofacial el patrón de crecimiento y de desarrollo del niño se ve entorpecido, ya que como no hay amamantamiento no ocurrirá un adecuado avance de la mandíbula; no habrá un desarrollo musculoesquelético de forma ideal, generándose unos maxilares hipotróficos, que significa maxilares más pequeños. Y a nivel dental, una evidente reducción de la dimensión vertical y transversal del maxilar, lo cual desencadenará una erupción dental colapsada.

A consecuencia, en un futuro este tipo de niños deban usar ortopedia para expandir sus arcadas dentales o hasta aparatología fija como la ortodoncia para corregir las malas posiciones dentarias que surgirán a raíz de esta descompensación neuromuscular y esquelética.

Dentro de las recomendaciones, se insta a las mamas a dar lactancia materna exclusiva durante los primeros seis meses de vida del bebé. Si se imposibilita por cualquier patología asociada a las glándulas mamarias o a nivel sistémico de la madre, recomiendo buscar biberones de chupas un poco más dura de lo normal y realizarle agujeros muy pequeños para llevar al niño a que haga el acto de amamantarse para que se le estimule los centros de crecimiento óseo de los cóndilos mandibulares y ocurra un buen desarrollo armónico de los tejidos duros y blando del cráneo.




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