Bolsonaro dice que las Fuerzas Armadas de un país deciden entre
/ Foto: Archivo

El presidente de Brasil, Jair Bolsonaro, capitán de la reserva del Ejército y ferviente defensor de la última dictadura que vivió el país, celebró este martes el aniversario del golpe que en 1964 instaló un régimen militar que duró 21 años.

«Gran día de la libertad», manifestó el mandatario a un pequeño grupo de seguidores a los que saludó a las puertas del Palacio de la Alvorada, residencia oficial de la Presidencia brasileña, desafiando otra vez las recomendaciones de distanciamiento social que impone la pandemia de coronavirus.

Bolsonaro no hizo ninguna otra alusión a la fecha, que en forma más efusiva celebró su vicepresidente, Hamilton Mourao, general de la reserva del Ejército y miembro de la llamada «ala militar» de un Gobierno cuyo gabinete está integrado por 22 ministros, la mitad procedentes de las Fuerzas Armadas.

«Hace 56 años, las Fuerzas Armadas intervinieron en la política nacional para enfrentar el desorden, la subversión y la corrupción que estremecían las instituciones y asustaban a la población», dijo Mourao en su perfil de Twitter.

Según Mourao, a quien en el ambiente político se le considera más moderado en términos ideológicos que Bolsonaro, el régimen militar que perduró durante 21 años dio inicio «a las reformas que desarrollaron a Brasil».

También el ministro de Defensa, general Fernando Azevedo e Silva, divulgó una nota que, según determinó su despacho, fue leída este mismo martes en todos los cuarteles, a la hora de la formación.

«El movimiento (del 31 de marzo) de 1964 es un marco para la democracia brasileña» y señala el día en que el país «reaccionó con determinación a las amenazas que se formaban en aquella época», dice el mensaje.

Tras analizar las circunstancias de la llamada Guerra Fría, el ministro sostuvo que Brasil estaba «amenazado» por quienes aspiraban a imponer «regímenes totalitarios», en alusión a los movimientos de izquierda que existían en el país.

Según el general Azevedo e Silva, «la sociedad brasileña, los empresarios y la prensa entendieron las amenazas de aquel momento, se aliaron y reaccionaron», para que «las Fuerzas Armadas asumieran toda la responsabilidad de contener aquella escalada, con todo el desgaste previsible».

En marzo de 1964, el país era gobernador por Joao Goulart, quien había ascendido al poder en 1961 tras la renuncia de Janio Quadros, de quien era vicepresidente, y era resistido por la derecha, que lo tachaba de comunista.

Después de movimientos en los cuarteles, que se intensificaron a finales de marzo de 1964, Goulart abandonó Brasilia y se refugió en su estado natal de Río de Grande do Sul.

La oposición de derechas en el Congreso declaró «vacante» la Presidencia, pese a que Goulart estaba en el país, nombró como sustituto «provisional» al presidente de la Cámara Baja, Ranieri Mazzilli, y luego el Parlamento, en unas elecciones indirectas, le entregó el poder al general Humberto de Alencar Castelo Branco.

Esa elección inició un período de gobiernos militares en los que la represión fue la norma, según un informe de una Comisión de la Verdad publicado en 2014, que registró 434 muertos y desaparecidos por razones políticas y miles de casos de tortura, muchos de ellos recordados este domingo por la prensa local.

Como responsables de las torturas, el informe identificó a 377 agentes de la dictadura que no pudieron ser juzgados por una amplia amnistía dictada en 1979 por el propio régimen, que benefició tanto a militares como a miembros de grupos armados de izquierdas.




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