Nadie puede saber si Jair Bolsonaro sería un presidente positivo o negativo para Brasil. Y esa interrogante depende que confirme su victoria en la segunda vuelta, claro está. Lo que, por lo demás, luce harto probable al decir de las encuestas, en las que algunas reflejan una amplia ventaja en relación con el candidato de Lula, Fernando Haddad.

La corrupción de Lula y Dilma llevaron a Bolsonaro a donde ha llegado, entre otras razones. Ese gran país se cansó de la demagogia corrupta del PT y de otros sectores políticos tradicionales, y ha encontrado la revancha en la candidatura de este político muy polémico, que muchos medios identifican como “ultra-derechista”, aunque no creo que la mayoría absoluta de los brasileños se identifiquen con ese tipo de tendencia ideológica. En materia de etiquetas políticas, la frivolidad de los grandes medios, casi sin excepción, es notoria.

En lo que no tengo dudas, es que la conchupancia de Lula y Dilma con la hegemonía venezolana, se terminaría de finiquitar con Bolsonaro. Y eso es positivo para Venezuela. El daño que la dupla Lula-Dilma le hizo a nuestro país es de una gravedad prácticamente insuperable. Y ello por dos razones básicas: porque cuando tenían prestigio –y lo tuvieron a gran escala–, colocaron ese prestigio a favor de la satrapía bolivarista. Le hicieron un favor incalculable con la comparsa del disimulo democrático.

La segunda razón es la corrupción que Lula y Dilma contribuyeron a arraigar en Venezuela, con la complacencia del poder establecido y de no pocos de sus opositores. Ojo, ni por un momento estoy señalando que Lula y Dilma son los responsables de la corrupción venezolana. Eso sería un absurdo y una falsedad. Pero sí contribuyeron a profundizarla y extenderla a niveles sin precedentes. Y claro, nada de eso habría sido posible sin la activa participación de la boliplutocracia, no exclusivamente roja sino más bien multicolor.

Lo que un gobierno de Bolsonaro acabaría por completo es la influencia de ese personaje de penumbra llamado Marco Aurelio García, la eminencia gris del apoyo brasileño a Chávez y Maduro en los gobiernos del PT. Y además de cancelar esa sórdida relación, se podría abrir una amplia investigación sobre el entramado de relaciones que apuntalaron la hegemonía de acá, a costa de la gobernabilidad democrática. Una especie de “Lava jatos” pero, al menos, bilateral. Uno imagina que habría todo tipo de corrupción. Ya veremos.

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