Ante el aforo completo del WiZink Center de la capital de España (conocido popularmente como Palacio de Deportes), el cantante estadounidense, Bruno Mars ha ofrecido este lunes una demostración de poder que escenográficamente ha jugado con todos los colores del espectro, pero que en lo musical ha reivindicado el negro, con Prince en la memoria.

Soul, funk, r&b y hip hop se han aliado en una fiesta colectiva sin apenas respiro que multiplica por tres los medios económicos y elementos de su anterior tour y que resulta en una apoteosis veloz y apabullante, la cual, en su afán por epatar, pierde en algunos momentos la importancia de los matices.

Ya lo avisaban los mensajes con los que, a las 21,10 horas, ha arrancado la primera canción, «Finesse»: «It’s bout to get hot and sweaty», es decir, «se trata de calentarse y de sudar», misión conseguida con un pabellón que prácticamente no se ha sentado en la hora y media de espectáculo.

La primera mitad de «24K Magic World Tour» lo protagoniza casi por entero el disco que le da nombre, un álbum más decididamente funky y con menos concesiones al pop que, pese a su fuerte arranque comercial, no alcanzó los registros de sus predecesores (aún así, colocó 1 millón de copias en poco más de un mes).

La fiebre por Bruno Mars también afectó a España, donde, en medio de denuncias en contra de la reventa, se colgó el cartel de «no hay entradas» en menos de dos horas para sus conciertos en el país, esto es, 33.000 localidades entre las de hoy y las del show que ofrecerá el viernes en Barcelona.




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