Apreciados lectores, en las últimas dos semanas hemos estado analizando el tema de la oposición en Carabobo y la debacle que sufrió la llamada “Oposición disidente” en las pasadas elecciones parlamentarias del mes de diciembre de 2020.

Además de esa situación, curiosamente varios miembros de ese sector aseguran que su fracaso “no es culpa de ellos” sino que se debe a la “abstención” de la gente, lo cual es algo verdaderamente insólito y pasamos a explicarles por qué.

En primer lugar, cuando una persona decide hacer carrera en el mundo de la política tiene que escoger entre ser líder o dirigente. El líder (convence) y el dirigente (manda), la dirigencia (es un oficio) y el liderazgo (es un arte). Es decir, que para que un dirigente tenga éxito debe tener un partido con una estructura a manejar, cosa que la oposición disidente no tiene y lo único que utiliza y que tiene a la mano es dinero para hacer publicidad. Y para ser un líder debe tener aptitudes que puedan transmitir un mensaje a la población que sea serio, coherente, creíble y que convenza. Estas características por supuesto tampoco las poseen.

Pero haciendo un ejercicio imaginario, vamos a suponer que las dos oposiciones de Carabobo funcionan y que tienen “dirigentes”, “líderes” con partidos en realmente en funcionamiento y que ambos bandos enfrentaron sus posiciones unos a favor de y otros en contra de ir a votar en 2020.

El resultado de esto fue que la oposición disidente sufrió una derrota de marca mayor porque de un universo de 1.647.596 electores, los resultados para el (Voto Lista) fueron los siguientes:

El Cambio: 51.268 Votos
AD (de Bernabé): 36.696 Votos.
Primero Venezuela: 12.141 Votos.
Unión y Progreso: (de Eduardo Fernández): 4.948 Votos.
Voluntad Popular: 2.205 Votos.

Estos números reflejan que esa “dirigencia” no dirige y que el “liderazgo” no existe; por lo que el elector decidió manifestarse con un rotundo NO.

Otra cosa, estos señores además de quejarse y echarle la culpa a la abstención; demuestran adicionalmente que ni siquiera son políticos preparados porque no han podido comprender que el elector tiene el derecho a decidir y una de esas opciones es no votar.

Entonces, suponiendo que tengamos las condiciones para participar en una elección regional de gobernador, nadie en su sano juicio votaría por un candidato proveniente de las filas de estos partidos que participaron en las parlamentarias 2020, porque no son una opción real de triunfo. Es más, algunos de ese grupo, en las elecciones de gobernador de 2017 fueron escrutados en las encuestas y para ese entonces jamás llegaron al 5%. Y en el caso de los Partidos como tal, fíjense que por ejemplo que uno de ellos en las elecciones regionales del año 2008 obtuvo el (5,25%) y ahora doce años después obtiene el (2,22%).

Por tal razón, para una verdadera opción de triunfo es fundamental que la sociedad civil pueda tener la oportunidad de poder escoger a un candidato que tenga credibilidad, que le llegue a la población, que presente un plan de trabajo y que los verdaderos partidos bajo condiciones electorales equilibradas y justas estén unidos en torno a esa candidatura.




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