Las calles de Brasil están en fiesta desde el viernes, pero el momento más esperado del Carnaval empieza este domingo: el desfile de las mayores escuelas de samba de Río de Janeiro, una explosión de ritmo, plumas y purpurina.

«El mayor espectáculo de la tierra», como lo bautizaron sus organizadores, ocurre en el sambódromo, una pasarela monumental con capacidad para más de 72 mil espectadores.

Madrugada adentro, siete de las trece escuelas del grupo especial, la crema de la crema de la samba, deleitarán al público con sus enormes carros alegóricos, afinadas baterías de percusión y disfraces extravagantes.

El desfile, mundialmente famoso, no es apenas un gran espectáculo colorido, sino también una disputada competencia: cada escuela es evaluada por un jurado, que revisa con precisión la calidad de la música, los vestuarios, y el tema elegido por cada grupo, entre otros criterios.

El trabajo de un año entero es juzgado en menos de una hora de espectáculo.

El año pasado, el Carnaval de Río coronó a dos escuelas que terminaron empatadas y que vuelven para defender su título. Mocidade va a desfilar de última el domingo y Portela será la segunda en presentarse el lunes, segundo día de desfiles.

Así como en el fútbol, en el Carnaval también hay escuelas de primera y segunda división. Las más importantes, que integran el grupo especial, normalmente son doce.

Pero este año, excepcionalmente, desfilarán trece: ninguna fue rebajada desde el Carnaval pasado debido a dos accidentes graves durante el desfile que causaron la muerte de una periodista y dejaron varios heridos.

Las normas de seguridad fueron reforzadas para esta edición y los conductores de los vehículos alegóricos deberán someterse, por primera vez, a pruebas de alcoholemia antes del evento.

– Menos dinero, más creatividad –

Este año, las escuelas debieron sacar punta a su creatividad para no disminuir la calidad de sus desfiles después de que el gobierno les redujera a la mitad las subvenciones municipales.

El alcalde de Río, Marcelo Crivella, se basó en la crisis financiera de la ciudad para justificar ese recorte. Pero a los fanáticos del Carnaval no se les escapa que el exobispo evangélico no comulga con esta fiesta de excesos y lo acusan de ir contra una tradición sagrada que atrae a más de un millón de turistas y genera más de 1.000 millones de dólares para Río.

Después que sus detractores lo acusaran de querer aguar la fiesta debido a sus convicciones religiosas, Crivella adoptó un tono más conciliador y admitió el viernes que la celebración podría devolverle el optimismo a una ciudad afectada por la violencia y la crisis financiera.

El sábado, más de un millón de personas se reunieron en el centro de la ciudad para el desfile de «Bola Preta» (bola negra), el ‘bloco’ más tradicional de Río que en esta edición cumplió 100 años.

«En los ‘blocos’ todo el mundo se encuentra en la calle, sin elitismo», dijo a la AFP Janete Pimenta, vestida de religiosa con shorts negros y medias de malla.

El Carnaval callejero reúne también a millones de personas en otras ciudades de Brasil como Salvador de Bahía y Recife, en el noreste del país, donde la fiesta se tiñe con el folclore regional al ritmo de ‘blocos’ de samba-reggae, frevo y maracatú.




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