clases virtuales carabobo
Foto referencial: Reuters

Los padres carabobeños consideran que el inicio de las actividades escolares es inviable debido a la decadencia de las conexiones a Internet en la región y a la falta de herramientas tecnológicas.

Leina Cuadros tiene un niño en cuarto grado y una niña en sexto. Viven en una zona rural cercana Tocuyito donde el acceso a la navegación 2.0 es inexistente. Recuerda que el último trimestre del periodo escolar anterior fue un calvario en el que tuvo que improvisar una antena con su brazo y caminar alrededor de su cuadra para captar la señal de datos móviles.

Cuadros no sabe cómo afrontará este nuevo año 2020-2021 si desde su hogar se dificulta tanto enviar un simple mensaje de texto. “Hasta los mensajes de Whatsapp llegan a media noche y a veces con dos o tres días de retardo. Entonces, ¿cómo nuestros hijos van a conectarse? Es totalmente inviable”.

Sin canaimitas

Recibir y enviar asignaciones también es una misión imposible para Emiyeli Yorro. Al igual que Cuadros, tiene dos hijos en edad escolar y aunque sí dispone de Wi-Fi, su conexión es excesivamente lenta.

Por una parte Yorro toma ventaja de permanecer más tiempo en casa por la cuarentena, lo que le permite poner más atención a las lecciones de sus hijos, pero en ocasiones piensa que lo más complicado es no tener una computadora con la que agilizar trabajos: todas las tareas las gestiona desde su teléfono.

El período escolar anterior Nicolás Maduro anunció la entrega de 20 mil minilaptos Canaima para garantizar el acceso a la información de los alumnos de educación básica. Este año también prometió entregar computadoras portátiles, pero los hijos de Yorro y los de Cuadros no han recibido el beneficio.

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Padres consideran que las clases no sólo deben ser teóricas, sino virtuales. Foto referencial.

Otra vía

Carlos Hernández tiene la fortuna de contar con una conexión estable, computadoras y tabletas para arrancar las clases online, pero desconfía de la calidad de educación que puede brindar el sistema a distancia a sus hijas. “Creo que no es la forma cómo deben aprender, yo también fui estudiante y los exámenes prácticos no son iguales virtualmente. No podemos saber si lo que están haciendo nuestros hijos está bien”.

Para Hernández es imperante encontrar otro método de aprendizaje. Indira Charrof, con un niño autista y una adolescente en bachillerato, opina lo mismo.

Charrof admite sin disimulo que no tiene la paciencia que debería tener un profesor para apoyar a sus hijos con las tareas, especialmente con las de su hijo autista, cuyas actividades y métodos especiales de aprendizaje escapan de sus conocimientos.

El año pasado la madre recibía ayuda de maestros de una fundación en Guacara, quienes asistían directamente a su casa para educar a su hijo, pero desde que cambió de residencia no ha encontrado quien le dé clases especiales.  “Desde que me mudé no han podido llegar a la casa por problemas de pasaje y de transporte público”.

La hija de Charrof tampoco ha corrido con suerte, aunque es más autosuficiente para realiza las actividades teóricas. “Ella me dice: mamá, ayúdame con física, química o matemática, pero yo no sé nada de eso y me toca pagarle clases particulares”.

Amenaza al desarrollo psicomotor

El hijo de Mary Matute está en preescolar y no comprende cómo su hijo aprenderá desde un teléfono celular. Para Matute, las actividades virtuales no son las adecuadas para un niño en su primera etapa de educación.

La psicoterapeuta y orientadora escolar, Shaysi Silva, asegura que la modalidad es muy delicada porque involucra procesos de socialización que aparentan no ser iguales a los de otras generaciones.

Lo que más le preocupa a Silva es la amenaza al desarrollo de la motricidad de los niños limitados a teclear o sentarse muchas horas frente al teléfono o tablet. La grafía y el lenguaje oral también corren riesgos, pues a distancia hay poca estimulación manual y verbal.

La orientadora considera que hay que cambiar las estrategias de ciertas áreas evolutivas para evitar convertir a los niños en generaciones frías. “A distancia hay muchos gestos  virtuales y pocas expresiones empáticas”.

Para Silva el reto de la educación en cuarentena consiste en establecer hábitos de recreación sana con la naturaleza que permitan fortalecer la motricidad gruesa, interactuar con los semejantes y desarrollar empatía.

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