Lo primero es que todos concienciemos que los hechos históricos no se repiten con rigurosidad religiosa, que hay diferencias notables en los tiempos, en los actores, y que los escenarios generalmente son distintos. Sin embargo, esas experiencias son de gran ayuda para hechos futuros.

A los venezolanos nos ha correspondido en diversas ocasiones hacer uso de la unidad para triunfar en la lucha contra regímenes con soporte en las armas de fuego. En 1957 se constituyó la Junta Patriótica de Venezuela,  movimiento cívico militar que luchó contra la dictadura del general Pérez Jiménez hasta lograr su derrota. Antes de dar ese paso definitivo, los partidos Acción Democrática, Unión Republicana Democrática, PCV y Copei tenían solo aproximaciones en las estrategias de lucha, y eventuales encuentros. Carecían de un organismo funcional que los reuniera a todos. El resultado fue que el 23 de enero de 1958 el déspota abandona el país.

¿Cómo y qué hacer para salir de este atolladero sin capacidad de respuesta? ¿Qué hacer para resurgir de este tormento, que de dictadura ya se mueve dentro del terreno de las tiranías? No se trata de hacer cualquier cosa, los tiempos de las improvisaciones se agotaron. Tampoco es tan engorroso como pareciera. Lo primero es ponerse de acuerdo y comprometerse con el pueblo venezolano para decidir y reconocer un liderazgo único. Por otra parte, lo cierto es que la repetición de los mensajes aumenta su efecto persuasivo; por eso repito lo de la semana pasada: “Ante la emergencia, frente a esta tragedia, tanto la Conferencia Episcopal Venezolana como las universidades representadas en AVERU deben incorporarse con sus fuerzas y prestigios a apoyar directamente, no trascorrales, a esta organización, me refiero a la oposición, para contribuir a la salida definitiva de Nicolás Maduro”.

La unidad, aunque hay quienes pretenden hacerla ver bajo un malabarismo verbal incoherente, que esta no es útil. Cuando, por el contrario, es uno de los elementos forzosos para deslastrarse del despotismo. Tanto es así, que cuando comienza a resquebrajarse la unidad, al mismo ritmo disminuye la fuerza de la oposición. Se entumece la sociedad civil, los partidos políticos y hasta la comunidad internacional se notan distantes, cuestión esta altamente preocupante. Si no se involucra el universo político nacional ni la sociedad civil para superar sus problemas, decaerá el entusiasmo mundial.

Venezuela atraviesa una profunda crisis sumida en un silencio aterrador. Transcurren los días y nada se mueve. Lo inadmisible corre a gusto sin que nadie lo detenga. Todo permanece paralizado menos la crisis, la corrupción, la pudrición de los funcionarios. El caos sigue sumergiendo minuto a minuto a sus muertos, jóvenes y ancianos, sepultados en las profundidades infernales barrancos.

Lo fatal es que los partidos de oposición, ni dentro de la MUD ni fuera de esta, no se activen para terminar de salir de un régimen desprovisto de apoyo popular y bajo una hambruna histórica. Tan solo falta una oposición que unida o no, se haga sentir, que represente un auténtico peligro para el gobierno.

Finalmente, María Corina Machado tiene frente así la responsabilidad de aglutinar las fuerzas dispersas con base en el soporte popular que hoy la acompaña, es ella quien debe llamar a la armonía democrática.

garciamarvez@gmail.com

 




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