Salud mental. (Foto Cortesía Twitter)

Cada vez más se hace necesario ocuparnos de preservar nuestra salud mental de modo que seamos capaces de llevar una calidad de vida en medio de las dificultades, situaciones de estrés, ansiedad y gran incertidumbre a las que estamos expuestos a causa de la pandemia.

Siguiendo los consejos del psiquiatra y profesor Luis Rojas-Marcos, podemos recoger hoy algunos aspectos beneficiosos para incorporar a nuestra vida cotidiana con el objetivo de ayudarnos a cuidar la mente y a dar respuestas más positivas.

HABLARSE A UNO MISMO

Hablar es algo que nos enseñan desde pequeños. Nos enseñan cómo tenemos que dirigirnos a los demás con palabras respetuosas, qué podemos o debemos decir en un momento o contexto determinado, pero no nos educan a hablarnos a nosotros mismos, aunque la verdad es que pasamos más tiempo hablando con nosotros que con nadie más.

Poner en práctica el lenguaje interior es fundamental y hacerlo de un modo como nos gusta que nos hablen los demás. Hablarnos interiormente no sólo es la fuente que mantiene la autoestima alta sino que es la base de las funciones ejecutivas que nos llevan a actuar.

Está comprobado que las personas que localizan el control de su vida dentro de ella, superan la adversidad mejor que quienes localizan el control en fuerzas externas. La persona que dice “yo puedo hacer algo por salir de aquí” o “yo puedo hacer algo por mi enfermedad” es capaz de avanzar mejor que una persona que lo deja a la suerte o al azar.

INCORPORAR EL SENTIDO DEL HUMOR

Hoy se habla de la medicina de la calidad de vida que es un tipo de medicina que no se limita a curar o prevenir enfermedades, sino la que sigue la definición de salud dada por la OMS como “el estado de completo bienestar físico, psicológico y social”.

Gracias a esta medicina hoy sabemos que hay otros factores que nos ayudan a llevar mejor la vida y el humor es uno de ellos. El humor nos da una perspectiva y nos ayuda a tratar mejor las incongruencias de la vida, o cosas que no entendemos y que a veces son trágicas.

APRENDER A HABLAR OTRO IDIOMA

El cerebro humano necesita estímulo constante y se sabe que no se utiliza en su totalidad, sino que normalmente hay millones de neuronas que no se usan. Por eso es útil aprender otra lengua, dos o tres. Está comprobado que hablar más de una lengua protege, ayuda a mantener un cerebro más fuerte y más resistente.

Cuando hay un problema en que la persona pierde la capacidad de hablar, las personas que hablan más de una lengua lo superan más. También cuando en problemas normales del envejecimiento la persona empieza a perder la memoria inmediata, el hablar otra lengua hace que se retrase ese proceso normal de envejecimiento natural.

DIVERSIFICAR LAS FUENTES DE SATISFACCIÓN

Otro factor que puede ayudar mucho es la de diversificar la vida y las actividades que hacemos. Identificar cuáles son las parcelas de la vida en la que sentimos satisfacción, apuntarlas y luego tratar de practicarlas sin que se mezclen entre sí.

El compartimentarlas puede ser la clave en la respuesta.

Mantener una diversidad pero un tanto separada ayuda a tratar mejor situaciones estresantes o de fracaso personales. Hay estudios que demuestran que las personas que disfrutan del trabajo llevan mejor situaciones difíciles como el divorcio, que otros que no lo hacen.

MINIMIZAR LAS SITUACIONES DE ESTRÉS

Un poco de estrés puede ayudar a animarnos a competir y a estar despiertos. El problema es cuando es algo continuo o excesivo y se convierte en ansiedad o depresión. Algo útil es aprender a identificar cuáles son las situaciones que nos hacen sentir estresados y organizar nuestra vida para minimizarlas y compartirlas.

En caso de llegar a un límite también podremos recurrir a alguien que nos pueda ayudar. No podemos cambiar la realidad, pero sí revaluarla y el acompañamiento puede ser muy efectivo para todo lo demás. La manera en que pensamos, tiene efecto en la manera en que sentimos.

TRABAJAR LA AUTOESTIMA

Sin autoestima o con una autoestima dañada es difícil sacarle satisfacción a la vida. Hay enfermedades que la destruyen como la depresión hasta llegar a un punto en el que la persona piensa que vivir no vale la pena. Eso unido al hecho de que se piensa que es uno el que no vale la pena. Ese es un extremo de la autoestima dañada.

La autoestima nos hace fuertes y hay que desarrollarla, pero para eso es importante saber lo que es: la forma en que nos valorarnos. La manera de cuidarla es ser conscientes de ella, acostumbramos a diferenciar la persona del hecho cuando algo no está bien y hacer crecer las conexiones afectivas con otras personas que sabemos que nos aprecian.

COMPARTIR EXPERIENCIAS

Cuando ocurre algo desprevenido e inesperado se rompe la certidumbre, los planes y los temas de los que hablábamos. El no saber qué sucederá siempre es un reto para el ser humano. El cerebro humano no tolera la falta de explicación.

Hablar con otros es fundamental porque al contarlo uno se oye a sí mismo, le da un argumento a lo que ha vivido, comunica sus emociones y tiene la oportunidad de decirlo a su manera. Además, puede encontrar apoyo, comprensión y solidaridad. Los vínculos sociales protegen al cerebro.

HACER CRECER EL OPTIMISMO

El optimismo es un factor de protección cerebral importante. Con la memoria llamamos a los buenos recuerdos, con la esperanza pensamos que lo que deseamos va a ocurrir y con un estilo explicativo podemos contarnos las cosas entendiendo que no duran para siempre o que no nos afectan completamente, o que incluso no son nuestra culpa.

Si nos tomamos un tiempo para meditar estas cosas podemos llegar a la conclusión de que en el fondo tenemos optimismo y no somos ingenuos o ignorantes por hacerlo crecer. En los momentos más difíciles, es cuando más se necesita ser conscientes de su presencia.

con información de Aleteia




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