Un amigo me decía hace unos días que la humanidad llevaba un rumbo incierto, bordeando en lo salvaje. Me comentaba –la conversación, por supuesto, tiene el entorno apocalíptico del Covid19- los destrozos que han ocurrido durante las recientes manifestaciones en Colombia, los 3000 millones en pérdidas materiales de las protestas en Chile en 2019 y 2020, el caos en varias ciudades de Ecuador en 2019 y la destrucción causada por los motines en EEUU a raíz de la muerte de George Floyd. Al cabo de un rato de conversa, recordamos la invasión del capitolio en Washington en enero de este año y hasta los saqueos de Caracas en 1989.

Hay abundantes evidencias de que la izquierda irredenta, la misma que le echó gasolina al Caracazo y nunca se enteró de la caída del muro de Berlín, está detrás de buena parte de la violencia que se ha registrado en América Latina. Los colectivos del régimen venezolano y los organizadores cubanos –más otros grupos voluntarios, malandros incluidos, que reciben un sueldo por sabotear- tienen gente infiltrada en las multitudes y en muchos casos son los que promueven las quemas, los saqueos y los mandarriazos: a la señal convenida comienza la acción de los agitadores hasta que brota la primera chispa o cae el primer muro. Ahí se produce el contagio hacia la masa y un sector de la gente que iba en paz con su pancarta entra en una suerte de éxtasis demoledor que lo dirige a pisotear, romper, quemar, robar y agredir. La violencia cae en una espiral que se alimenta tanto de los agitadores como de la represión inevitable de las fuerzas del gobierno, mientras la libertad de expresión termina en tragedia con heridos y muertos.

No es que haya mucho de ideología en los motines callejeros, al menos en el nivel operativo. Los bárbaros que asaltaron el Congreso norteamericano están a la extrema derecha del partido republicano y más allá, si es que ese sitio existe, pero sus actos se comparan con lo que hacen los Antifa –ubicados en el otro extremo del tablero político- cuando amanecen con berrinche. Y todo esto tiene mucho sentido porque la violencia no es una idea política ni es exclusiva de la izquierda, la derecha o el centro. La violencia es lo que se ejerce cuando los argumentos no existen y los líderes no tienen nada que decir. Cuando personas aparentemente normales son azuzadas por delincuentes y de repente se dan cuenta de que no les gusta su vida, o que sus mamás no las quieren o que tienen una factura muy grande contra el cosmos: y como no hay quien pague ni devuelva la felicidad perdida, los dolientes se lo cobran a las estaciones del Metro, los palacios de justicia o los comercios que se cruzan en el camino. Aunque suene conspiranoico, siempre parece haber alguien al final de la cadena que se beneficia del desmadre –digamos que el foro de Sao Paulo o el MAGA- pero los que destruyen podrían aplaudir a Trump o a Kim Jong-un, que las afiliaciones políticas no son su rollo.

Al final, la radicalización del derecho a protestar en paz es muy mala noticia para las libertades, sobre todo en países con democracias inestables e instituciones débiles como los del sur del Río Grande (y en los del norte aún está por verse). Hay regímenes “de izquierda” instalados en Venezuela, Cuba y Nicaragua que no ofrecen nada excepto retórica gastada y concentración de poder, con el único apoyo de los cañones y los negocios turbios: son las dictaduras que quieren ganarse la calle de los otros con fuego y destrucción, como hicieron en sus lugares de origen, y se frotan las manos cuando los violentos –con cualquier excusa- se adueñan del terreno de juego. El turno para defender la civilidad tendrán que tomarlo los ciudadanos, porque solo el soberano puede impedir que la barbarie se convierta en modo de vida.




Estimado lector: El Diario El Carabobeño es defensor de los valores democráticos y de la comunicación libre y plural, por lo que los invitamos a emitir sus comentarios con respeto. No está permitida la publicación de mensajes violentos, ofensivos, difamatorios o que infrinjan lo estipulado en el artículo 27 de la Ley de Responsabilidad en Radio, TV y Medios Electrónicos. Nos reservamos el derecho a eliminar los mensajes que incumplan esta normativa y serán suprimidos del portal los contenidos que violen la Constitución y las leyes.