“Para que el mal triunfe, sólo se necesita que los hombres buenos no hagan nada” Edmund Burke

El mal (del latín malum), es una condición negativa relativa atribuida al ser humano que indica la ausencia de moral, bondad, o afecto natural por su entorno y quienes le rodean; también implica contravenir deliberadamente usando la astucia, los códigos de conducta, moral o comportamiento oficialmente correctos en un grupo social.
Tal vez por tal razón argumentaba J.J Rousseau que no hacer el bien ya es un mal muy grande. Y quizás cuando el político irlandés Burke colocó la frase que ahora nos sirve de epígrafe no imaginó que sería repetida, a lo largo de varios siglos, para alertar ante el conformismo, la estulticia, o la indiferencia como la simple reacción de la gente sana ante acontecimientos aberrantes, injustos y canallas que se limitan a pensar, al voltear la vista en otra dirección: “esto no es conmigo”, “es mejor ni opinar”, “él se lo buscó”.

Sabemos bien que el régimen emplea toda su malvada maquinaria en disgregar las fuerzas que puedan poner en peligro su autoridad y poder. Se ha dedicado a la fragmentación de cualquier esfuerzo unitario que se pueda producir. Por eso echa mano de la represión para controlar y destruir a sus oponentes, en cuanto sujeto y organizaciones, y para atemorizar y neutralizar al resto de la disidencia; para inhibir la rebeldía potencial de los jóvenes líderes políticos y de todos aquellos que puedan sentirse identificados con algún aspecto de las víctimas de la represión y expresar solidaridad.

De allí esos sentimientos de desaliento, de pesada opresión, de temor, de angustia y hasta de desesperanza que llegan a paralizarnos como sociedad, al recorrer ese sinuoso camino de situaciones violentas que nos conmina a la deserción ciudadana.

Ante ese desolador panorama tan solo se impone romper el miedo y seguir luchando. No hacerlo será dejarle el campo abierto al modelo de dominación que nos conduce por tan nefasta ruta. La pérdida de la actitud crítica, de la capacidad de protesta, resulta lo más nefasto para la sociedad actual. Por eso, de la capacidad de resistencia, de la rebeldía inteligente, de la imaginación crítica, dependerá la existencia del país que queremos como sociedad.

Este es el tiempo de la verdadera UNIDAD, que es la que nos dará la fuerza, en tanto que la solidaridad nos dará la cohesión. Pero sobre todo, ser solidarios con cuantos están dando lo mejor de sí en esta dura lucha, los que se han sacrificado y han arriesgado sus vidas o su libertad, sus bienes y su seguridad, esos conocidos o anónimos que merecen nuestro mayor respeto y nuestro mayor estímulo, solidarios con todos los que están luchando, cada uno a su manera, porque aquí cada uno lucha de acuerdo a las condiciones que tiene para luchar. Cada uno coloca su grano de arena que se habrá de mezclar con la sólida piedra de la entereza y con el cemento de la dignidad, para devenir, más temprano que tarde, en el inquebrantable concreto que consolidará la construcción del país que todos merecemos y anhelamos…

Pero para ello, además de lo expresado por Burke, tenemos que tener siempre presente la opinión de dos seres verdaderamente excepcionales de la Humanidad, Gandhi quien al respecto manifestó: “Más que los actos de los malos, me horroriza la indiferencia de los buenos.”… y Albert Einstein quien dejó anotado: “La vida es muy peligrosa. No por las personas que hacen mal, sino por las que se sientan a ver lo que pasa”

Manuel Barreto Hernaiz.




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