La lucha política, en un sistema democrático, no puede ser en blanco o negro. Sin matices. Sin espacios, incluso muy amplios, para el diálogo y la posibilidad de consensos. Pero bajo el control de una hegemonía todo ello cambia de raíz. Y subestimar la situación es un craso error, como los venezolanos podemos dar plena constancia. Creer que lo aplica en un caso aplica en otro, es una falta de criterio que puede conllevar a consecuencias nefastas. Tal es la realidad de la Venezuela del siglo XXI, en la que el continuismo de la pretendida «revolución bolivariana» ha sumido a la nación en una catástrofe muy profunda.

Hubo una subestimación muy notoria de la proyección autoritaria del nuevo régimen. No era una «democracia con sabor tropical» como alegaba un embajador de EEUU, sino un proyecto de dominación sobre todos los factores de poder, en especial las Fuerzas Armadas, que se fue desplegando poco a poco, gracias a la habilidad de Fidel Castro y el entusiasmo de su protegido, ante el chorro gigantesco de petrodólares, producto de la bonanza de los mercados internacionales del petróleo.

Por esas razones, buscar enfrentar a la hegemonía cada vez más despótica y depredadora a través de mecanismos convencionalmente democráticos, como por ejemplo las votaciones y los llamados «procesos de diálogo», no sólo no debilitaron al poder establecido, sino que facilitaron su continuidad, sobre la base de una careta democrática, reconocida, de manera operativa, en lo interno y también en lo externo.

Las referidas votaciones están configuradas por distorsiones fraudulentas que atienden los intereses del poder. Y los «procesos de diálogo» son inventos del oficialismo para ganar tiempo, y despejar dificultades políticas. Enumerar los casos sería muy tedioso y no corresponde a la brevedad opinática de estas líneas. Pero todos han seguido el mismo patrón. El poder no cede nada sustancial y las cosas continúan cada vez peor. Estas contradicciones de fondo, tienen que ser superadas. Y pueden ser superadas. ¿Lo serán? Esperemos y luchemos para que así sea.




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