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Los venezolanos perciben la voracidad con la que la inflación (hiper) devora sus ingresos. Más allá de las dádivas que el gobierno pueda otorgar eventualmente a un sector de la población en un intento por compensar el alza de los precios, la realidad se traga cualquier medida que busque paliar el deterioro en la capacidad de compra.

Hasta el costo de la vida, medido en dólares, se ha visto afectado. Un dólar compra hoy mucho menos que hace 12 meses.

De acuerdo con el economista Asdrúbal Oliveros, socio director de Ecoanalítica, entre noviembre de 2017 y noviembre de 2018 (un año de hiperinflación) el costo de la vida en dólares en Venezuela subió 540,7%. Esta situación la explica en el rezago cambiario que existe “entre inflación y devaluación, que algunos confunden con ‘inflación en dólares’”, dice en su cuenta de Twitter, en la que indica que aunque en la práctica se sienten iguales, son conceptualmente diferentes.

Una prueba es el poder de compra de un dólar en noviembre de 2017, cuando alcanzaba para preparar 3,4 hallacas. Un año más tarde apenas llega para hacer una, según el Centro de Documentación y Análisis para los Trabajadores (Cenda).

“La hiperinflación más que un problema económico es una tragedia social. Destruye el tejido económico, la capacidad de ahorro, y destruye con rapidez mucho de lo que con tanto esfuerzo se logró levantar. La gente y las sociedades cuando pasan por un ciclo como este no vuelven a ser las mismas”, señala Oliveros en su cuenta de Instagram.

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