(Foto Dayrí Blanco)

Dayrí Blanco | @DayriBlanco07

Para ellos es un juego. Mathías se ríe, se monta en un muro, se prepara y salta. Está en ropa interior negra, casi del mismo color del agua en el que nada en el río Cabriales. Sus compañeros de aventura, otros tres niños, celebran con risas y lo imitan. Pero no es un juego. Es la única manera que encontraron para bañarse en medio de una severa crisis en el suministro de agua en Carabobo.

Ellos se asean mientras sus padres hacen cola a unos metros de distancia en el llenadero de agua ubicado en la avenida Hispanidad de Valencia, donde tenían dos horas esperando su turno, luego de haber llegado desde el barrio Unión de Naguanagua con tobos y botellones sobre un improvisado carrito de compras.

Ya cuentan una semana sin que salga una gota de los grifos de sus casas. Una situación que se repite en la mayoría de los hogares de la región y que, en principio, de acuerdo a información oficial, solo afectaría a los municipios San Diego, Los Guayos, Carlos Arvelo, Guacara, San Joaquín y Diego Ibarra, pero la falla ya se extendió a Valencia y Naguanagua.

De diferentes comunidades del estado llegan personas al llenadero con envases de diferentes tamaños para abastecerse de agua. En el lugar hay funcionarios de la gobernación tratando de establecer un plan de contingencia que imponga el orden. “La idea es darle prioridad a las comunidades”, dijo uno de los trabajadores con la gorra vinotinto y las iniciales de Rafael Lacava, que no quiso identificarse.

Más temprano, la cantidad de gente desesperada por agua era mayor. Hasta que llegó el carro de Drácula de la gobernación y muchos prefirieron irse. Se trató de un vehículo de época negro, escoltado por motorizados de cuerpos de seguridad del estado y en compañía de secretario de Seguridad Ciudadana, comisario jefe José Domínguez, quien alertó a todos que impedirían la venta sobreprecio y que se encargarían del orden en el sitio.

En medio de la crisis que se ha generado por la falla eléctrica que causó la explosión de varios equipos en la planta Pao I La Balsa, 100 camiones cisternas en todo el estado para el suministro es la promesa del gobernador, Rafael Lacava. Son unidades que en la mayoría de las comunidades no se han visto. “Para acá no ha venido ni la primera vez”, aseguró José Gregorio Castillo, habitante de Tarapío, en Naguanagua, que no está incluido en la Etapa II del Sistema Regional del Centro (SRC), que fue, en teoría, el que quedó fuera de servicio tras la falla.

La solución que han encontrado en algunos hogares es la compra de botellones de agua. “Aquí aún está económico entre 700 y 900 bolívares cada uno”, pero se necesitan entre cinco y siete al día para poder cumplir con la dinámica habitual en casa de Castillo. “Es un gasto grande, pero no tenemos otra opción”, expresó mientras hacía la cola en la puerta de un negocio de llenado de botellones.

A Josefina Aular le presupuestaron un cisterna de 20 mil litros de agua en 750 mil bolívares. Ella vive en San Diego y junto a cuatro de sus vecinos están considerando hacer la inversión. “Es mucho dinero, pero ya no aguantamos un día más sin agua, no tenemos ni para hacer los teteros de los niños y desde hace cuatro días no pasa ni un camión vendiendo botellones”.

Las maneras de adaptarse a esta crisis son diversas. En Guacara, Luzmar Galindo baña a su hijo de un año en su bañera con agua potable y no la bota, la reutiliza para bañarse ella y después usarla para el aseo del inodoro. Es su forma de sortear esta crisis, la de otros es bañarse en el río Cabriales, como Mathías y sus tres compañeros de aventura.




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