Aunque como padre desees lo mejor para el niño y busques la manera de complacerlos y atenderlos para que no sufra; en ocasiones se tiende a excesos de mimos.
Según los expertos, los mimos en la crianza son necesarios. El problema radica cuando llegan los excesos, que a la larga puede tener consecuencias negativas para el niño.
Un niño mimado, en general muy protegido, es a la larga un niño tirano, dependiente, inseguro, poco autónomo, con baja tolerancia a la frustración. Lo que no sólo va a afectar su vida de niño, en su relación con sus iguales, , sino que puede condicionar también su vida de adulto.
“Hay que ser sumamente cuidadoso para que la sobreprotección no se convierta en una estilo de vida y consigamos que los hijos se conviertan en hombres y mujeres inseguros”, se precisa en el portal www.guiainfantil.com.
Lo que hace sufrir a un niño no es que les digamos que no, sino que se le de todo lo que quieren.
En resumen, el exceso de mimos influye negativamente en los niños y hace que:
– Sean niños con baja tolerancia a la frustración, y les cuesta manejar sus emociones.
– Sean menos autónomos y más dependientes.
– Reclaman ser el centro de atención.
– Tienen más rabietas y se enfadan más. Son más tiranos.
– Tienen más dificultades para manejar y resolver conflictos.
– Les cuesta más ponerse en el lugar de los otros.
– Antes los errores o los fallos tienden a culpar a los demás.
– Pueden desarrollar una baja autoestima.
Para evitar estas situaciones se deben tener en cuenta:
*Decir «no» es bueno, el «no» ayuda a crecer a los niños.
*Saber gestionar las rabietas.
*Dar responsabilidades a los niños, desde hacerse la mochila, hasta poner la mesa y hacerles responsables de sus tareas.
*No hacer las cosas a los niños, lo que vayan pudiendo hacer, es bueno que lo hagan. Los padres acompañan y enseñan, pero no se le debe hacer todo.
*No hiperproteger.
*Corregir desde el cariño, con lenguaje positivo, pero corregir conductas y comportamientos inadecuados.