A casi dos meses de protestas en su contra y con aproximadamente 40 muertos en su haber represor como comandante en Jefe de la Fuerza Armada Nacional Bolivariana, Nicolás Maduro sigue sordo frente al clamor de los venezolanos que actualmente marchan  por adversar su arbitraria e ineficaz manera de dirigir al país y  su tiranía para impedir que desde el 2016, se produzca cualquier comicio electoral en esta nación, porque los resultados no favorecerían  al sector oficialista, por cuanto las encuestas muestran  que el 82 por ciento de la población no lo respalda y pide su salida ya del gobierno.  Realidad no acatada por el primer mandatario nacional, el cual baila salsa en los estudios de televisión donde tiene su programa  o se encadena en una transmisión simultánea por radio y televisión para hacerle caso omiso a una triste realidad que su desgobierno provoco y ha hundido a esta nación en la  miseria, la desesperanza, el desvelo, el  desasosiego y la muerte por hambre y enfermedad, para obviar el clamor de un pueblo que le grita basta ya de tanta inoperancia gubernamental, de pisotear la constitución nacional, de mantener los oídos sordos y los ojos cerrados, de tener un corazón de piedra en el pecho y  de manchar su gestión con la sangre de jóvenes asesinados vilmente por funcionarios militares, policiales y por paramilitares, por el simple hecho de exigirle le regrese al país que él y Hugo Chávez le quitó a sus padres y abuelos cuando llegaron al poder y despóticamente se afanan en imponer el Socialismo del Siglo XXI, pese a que en el referendo de 2007, los venezolanos dijeron no a esa propuesta.

Mientras en las calles de las distintas ciudades de esta República, millones de  venezolanos alzan su voz para exigirle respeto por la constitución y el Estado de Derecho, así como el cese a la represión perpetrada por  la Guardia Nacional, la  Policía Nacional y los integrantes de los colectivos o paramiitares  armados por el gobierno  para defender la revolución bolivariana, Nicolás Maduro se niega a escuchar esos pedimentos y cuan dictador convoca a una Asamblea Nacional Constituyente Popular o Comunal para supuestamente promover la paz, en tanto las ballenas y tanquetas de Orden Interno de la GNB se imponen brutalmente ante los manifestantes, los cuales si avanzan en sus deseos de llegar a cualquier organismo público para entregarle a las autoridades competentes un documento, en el cual solicitan  democracia,  libertad, elecciones secretas y universales, comida, medicinas, apertura del canal humanitario, son repelidos por fuertes chorros de agua, al parecer contaminadas con la pólvora de las bombas lacrimógenas desactivadas, perdigones o metras disparados a quemarropa por los uniformados, los cuales con sus botas rotas aún no entienden que esas protestas es para lograr el bienestar de todos los venezolanos. Un bienestar que los revolucionarios le arrebataron a los habitantes de este país desde el mismo momento en que  acogieron el mandato de Fidel Castro, de convertir a Venezuela en otra Cuba.

Una represión letal que asesina a jóvenes inocentes que se atrevieron a decirle a Nicolás Maduro ya basta de provocar tanta miseria humana con sus medidas económicas, políticas y sociales neocomunistas, al tiempo que destroza el corazón de las madres que han perdido a  sus hijos cruelmente, cuando intentaron exigirle al presidente de la República una vida digna en este país que los vio nacer, pero les niega desarrollarse  como seres humanos, estudiantes y profesionales  por la falta de seguridad jurídica y personal, así como de oportunidades laborales, frente a la debacle económica y financiera originada por la alta corrupción, las expropiaciones, la intervención y el cierre de empresas, la dolarización de la economía y salarios de hambre.  Realidad conocida en el ámbito externo e interno, pero que el primer mandatario nacional y sus acólitos se niega a ver o escuchar.  Una cruenta crisis que pretende callar  con la convocación de una Asamblea Nacional Constituyente Popular,  muy distante de la consagrada en la Carta Magna, porque lo que busca es eliminar la elección directa y secreta y escoger a constituyentistas afectos a su proceso revolucionario a dedo o en una elección de segundo grado para perpetuarse en el poder, en aras de institucionalizar el modelo político castro comunista en la Carta Fundamental.    Engaña y engatusa  diciendo que  la Asamblea Nacional Constituyente Popular convocada  es un medio para lograr la paz. Eso es un cuento para imponer definitivamente el castro comunismo. Es una artimaña politiquera para no  asumir su responsabilidad por  la crisis del país y para seguir manipulando a la población con la tesis de que  la escasez de alimentos y medicinas es producto de la guerra económica o que hay un complot de la derecha para matarlo con la ayuda de los Estados Unidos. Es una forma cómoda de no reconocer sus pecados políticos y de seguir sordo frente al clamor de un pueblo que no lo quiere en Miraflores ni le cree ya ninguno de los chantajes inventados día a día para escamotear el fracaso de su gobierno.

Lo cierto es que ese disco ya se rayó y su música, cantada cínicamente por Nicolás Maduro, se adulteró con esa mentira de que la Asamblea Nacional Constituyente Popular servirá para lograr la paz,  pero no se sabe a cuál paz se refiere, si a la paz de los cementerios, donde quizás todos los venezolanos que le adversan pueden ir a parar si la represión gubernamental se afianza en caso de imponerse con esa Asamblea Nacional Constituyente Popular.   Habla de paz y convoca desesperado el diálogo que siempre fue sordo y mudo, cuando es incapaz de escuchar las demandas de ese 82 por ciento de los venezolanos que se oponen a su proyecto político y hoy se encuentran  enardecidos por su  ineficacia gubernamental y la dictadura que pretende concretar con un proceso constituyentista que huele a fraude constitucional y enajena al poder originario, como el verdadero convocador. Entonces, será que buscara la paz en los sepulcros, mediante esa Asamblea Nacional Constituyente Popular que le garantiza transformar al Estado venezolano en comunista y erigirse en un dictador?   Sus seguidores ya no  creen  en su ingenuidad ni en su inocencia ante la grave crisis humanitaria existente en el país.

Nicolás Maduro está entrampado en sus mentiras. No le permite enfrentar el fracaso de sus políticas públicas económicas, sociales y sanitarias castro comunistas que ha lanzado a miles de venezolanos a hurgar en los desechos para poder comer, ha matado al 30 por ciento de infantes antes de cumplir el primer año de vida y el 64 por ciento de mujeres durante su período de gestación o de cuarentena. E igualmente,   ha permitido la reaparición de enfermedades que habían sido erradicadas, como la malaria, la cual en 2016 infectó a más de 240 mil personas  y ha  incrementado los casos de diarrea, tosferina, neumonía, sarampión, VIH, además de haber despachado de este territorio a más de 2 mil venezolanos a otras latitudes y provocado la huida de inminentes profesionales y mantener en quiebre la salud mental de quienes aún viven en el país, así como originado la muerte de pacientes por falta de insulina, broncodilatadores, antibióticos, anticonvulsivos.

El hambre, la enfermedad y la muerte están latentes en Venezuela, pero Nicolás Maduro se niega a oír y escuchar lo que los manifestantes le exigen. Da la espalda o se va a la cancha a jugar tenis, porque no le interesa conocer lo que los venezolanos desaprueban de su gobierno, porque no le interesa cambiar ni rectifica. Al parecer, únicamente le importa alargar el sufrimiento de cada uno de sus opositores que llevan más de 30 días gritando al mundo las desgracias y las calamidades padecidas por hambre, enfermedades, delincuencia, inflación, inseguridad, cierre de empresas y desempleo, entre otros problemas originados por la ruina en que los revolucionarios tienen sucumbida a Venezuela. Una crisis sin precedentes que ha hundido  a los venezolanos en la miseria, con desabastecimiento de productos de primera necesidad, con el déficit fiscal más grande del continente, del 20 por ciento, una inflación de casi el 1600 por ciento anual, con tendencia a incrementarse en 2000 por ciento y simultáneamente,  con una  caída en picada del Producto Interno Bruto. Lo único que ha logrado la revolución es elevar la pobreza en 76 por  ciento, hace 18 años era del 55 por ciento, y que los  muertes violentas lleguen a 25 mil personas anualmente,  con una tasa de homicidio del 62 por cada 100 mil habitantes, la segunda más alta de toda América. Y aun así, Nicolás Maduro sigue sordo y ciego y sin querer entender todo el daño que ha provocado el Socialismo del Siglo XXI.

 

 




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