“Donde una puerta se cierra, otra se abre”. Famoso comentario que hace Don Quijote de la Mancha a su compañero de andanzas, Sancho Panza, en la obra cumbre de Miguel de Cervantes Saavedra (1547-1616).

La ‘esperanza’ es una cualidad, un potencial y un factor motivacional, de los más deseados y apreciados emprendidos por los seres humanos. Es tan poderoso el empuje de la ‘esperanza’ que cuando nos encontramos en situaciones depresivas, derrotistas y carenciales extremas, no faltará alguien que se asuma como crítico y gran maestro, y nos comente la conseja de que: “La esperanza es lo último que se pierde”.

Eso quiere decir que la esperanza puede perderse, aun con facilidad, cuando son fuertes y extremas las presiones políticas, económicas y sociales que nos acosan. Aprender la desesperanza es algo real, y frecuente en los momentos de fuertes tensiones sobre nuestra persona. Decimos, entonces, que hay una “desesperanza aprendida”, que hemos asumido por participación nuestra, propia y activa: ¡Que hemos aprendido, en otras palabras!

Otra variante de la pérdida es aquella que llamamos “desesperanza inducida”, que se presenta cuando se nos lleva, con mayor o menor presión, a perder nuestra fe, nuestra esperanza. Esto ocurre cuando somos parte de un grupo, sociedad o colectivo. En cualquiera de los casos, ocurre una “indefensión aprendida”, porque nos vemos afectados, y en un estado de penosa indefensión o carencia, ante las fuerzas sociales, económica y políticas.

Estos tres conceptos de reducción o pérdida de la esperanza, disminuyen la eficiencia integral (individual y colectiva) de miles de personas en las sociedades actuales. No hablamos de ideas novedosas del todo, ni recién descubiertas. Ya son conocidos los profundos daños que sufren la autoestima y la estabilidad emocional de mucha gente en el mundo. Son suficientes las represiones y humillaciones contra las personas, y una sostenida dominación social en cualquier grupo o sociedad, para que se desarrollen estos síndromes incapacitantes que acabamos de señalar.

Para mucha gente, a estos conceptos se les ve simples como tecnicismos científicos confusos. Pero, esto no es verdad. Los efectos de la ‘desesperanza’, en todas sus variantes, están presentes en amplias masas de la población, con escasa consciencia de los perjuicios psicológicos y sociales. No son inventos de agitadores indignados o contestatarios de ocasión, ni de machistas o feministas, ni de rebeldes sin causas, ni de exhibiciones políticas izquierdosas, que busquen saciar frustraciones y movilizar a las personas.

A diario, mucha gente habla de haber perdido las esperanzas y el ánimo. Pero la mayoría de las personas desconocen que la señalada “pérdida de esperanzas” comienza con un proceso acumulativo de fracasos y resignaciones que dependen, mayormente, de la propia voluntad de los sufrientes, y de aceptar las evasivas para escaparnos de importantes responsabilidades, momentos y retos, con que nos topamos en nuestra vida. Es ésta la manera como hacemos costumbre dejar de lado nuestras esperanzas y oportunidades. Dicho en palabras sencillas, poco a poco abandonamos esperanzas y aprendemos “desesperanzas”.

Frente a tanta desesperanza que aprendemos (inducida, enseñada) socialmente, nos sentimos más indefensos, sin el impulso motivador que pudiese llegarnos con cada nueva esperanza. Esta pérdida permanente de esperanzas nos sumerge en un estado de “indefensión adquirida” (desesperanza aprendida). Entramos en indefensión cuando se produce una condición psicológica dominante, mediante la cual las personas aprenden a creer que están indefensas, que no tienen control motivante sobre la situación que se viva

¡Cuidado con el desarrollo de la desesperanza; en particular la aprendida, como forma defensiva, común, de “adaptación psicológica” en cualquier persona! Es una evasiva posible de las víctimas amenazadas, para sobre llevar el dolor psíquico y estrés. Con tantos fracasos rudos y acciones de violencia, la persona llegará a no encontrar “salidas”; entonces, agotada, sin energías ni voluntad para las acciones exitosas, se hunde en la desesperanza total con la convicción de que nada puede hacerse para superar la dolorosa realidad…




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