De un tiro de escopeta en el rostro remataron a Carlos Gabriel Rodríguez Marcano, un joven de 16 años, mientras su madre lo abrazaba para tratar de protegerlo, y ella recibió un disparo en la mano derecha que le causó desprendimiento del dedo anular.
El hecho se registró el viernes a las 8:30 de la noche en el interior de un rancho dentro de la parcela de Adela Marcano, una humilde mujer que se dedica a la siembra de verduras, en el sector Capayita, de Araira, municipio Zamora del estado Miranda.
Madre e hijo dormían cuando dos hombres comenzaron a golpear la desvencijada puerta del rancho, y al derribar la puerta e ingresar los encontraron sentados en la orilla de la cama. Preguntaban por “cara e conflé”, un amigo de Carlos Gabriel, y sin más palabras le dispararon un escopetazo en el pecho.
Adela Marcano abrazó a su hijo, pidiendo clemencia para el, pero sin ningún remordimiento el escopetero le descerrajó el segundo disparo en pleno rostro y a la madre le dio en la mano. Los delincuentes huyeron, ella quedó sola pidiendo ayuda y el hijo expiró en sus brazos.
La mujer salió en busca de auxilio, caminó un largo trecho hasta la casa de un familiar que la trasladó al hospital de Guarenas, donde la curaron. Con apoyo de una funeraria llevaron el cuerpo de Carlos hasta la sede del Cicpc de Guarenas y luego a la morgue de Bello Monte, donde ayer Adela Marcano hacía los trámites para sacarlo directo al cementerio.
Ella vive de la cosecha de yuca, ñame, plátanos, ocumo y otras verduras que siembra en su pequeña parcela. Carlos Gabriel era su hijo menor y el único que le quedaba, porque los dos mayores murieron.
Ya no tengo nada qué perder. Me quitaron todo, dijo al revelar su nombre.
Hace tres años falleció Daniel (21), por una enfermedad renal, y el año pasado asesinaron a Richard (29), cuando fue víctima del robo de su carro. Richard era obrero en la empresa Pepsi Cola, vivía en Antímano, lo tirotearon cuando regresaba de su trabajo y dejó cinco hijos huérfanos.
