El nombre que tenga corrientemente una enfermedad, sea trastorno físico o psicológico, no nos explica, ni remotamente, las razones precisas de los sufrimientos, las incomodidades o perjuicios de quienes están afectados por la enfermedad. En muchas de las afectaciones físicas o psicológicas, los nombres que estas reciben corrientemente suelen parecerse a la enfermedad. Imaginémonos el inconveniente que podamos tener con un fortísimo malestar que en la casa y en la calle hemos denominado “dolor de barriga”. Las opiniones sobran, y los “expertos” comienzan sus recomendaciones. Alguien opina con auténtico cariño, con amistosidad, con muestras de querer ayudar. Algún otro pasa a la acción, y procede con “sobadas”, “tocamientos”; recomienda el insumo de algún extraño “guarapo” o yerba mágica, y sugiere dejar de comer cosas pesadas. ¡Con todo, se hace posible que el sufriente termine “curado”! Pero, a no ser que la situación se vaya “fuera de control”, alguien, finalmente, podría recomendar una visita al médico, quien horas más tarde reconoce la presencia de una “dispepsia”, nombre médico utilizado para denominar una enfermedad estomacal con náuseas, pesadez, ardor y empacho, nivel del tracto gastrointestinal superior… ¡Una indigestión!

Es conocido que el nombre con el cual se denomina una enfermedad parece estar influido psicológicamente, hasta el punto de que el “cuadro” de condiciones que sufra una persona puede variar, para bien o para mal, tanto en las sensaciones y malestares experimentados, como en la duración de la recuperación ante la enfermedad, si es que esta ha existido en la forma como dice haberla vivido, en verdad, el afectado.

Otro ejemplo interesante, por lo común y corriente con que se escuchan tantos “diagnósticos” sobre enfermedades y malestares, es la opinión arbitraria entre los que especulan si lo que les afecta es miedo o es ansiedad. La confusión en este caso está bastante extendida. Conociéndose algunas características, veremos que la diferencia es sencilla. ¡Quienes sufren de ‘ansiedad’ desconocen, con precisión, o totalmente, qué (causa) les mantiene en ese estado! La ‘ansiedad’ está relacionada, generalmente, con la presencia psicológica de algún tipo de amenaza, casi siempre “inventada” por el sufriente. Esta amenaza se percibe imprecisa, confusa o vaga, a veces indefinida, y puede aumentar la angustia y ocasionar algún deterioro orgánico (cardiaco, por ejemplo). Por esto, cuando la persona se encuentra ante un blanco u objetivo desconocido, o confuso, la decisión de atacar el malestar (que proviene de algo confuso) se hace lenta, tardía, más débil, difícil de emprender, y será prorrogada para más adelante, quedando el mal en lo mismo. Los “ansiosos” pueden hasta llegar a considerar que sólo sufren algún “miedo no ubicado”.

Al contrario, cuando es ‘miedo’ lo que nos afecta, la causa está clara, destacada, aun presente. Con el ‘miedo’ la causa puede ser señalada y hasta nombrada con más facilidad. Esta característica es propia del ‘miedo’; y permite que se movilicen con rapidez los recursos físicos defensivos del organismo: la presión arterial aumenta, la respiración es profunda, hay mayor dilatación pupilar, la musculatura se tensa, y aparecen posturas defensivas o agresivas: ¡Con alguna estrategia clara, y bien conocida la causa originaria, el organismo entra en acción y sabe dónde “atacar”!

Para administrar bien los ‘miedos’ solo nos faltaría controlar al ‘miedo’ mismo… porque el que teme sufrir y no sabe por qué existe ese temor, ya está lleno de confusos temores, y está en manos de la ‘ansiedad’. Y si hay alguna razón más para que sintamos ‘miedo’, es que el ‘miedo’ siempre está dispuesto a hacernos ver las cosas peor de lo que, en verdad, son. Los hombres son más peligrosos mientras más ‘miedo’ tienen, y este razonamiento lo conocen y explotan muy bien los autócratas y los violentos.

Nos han preguntado: ¿Qué es más perjudicial, el ‘miedo’ o la ‘ansiedad’?

Hemos contestado: El ‘miedo’ puede ser más impactante físicamente, pero puede pasar más rápido; pero la ‘ansiedad’ es más duradera, día y noche, muchas veces, por eso hay más duraderos estragos en nuestro organismo y consciencia…




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